COMENTARIO: Desde el laicismo observamos con preocupación esta visita, al igual que las realizadas a otros países. Pues el señor Ratzinger acude como Jefe de un Estado ficticio, con los honores y gastos que supone para el país que lo recibe, cuando va a realizar una visita pastoral en defensa de sus creencias, dogmas y posiciones morales. A la vez realiza una intromisión en la vida política del país que visita, algo no que no se le permite a otros Jefes de Estado reales. En este caso la visita a Cuba está llena de secretos que ponen de manifiesto algo contrario al laicismo, y es una relación de mutuo provecho entre ambos bandos, el regimen castristas y la iglesia católica, cada cual intentando sacar el máximo provecho de la misma.
El laicismo defiende la libertad de conciencia, mucho tiempo anulada en Cuba, defiende la neutralidad del Estado y la separación de las iglesias. Condiciones que entendemos no se dan en un país que ha liberado presos políticos por la intermedicación de la iglesia católica, que aparece como abanderada de los derechos humanos, cuando debía ser el Estado cubano el que desde una concepción plenamente democrática asumiera su papel libre de presiones y lejos de las migajas que algún discuros papal pueda realizar. Son los ciudadanos de Cuba quienes tienen que decidir, y adoptar todos los cambios necesarios para avanzar en democracia (algo lejano en Cuba, en España, en USA,…), no la iglesia católica ni Ratzinger.
El anuncio de la próxima visita a Cuba del papa Benedicto XVI en la primavera de 2012, ha sido motivo de satisfacción para los cubanos, que recuerdan lo importante que resultó para el país en el contexto global la de su predecesor Juan Pablo II en enero de 1998, con su ya histórica frase de "que Cuba se abra al mundo y el mundo a Cuba", condenatoria del bloqueo que por más de medio siglo habían ejercido contra la isla diez gobiernos estadounidenses, que ya son once.
Es en tal contexto que los cubanos de cualquier fe religiosa, y los de ninguna, recibirán jubilosos, como un gran honor, a Su Santidad Benedicto XVI.