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[Rusia] Los pentecostales rusos, divididos por la guerra en Ucrania

Enfrentamiento entre los dos obispos, Lavrenov y Novikov. Se permite a la comunidad tener diferentes puntos de vista, siempre que no contradigan las Sagradas Escrituras. En la época soviética, los pentecostales figuraban entre los creyentes más perseguidos y hoy soportan con gran dificultad las restricciones de Putin. Católicos y protestantes son vigilados sistemáticamente desde el despliegue de la invasión.

La Unión Rusa de los Cristianos de Fe Evangélica (Roskve), que agrupa a los pentecostales rusos, ha publicado en su página web una carta, tras largas discusiones en el seno de todas las comunidades y en los organismos unitarios, poniendo fin al debate. Con ella se pretende restaurar la comunión entre dos obispos de la Roskve, Sergej Lavrenov y Aleksej Novikov, que se hallaban enfrentados. El motivo de las desavenencias fue una publicación de Novikov en las redes sociales donde aparecían símbolos bélicos con una «Z», iniciativa que fue condenada por Lavrenov.

Los dos obispos firmaron una declaración conjunta, en la que explicaron que «en diferentes momentos de su historia, la Iglesia de Cristo ha tenido que enfrentarse a diversos retos, y sin embargo ha sabido conservar la fidelidad a la palabra de Dios y su unidad, superando estas dificultades».

Los acontecimientos de los últimos meses han sido causa de división no sólo en la sociedad, sino «también en el seno del Pueblo de Dios», escriben Lavrenov y Novikov. Los distintos puntos de vista y las diversas interpretaciones de los mismos pasajes de la Sagrada Escritura entre pastores y creyentes «dan a los adversarios de la Iglesia de Cristo motivos para deshonrar las obras de Dios y hacer caer en la tentación a aquellos cuya fe todavía no es firme», observan.

Los pentecostales rusos, sin embargo, reivindican la diversidad como una de las características más meritorias de su movimiento, que permite «la presencia de diferentes puntos de vista, siempre que no contradigan las Sagradas Escrituras, porque ello enriquece nuestro servicio y la vida de toda nuestra Iglesia». Ante la situación que se ha presentado en el país, continúa el documento, «es necesario evitar una mayor polarización de la sociedad, y favorecer ante todo la paz y la concordia”. Por ello, dicen, “consideramos indispensable expresar todo el amor de Cristo y estar dispuestos a perdonar y dialogar, incluso con quienes no están de acuerdo con nosotros en las opiniones sociales y políticas, que el mismo Cristo nunca puso como fundamento de Su edificio»

Por lo tanto, se permite pensar de manera diferente incluso sobre la guerra y sus motivaciones, sin negar la predicación del Evangelio a todas las partes implicadas, y garantizando «la ayuda a los que sufren y a los necesitados, independientemente de las banderas de su Estado y de su afiliación política». El debate continuará en los próximos meses, a sabiendas de la sensibilidad de las comunidades y los fieles pentecostales, que en la época soviética figuraban entre los creyentes más perseguidos, y que aún hoy soportan con gran dificultad las restricciones a la libertad religiosa en la Rusia de Putin.

Los pentecostales constituyen la mayoría de los protestantes rusos, que también están representados por las iglesias luteranas más tradicionales y las numerosas comunidades baptistas. Se calcula que la población rusa protestante representa entre el 1 y el 2% del total y congrega a alrededor de 1,5 millones de personas. Los luteranos, presentes en el territorio desde hace mucho tiempo, llegaron al Imperio Ruso desde Alemania o el Báltico en la época de Pedro el Grande. Por su parte, los baptistas comenzaron a radicarse a partir del siglo XIX, y posteriormente llegaron los pentecostales y carismáticos.

Tal como sucede con los católicos, las actividades religiosas de los cristianos no ortodoxos están reguladas por una ley que se hizo más estricta con las enmiendas de 2016. Se trata de la «Ley Jarovoj», que impide a los misioneros extranjeros actuar como responsables de las asociaciones rusas. La actividad misionera y catequética sólo puede ser llevada a cabo por personas acreditadas según la normativa vigente y solo puede desarrollarse dentro de los edificios de la iglesia. En este sentido, la vigilancia se ha vuelto sistemática en este periodo, para evitar cualquier forma de «descrédito de las fuerzas armadas y de la política de gobierno”.

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