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Sectas destructivas: del proselitismo callejero a las redes sociales

El especialista Miguel Perlado alerta de “interacciones sumamente llamativas y sinergias de agrupaciones sectarias” con grupos de extrema derecha y teorías de la conspiración en TikTok o Instagram

En Vistabella del Maestrat, una población castellonense de apenas 337 habitantes de la comarca de L’Alcalatén, aún están asombrados por la reciente desarticulación de una secta supuestamente destructiva que vivía en una suerte de comuna desde hace dos décadas y estaba dirigida por Antonio G., conocido como el Tío Toni. Instalados en la masa La Chaparra, alejada del núcleo urbano del municipio, la comunidad sectaria albergaba varias familias con menores a su cargo, víctimas presuntamente de abusos sexuales. La Policía Nacional, en una operación comandada por la Comisaría General de Información y dirigida por el Juzgado de Instrucción número 6 de Castelló, intervino al líder de la secta 103 relojes de lujo, 15.000 euros y juguetes sexuales. Nueve de los miembros de la secta, incluido el Tío Toni, fueron detenidos.

“Que yo sepa aún vive gente en la masía, con los vecinos no tenían prácticamente relación, la compra y poco más, era todo muy hermético”, explica el alcalde Jordi Alcón. Un experto en sectas que prefiere no ser identificado se muestra sorprendido tras la operación policial que desarticuló la secta: “Me extrañaba que estuviese tanto tiempo funcionando y nadie supiera nada”. La jueza instructora acordó el ingreso en prisión provisional, comunicada y sin fianza, del líder del grupo y otros dos presuntos miembros de la secta.

Miguel Perlado, psicoterapeuta especialista en sectas y coordinador clínico de la Asociación Iberoamericana para la Investigación del Abuso Psicológico (AIIAP), ha trabajado desde hace un año con las primeras víctimas de Vistabella. “Salen muy confundidas, perciben algunas cosas pero no acaban de unir las piezas y una vez que armamos el grupo de víctimas, con sorpresa, se dan cuenta que mas allá de lo individual emerge un patrón, eso es muy sintomático”, explica Perlado a elDiario.es.

El mundo subterráneo y cerrado de las sectas emerge cíclicamente cuando las víctimas deciden dar el complicado paso de salir y pedir ayuda. “Una de las señas más características es el aislamiento, no sólo geográfico que en este caso también acompañaba, sino especialmente el aislamiento relacional y mental”, señala Perlado, autor de ¡Captados! Todo lo que debes saber sobre las sectas (Ariel, 2020).

El líder de la secta de la masía de La Chaparra, con un fuerte autoritarismo, aseguraba que podía curar el cáncer y propagaba en la hermética comunidad la cháchara sanadora y esotérica a varias familias que convivían con menores de edad, escolarizados fuera del municipio, y que presuntamente habrían sufrido abusos sexuales. “Se vive en comunidad pero paradójicamente se vive aislado dentro de la comunidad, en la que se despliega un escenario de sumisión progresiva hasta quedar doblegado y sometido a la ley tácita de silencio”, abunda Miguel Perlado.

Asistencia psicológica a las víctimas

El teólogo Luis Santamaría del Río, miembro fundador de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), explica la cuestión más allá de los abusos. “Enfocar la cuestión fijándose sólo en el dinero y el sexo puede darnos una visón distorsionada del fenómeno”, incide Santamaría, quien agrega: “Normalmente tanto el expolio patrimonial de los adeptos, algo muy común, como la manipulación a través del sexo, que puede incluir abusos y violencia sexual, son realidades en las sectas pero no son los fines de estos grupos ni de sus lideres sino que se trata de medios que tiene el propio gurú para que la manipulación de sus miembros sea completa y lo más fuerte posible”. 

En el caso de la secta desarticulada en Vistabella, los menores eran presuntamente introducidos por el Tío Toni en “prácticas para despertar su sexualidad”, asegura el psicoterapeuta Miguel Perlado, que se ha encargado del proceso de acompañamiento y asistencia psicológica de las víctimas. “Es un trance sumamente ansiógeno”, asegura. “El impacto por la intervención policial no hay que desdeñarlo, tienen efecto colateral reverberante para las familias, los vecinos y en el trabajo porque, de pronto, emerge algo que estaba oculto”, agrega Perlado.

