«Bajo la constitución de la República, en medio de esa gran democracia republicana que nace en la sociedad española, la Iglesia va a ser lo que ya es, lo único que puede ser en todas las grandes democracias del mundo; una tradición tanto más venerable cuanto más se purifique de toda ansia de dominio… Separar la Iglesia del Estado es espiritualizarla y liberarla».
Álvaro de Albornoz, «La política religiosa de la República». (1933)