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Seminaristas de Redemptoris Mater deben acatar duras reglas

Es normal que las billeteras de los seminaristas no tengan un centavo. Para comprar cigarrillos o ropa, deben pedirle dinero a sus superiores. Es una forma de inculcar obediencia y un recordatorio de que las cosas materiales no son importantes.

Casi nunca están solos y se les exige que vayan a todos lados en pareja, "de a dos", como los discípulos de Jesús. Viven en un mundo sin teléfonos celulares ni computadoras, y se van a dormir a las diez de la noche.

Ningún seminario católico romano ofrece demasiadas distracciones. Pero pocos aspirantes al sacerdocio deben acatar las normas que rigen la vida de la Casa de Formación Redemptoris Mater.

Redemptoris Mater es un experimento en el que se forma sacerdotes católicos fieles a las enseñanzas y la autoridad de la Iglesia, y deseosos de marcar el camino.

Siguen normas de hace 50 años, cuando los aspirantes al sacerdocio hacían una existencia regimentada, apartados del mundo. Los seminaristas de Redemptoris Mater, sin embargo, no están totalmente aislados ya que también enseñan la fe en parroquias y se pasan dos años como misioneros, buscando reclutar fieles.

"Cuesta acostumbrarse (a las reglas), pero ello se debe a que venimos de esta sociedad tan individualista, en la que uno está por sobre todo", expresó el seminarista Joseph Toledo. "Tenemos que desprendernos de esa forma de ver las cosas. Pero no es que vivamos en una burbuja".

Toledo, de 29 años, hijo de un conductor de taxi puertorriqueño, es uno de los pocos seminaristas nacidos en Estados Unidos cursando estudios en el año lectivo de 2008-2009. En total hay 33 seminaristas de 14 países, incluidos varios latinoamericanos.

La diversidad étnica y el deseo de ser fiel a la iglesia son dos de las característica de la próxima generación de sacerdotes, según un estudio de la Conferencia Nacional sobre Vocaciones Religiosas (National Religious Vocation Conference).

Los seminaristas del programa de Redemptoris Mater se diferencian de los otros seminaristas en varios aspectos.

El seminario no es dirigido por una orden religiosa ni una diócesis encabezada por sacerdotes y obispos. Tanto los seminaristas como los religiosos que los supervisan vienen de las comunidades Neocatechumenal Way, grupos de entre 20 y 50 personas comprometidas con una forma de evangelización mucho más estricta que la de la mayoría de los católicos.

Neocatechumenal Way es un controvertido movimiento internacional dirigido mayormente por católicos laicos. Hay quienes dicen que tiene tendencias separatistas y que divide a la parroquias, aunque sus integrantes lo niegan.

El enfoque disciplinario de los seminarios que dirige en Estados Unidos (además del de Denver, hay seminarios en Boston, Dallas, Newark y Washington) ha generado interés en las altas esferas.

Al buscar respuestas al escándalo de abusos sexuales que sacudió a la iglesia estadounidense, el Vaticano recomendó que los seminarios apliquen reglas más exigentes, para que los estudiantes dejen de lado un "estilo de vida mundano", y dijo que los seminarios de Redemptoris Mater podrían ser ejemplos dignos de imitar.

La Casa de Formación Redemptoris Mater de Denver funciona en el Centro Juan Pablo II para la Nueva Evangelización, sede a su vez de otro seminario más grande, el de St. John Vianney, o SJV, que forma sacerdotes para la arquidiócesis de Denver.

Los seminaristas de ambas instituciones reciben la misma educación, en las mismas clases, que ponen énfasis en las enseñanzas católicas tradicionales.

Pero los seminaristas de SJV se manejan en el mundo contemporáneo. Toman notas en computadoras portátiles, viven en habitaciones individuales, ven televisión en una sala común, tienen blogs y usan Facebook. Esa es la norma en los seminarios católicos de hoy en Estados Unidos.

Los estudiantes de Redemptoris Mater (Madre del Redentor, en latín) toman notas en libretas, deben pedir permiso para colgar algo en una pared y deben compartir todo, incluida una dirección de correo única, de uso común, y una computadora ubicada en el segundo piso.

José de Jesús García llegó a Redemptoris Mater hace una década procedente de Veracruz, México. Estaba acostumbrado a vivir solo, pero pronto se adaptó a las nuevas normas. Y les tomó el gusto.