Además de la amplificación en los medios de comunicación, “sale a flote esa porquería y lo empaña todo”. Para las víctimas “es duro”: sienten alivio pero también ven incrementada la ansiedad. Luis Santamaría del Río coincide: “Toda persona que deja una secta de repente tiene la percepción subjetiva de encontrarse sola en el mundo y vive lo que en muchos casos se asemeja mucho a un estrés prostraumático, necesita acompañamiento y orientación que incluya sus recursos sociales anteriores como la familia y los amigos, así como acompañamiento profesional por psicólogos que conozcan bien este tema”.

El especialista compara el proceso con una suerte de labor arqueológica: “Recuperar la personalidad previa es volver a un punto en que el sujeto pueda ejercer su libertad a la que le han hecho renunciar dentro de la secta por medio de una estrategia de persuasión coercitiva”. “Siendo la captación y la conversión a la secta algo relativamente rápido, la recuperación posterior es más lenta y trabajosa por la vergüenza de reconocer que ha sido engañado y manipulado”, apostilla Luis Santamaría del Río.

Sinergias por la pandemia

La de Vistabella del Maestrat es una de las primeras sectas destructivas desarticulada en el contexto de la pandemia de la COVID-19. Miguel Perlado ha detectado “interacciones sumamente llamativas y sinergias de agrupaciones sectarias que se acercan a grupos de extrema derecha” y las teorías de la conspiración a raíz de las vacunas en TikTok o Instagram.

Las sectas se han transformado con el paso del tiempo desde el proselitismo callejero hasta las redes sociales en una amalgama de “espiritualidad difusa, taro, nuevas brujas y new age”. “Cada vez es más difusa y compleja su identificación, con límites menos claros”, destaca Perlado, quien matiza que muchos grupos “pueden presentar comportamientos sectarios sin que eso signifique que sean destructivos”. Aunque las sectas de carácter destructivo “infoxican la mente de las personas hasta romper con las familias, volviéndolas más intolerantes”, añade.

Las sectas clásicas han mutado hacia grupos que se organizan en el “entorno del desarrollo personal, del autoconocimiento, las terapias o la meditación, algo que está fuera del campo religioso y se mueve en una espiritualidad amplia y difusa”, abunda Luis Santamaría del Río.

El fenómeno, ayer y hoy, es sumamente difícil de cuantificar. España cuenta con un nivel de incidencia de las sectas de aproximadamente el 1% de la población, aunque son estimaciones, advierte Perlado, quien recuerda que estos grupos no cuentan con censos, habitualmente hinchan sus cifras y conforman un “fenómeno oculto y marginal” pero con una incidencia suficiente “como para prestar atención desde el punto vista de la asistencia a las víctimas”. 

El especialista Luis Santamaría del Río recuerda que no hay un perfil unívoco de las víctimas aunque sí algunos rasgos de la personalidad que pueden hacer a una persona más proclive a ser captada por una secta, tales como deficits de tipo emocional o familiar o incluso cualidades y virtudes que hagan al candidato “más apetecible para la secta”. “Incido siempre en que cualquier persona puede ser captada si la encuentran en el momento adecuado, las sectas se nutren de nuestras vulnerabilidades y todos tenemos malas rachas”, agrega.

De hecho, la Policía Nacional ha anunciado la puesta en marcha de un “nuevo mecanismo” para investigar la presencia de sectas en España, garantizando la confidencialidad y el anonimato de los denunciantes, tras la desarticulación de la secta en Vistabella del Maestrat (los especialistas de la Comisaría General de Información pueden recibir denuncias y alertas a través del correo sectasdestructivas@policia.es).

“Los grupos más peligrosos son los de menor tamaño porque dependen directamente de la voluntad del gurú y es casi imposible monitorizarlos”. advierte el teólogo Luis Santamaría del Río.

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