De siempre se ha dicho que si te ofrecen un caramelo en la puerta de la escuela no debes cogerlo. Pues bien, el 2 de febrero no sólo pasó esto, sino que fueron los docentes de la Escuela Pública del núcleo de Sagunto los que llevaron a unos 700 de sus alumnos a que les den ese caramelito. En esta ocasión no ha sido un caramelo sino un rosco y aceite bendecido, pero con la misma la función, atraer a unos menores con fines espurios, en este caso atraerlos bajo la tutela de la Iglesia. Una institución cuyos dogmas están tan infiltrados en el subconsciente colectivo que un acto del todo perverso como el del viernes se ve como un inocente acto festivo y, así será asumido por gran parte de los alumnos, como un día de asueto y de libertad.
Nada más lejos de la realidad. No es un acto ni mucho menos inocente. Es una gran estrategia de marketing que, por buena, ha sido muy asimilada por muchas empresas, como algunas alimentarias de gran fama, pero de escasa calidad, que atraen a los más jóvenes con muñequitos y regalos.
La Escuela Pública debe ser clara y transparente. Debe introducir a los alumnos en la salud, la ciencia y el conocimiento, todo ello radicalmente contrario a la actividad realizada por estos menores saguntinos. Y sobretodo, debe ser inclusiva y así se exige a miles de docentes a la hora de programar actividades y la práctica diaria en las aulas. Una actividad como el peregrinaje a una ermita, sufragada por una familia x, a conocer a un santo, bendecido todo por el señor párroco, no sólo no es inclusiva sino que segrega por cuestiones de religión y creencia, además de resaltar y bendecir las diferencias clasistas intrínsecas en el ideario religioso.
Añadir que no sólo no se atiende a las creencias de alumnos, ateos, presbiterianos, evangelistas, musulmanes, adventistas?, sino que se les castiga haciéndolos permanecer encerrados en los centros educativos mientras sus compañeros pasean por la ciudad.
La Iglesia católica tiene patrimonializados todos los jolgorios, y hay que tener en cuenta que el resto de ciudadanos y más si son menores también tienen derecho a la Fiesta, al disfrute, a compartir con sus amigos y compañeros días esparcimiento. Habrá que buscar los cauces necesarios para desligar estos aspectos de la vida y de la educación de la religión para que así todos podamos participar de forma conjunta dentro de la libertad de conciencia de cada uno.
El acto del viernes no se debería haber producido nunca en el marco de la Escuela Pública y era fácil evitarlo pues San Blas, en el calendario católico, es el sábado 3 de febrero. Han tenido que cambiar la fecha para que el alumnado acudiera en horario lectivo. Si las familias desean que sus hijos vayan pueden llevarlos ellos mismos, pero nunca desde una Escuela que debe de ser de todos y para todos.
Mª Victoria García Castelló
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