Al tener que estar acompañado siempre por alguien, sintió que podía depender de otra persona, que tenía una especie de hermano. El hecho de no tener dinero y de depender de otros fue una lección de humildad. Dios proveerá.

"Si uno piensa que estas reglas le impiden hacer cosas, entonces son una carga pesada", expresó García. "Nosotros lo vemos como una ayuda, porque nuestra vocación, lo mismo que el matrimonio, es una lucha diaria".

En su adolescencia García tuvo novias y fue a la universidad. Un domingo en que se presentó un sacerdote de Neocatechumenal Way su padre lo convenció de que fuese a misa.

Fue un servicio común y corriente –Jesús te quiere como eres y no le importa tu pasado–, pero le llegó a García. Volvió a la iglesia y sintió el llamado del sacerdocio. No lo acató de inmediato, sino que se fue a trabajar para una compañía farmacéutica.

"El Señor es siempre un caballero", relató el mexicano. "Me llamó, pero sabía que era nuevo, que me estaba reencontrando con la fe. No me puso presión".

Un sorteo determinó que García fuese admitido en el seminario de Denver. Aquí hace una vida que gira en torno a las oraciones y el estudio. Las campanas suenan a las seis de la mañana y media hora más tarde los seminarista se congregan en una pequeña capilla para rezar.

La mayoría de los seminarios estadounidenses relajaron sus reglas luego del Segundo Concilio Vaticano, de la década de 1960, que alteró la percepción que tiene la iglesia católica acerca de su papel en el mundo, según el reverendo Donald Cozzens, profesor adjunto de teología de la Universidad John Carroll de Cleveland.

"Antes había muchas suspicacias en torno a la vida secular", manifestó. "El Segundo Concilio dice que el mundo es una creación del Señor. Nuestra misión, por lo tanto, era preparar a los seminaristas para que estuviesen en contacto con el mundo, lo conociesen, aunque sin ser parte de él en un sentido secular profundo".

Algunos católicos, sobre todo conservadores, creen que la vocación sacerdotal disminuyó abruptamente luego de ese Concilio, en parte porque los seminaristas tenían demasiadas libertades, lo que facilitó la disensión e hizo que mucha gente dudase de su vocación.

Las razones de la declinación pueden ser discutibles, pero los números no mienten: En la actualidad hay 40 sacerdotes en Estados Unidos, comparado con los 58.000 de 1965.

Federico Colautti, vicerrector del seminario de Denver, dice que la prohibición de ver televisión, de tener amigos fuera del seminario y otras restricciones apuntan a fomentar la comunión y la unidad, especialmente de los estudiantes que vienen de otros países.

"Algunos dirán que los protegemos demasiado", manifestó Colautti, quien es argentino. "Es importante que uno aprenda que se puede vivir sin la televisión, que uno no necesita la internet. Que se puede superar la tentación, llevar una vida célibe, casta. La sociedad le dice a uno que estas cosas son imposibles".

Toledo, quien llegó en 1999, unos pocos meses después que García, siempre supo que quería ser sacerdote. Cuando tenía tres años, se disfrazó de cura en una fiesta de las brujas en Bridgeport, Connecticut. En su habitación simuló que oficiaba una misa.

¿Qué lo atrajo del sacerdocio?

"Es difícil responder a eso", expresó. "No hay una sola razón. Cuando uno siente el llamado de Dios, ¿por qué no lo va a acatar? No estoy en esto por el dinero o porque quiera ser obispo. No quiero ser popular. De hecho, los sacerdotes no siempre son populares. La razón es que la gente sufre, necesita a la iglesia, a los sacramentos. Debe ser bautizada. Hay que visitar a los enfermos. Hay una necesidad".

Toledo dice que le quiere enseñar a la gente que ser creyente no implica ir a misa todas las semanas, sino que hay que respetar los principios del catolicismo todos los días.

"El mundo necesita cristianos. No necesita cristianos a medias. De esos hay muchos", manifestó.

Los seminaristas se acostumbran rápido a seguir las reglas. Un día Toledo estaba a cargo de un grupo de estudiantes que debían trabajar en la cocina. Para muchos, esa es una tarea desagradable, pero los seminaristas la consideran un peldaño hacia el sacerdocio, una lección de humildad y servicio.

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