Un estudio apadrinado por el Ministerio de Interior detalla cómo los rebeldes en Mali se sirvieron de la inteligencia ucraniana para desestabilizar al Kremlin. Europa, dividida ante el avispero africano
El yihadismo mató a 10.438 personas a lo largo de 2024. Esta es la foto general de un fenómeno que evoluciona constantemente, según advierte el último anuario del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET), que cuenta con el apoyo del Ministerio del Interior. Un ejemplo de ello es el Sahel, por cercanía, el frente yihadista que más preocupa a España por su capacidad de desestabilización y de generar flujos migratorios. Este vasto territorio africano, además, no es ajeno a otros acontecimientos como la guerra en Ucrania. Kiev y Moscú también defienden sus intereses en la región.
“La guerra en Ucrania, aunque lejana geográficamente, también incide enormemente en el desarrollo de los acontecimientos y competencia geopolítica en el Sahel”, sostiene Ana Aguilera, que analiza para el anuario la actividad yihadista en el Magreb y en África Occidental. El Sahel es un territorio que cruza el continente de este a oeste al sur del desierto y que se extiende por una decena de países: Mauritania, Mali, Níger, Burkina Faso, Nigeria, Senegal, Chad, Sudán, Eritrea y Etiopía. Esta parte del mundo se ha convertido en objeto de deseo para grupos terroristas y potencias internacionales como China y Rusia y más recientemente Turquía, que aprovechan el vacío dejado por Occidente.
Aguilera, experta en el análisis de asuntos de seguridad, indica que, “durante 2024, la región ha sido testigo de cómo la presencia y apoyo militar, diplomático y de inteligencia ucranianos a causas rebeldes en Mali han buscado desestabilizar la enorme influencia que Rusia está desplegando en este y otros países, hasta el punto de que las actuaciones de Ucrania hayan supuesto más de un quebradero de cabeza para vecinos y no tan vecinos con un especial interés en influir en las dinámicas del conflicto en el Sahel en su propio beneficio”.
El Sahel está experimentando un proceso de “grandes cambios y transformaciones”, indica la experta, que apunta principalmente a la “inseguridad” y la “inestabilidad” de los países presentes en este territorio. La violencia se ha acelerado precipitadamente tras los golpes de Estado en Mali, Burkina Faso y Níger, cuyas juntas militares han reorganizado radicalmente las iniciativas de seguridad. A esto se suma la disolución del G5 Sahel –integrada por los principales países africanos de la zona que cooperaban– y la retirada de la Minusma –fuerzas de la ONU–. En este nuevo escenario han emergido nuevos agentes como Rusia.
Los casi cien folios de informe documentan acciones de los mercenarios rusos del Grupo Wagner. La autora especifica que usa ese término a pesar de la pretendida evolución de la presencia militar rusa en África bajo la denominación ‘Africa Corps’. En estudios anteriores se explicaba el auge ruso en la región porque sus mercenarios eran eficaces en el combate contra los yihadistas, hacían menos preguntas a los regímenes locales que los europeos y sus métodos eran más expeditivos.
El problema es que el Grupo Wagner también causa terror en las poblaciones civiles, lo que muchas veces genera flujos migratorios en busca de seguridad o incluso fomentan que sus víctimas acaben apoyando a rebeldes y yihadistas, lo que abunda en la inestabilidad. La cuestión es que los rusos, por su lejanía, no sufrirán las consecuencias mientras los líderes locales africanos a los que ayudan les permiten explotar sus recursos.
Ceuta, Melilla y Canarias
España, en cambio, es la primera frontera de Europa frente a este escenario, desde Ceuta y Melilla a Canarias, que en los últimos años ha batido récords en cuanto a llegada de migrantes que huyen del hambre y de la guerra. Europa se encuentra dividida en tres grandes bloques a la hora de estudiar qué hacer en el Sahel.
“En el primero –según Aguilera– entran los países escandinavos y Francia, que entienden que no hay necesidad de acción europea por el momento y que la situación política saheliana es temporal. Después, tenemos a los países sin criterio por motivos de lejanía geográfica, donde entrarían los países del este de Europa, a los que solo interesaría tratar el Sahel cuando el asunto tiene que ver con Rusia. El tercer bloque lo componen aquellos países que consideran imperativo mantener y avanzar políticas de acercamiento con la región, donde se encuentran España, Italia, los países Benelux, Portugal y parcialmente Alemania”.
“El Sahel se ha convertido en un escenario de conflicto intrarregional con intereses que han trascendido hasta la geopolítica global”, concluye el anuario. El conflicto bélico tras la invasión rusa de Ucrania ha tenido otras consecuencias en la amenaza yihadista sobre Europa como la presencia del ISIS-K. Es una ramificación del Estado Islámico que tiene su origen en la región del Khorasan, un término que evoca a un territorio pasado que abarca zonas que hoy están bajo las fronteras de Afganistán, Irán, Turkmenistán y Uzbekistán.
Según el informe, la guerra ha “facilitado movimientos de combatientes hacia Europa y la posibilidad de obtener suministro armamentístico de todo tipo”. Hace ahora un año, el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) manejaba la cifra de 60 individuos en España vinculados a esa facción del ISIS afgano y 300 en toda Europa.
El yihadismo mató a 10.438 personas a lo largo de 2024. Esta es la foto general de un fenómeno que evoluciona constantemente, según advierte el último anuario del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET), que cuenta con el apoyo del Ministerio del Interior. Un ejemplo de ello es el Sahel, por cercanía, el frente yihadista que más preocupa a España por su capacidad de desestabilización y de generar flujos migratorios. Este vasto territorio africano, además, no es ajeno a otros acontecimientos como la guerra en Ucrania. Kiev y Moscú también defienden sus intereses en la región.