El Estado ha conseguido que decenas de extremistas detenidos tras los atentados de Casablanca de 2003 promuevan ahora el rechazo a la violencia
Hay quienes creen que la monarquía persigue un doble objetivo: combatir la incorporación de jóvenes al Estado Islámico; y por otro lado, debilitar a los islamistas moderados del gobernante PJD
El predicador salafista Abdelkrim Chadli, de 55 años, sostiene que ha madurado mucho desde aquel 16 de mayo de 2003, cuando una docena de terroristas suicidas mataron a 33 civiles en Casablanca. A raíz de esos atentados el Estado marroquí encarceló a más de 1.500 personas, de las que aún siguen en prisión alrededor de 500. Chadli resultó condenado a 30 años de cárcel por su implicación ideológica, pero el rey Mohamed VI le concedió la libertad en 2011. Ahora Chadli promueve la participación en política de los salafistas.
“El salafismo”, señala, “es comprender el Corán como lo comprendieron los primeros imanes, es una vuelta a los orígenes del islam”. Cuando se le pregunta qué modelo de sociedad busca asegura, sin precisar más detalle, que una parecida a la que defiende el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), la formación islamista moderada que gobierna Marruecos desde 2012.
Chadli pretende presentar en los próximos días el “Movimiento salafista para la reforma política”, que él mismo presidirá. Y tiene previsto hacerlo en el hotel Farah de Casablanca, donde murieron dos personas a causa de los atentados de 2003. “Con ese gesto expresaremos nuestra intención de reconciliarnos con el Estado”, afirma. “Queremos cambiar la mentalidad de los extremistas. Y queremos mostrarle al Estado que no somos tan radicales. Los que entran en nuestra organización tienen que ser suníes, aceptar la autoridad del rey como Comendador de los Creyentes y asumir que el Sáhara es marroquí”.
Abdelkrim Chadli asegura que su organización representa a unos 600 salafistas y que servirá de “base ideológica” para la agrupación política donde se integrarán. “Nuestro objetivo es no dejar huecos para que la gente se vaya con Daesh (el Estado Islámico, en árabe). El 90% de los jóvenes que se unen a Daesh lo hacen por cuestiones económicas. Cuando salen de la cárcel no encuentran trabajo, no tienen dinero. Si hubiese subvenciones para esta gente no habría problemas. Nosotros estamos luchando para conseguirlas. En la cárcel ya hay unos 70 miembros de Daesh que se han arrepentido y se han unido a nosotros”.
Chadli y los suyos pretenden concurrir a las elecciones legislativas de este año a través del Movimiento Democrático y Social, un partido de centro derecha creado en 1996 por un excomisario. El partido consigue así ensanchar sus bases y los salafistas se aprovechan de una estructura de organización ya creada. Resta saber cuál es la intención del Estado abriéndoles el camino.
El politólogo Mustafá Sehimi recuerda que el salafismo ocupa un lugar muy importante en la tradición religiosa marroquí, muy ligada al movimiento nacional de independencia. “Esa herencia salafista, bajo una forma espiritualquietista en contraposición a la yihadista, está ganando influencia en el Marruecos de hoy. Y el Estado no puede ignorar esa realidad”, añade.
De la misma manera se expresa un periodista especializado en islamismo que prefiere no revelar su nombre. “Es inteligente que el Estado permita expresarse a todas las tendencias religiosas siempre que esas tendencias no sean violentas. El salafismo está ahí, no se puede ignorar”.
Hay quienes creen que la monarquía persigue un doble objetivo: por un lado, combatir la incorporación de jóvenes al Estado Islámico. Y por otro, debilitar a los islamistas del gobernante PJD, formación que ha arrasado en las elecciones locales y comunales de septiembre y que se presenta como gran favorita para ganar las legislativas de este año.
“Al reactivar el salafismo”, explica Sehimi, “el Estado pone límites a la situación dominante de la que goza el PJD. Y al mismo tiempo consigue reducir la influencia del Estado Islámico. No hay que olvidar que el rey es el líder espiritual en Marruecos, Comendador de Creyentes. Y es importante que su jerarquía no sea cuestionada por el yihadismo radical del Estado Islámico”.
El pasado 11 de noviembre, coincidiendo con el 40º aniversario de la Marcha Verde, el rey ordenó la liberación de 37 salafistas arrepentidos. Entre ellos se encuentran líderes espirituales importantes como Soumah Abderrazak y, sobre todo, Hassan Khatab, gran referente salafista, organizador de huelgas de hambre en las cárceles y denunciante de torturas. Ambos se encontraban esta semana viajando por el país. “Desde que salimos de prisión en noviembre”, indicó a este diario Abderrazak, “hemos recorrido casi todas las regiones de Marruecos. Queremos crear una asociación que trabaje en el terreno jurídico, político y religioso. La política vendrá después, una vez que hayamos formado a nuestros cuadros”, añade.
Khatab asegura que no pertenece a la asociación de Chadli. Cada uno va por su lado. Es difícil determinar quién posee más seguidores. “Es evidente que Chadli es una figura importante en el movimiento salafista. Y también lo es Hassan Khatab”, aclara el politólogo Mustafá Sehimi. “Pero yo creo que el que posee un liderazgo mayor es Mohamed Fizazi”.
El mismo 14 de abril de 2011 en que Mohamed VI concedía la libertad a Abdelkrim Chadli también se la otorgó a Mohamed Fizazi, un predicador de 66 años, condenado a 30 años por su influencia ideológica sobre los terroristas de Casablanca. Tres años después de su liberación, el viernes, 28 de marzo de 2014, Fizazi pronunciaba una oración en Tánger a la que asistió el mismísimo Mohamed VI. Después del rezo conversaron ante las cámaras y Fizazi cubrió de elogios al rey: “He descubierto a un hombre con grandes cualidades. Es humilde, tímido y humano”.
Durante mucho tiempo se ha barajado la idea de que Fizazi funde su propio partido, aunque aún no ha dado el paso. “Tanto Fizazi como Chadli defienden un islam moderado”, asegura Sahimi. “Resta por ver quién terminará imponiéndose sobre el resto de salafistas. Los factores personales, psicológicos y de otro orden pueden frenar o impedir una posible reunificación”.
De momento, a estos salafistas liberados solo parece unirles su lealtad al rey. Y su rechazo al Estado Islámico.