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Rumanía el país donde se construye una iglesia cada tres días con dinero público

Rumania experimenta un auge de construcción de iglesias. Cada mes se erigen diez nuevos templos, y una inmensa catedral está tomando forma poco a poco.

Pero el país es uno de los más pobres de Europa, y algunos cuestionan el gasto que esto implica, especialmente para las arcas públicas.

Un viaje desde la ciudad de Suceava hasta la región de Maramures, ambas en el norte del país, ofrece un tapiz de exquisitos motivos religiosos.

En todas partes hay iglesias -grandes, pequeñas, medievales, modernas, con techos de chapa, de madera, pintadas- cada una con su propio encanto.

Lo particularmente llamativo, a medida que se avanza por las bacheadas calles que las unen, es su gran número.

Tras el palacio, la catedral

Desde la revolución de 1989 (que depuso al líder comunista Nicolae Ceausescu, quien había gobernado el país por más de 20 años), la Iglesia Ortodoxa rumana ha estado de parabienes.

La gran mayoría de la población, casi el 90%, es ortodoxa; y desde la caída de Ceausescu la Iglesia ha capitalizado su prominente posición dentro del país, construyendo templos a un ritmo de uno cada tres días, incluyendo la enorme catedral que está siendo erigida en el centro de la capital, Bucarest.

Cuando esté terminada, se espera que la Catedral para la Salvación del Pueblo sea el más alto edificio religioso del sudeste de Europa, y supere a su vecino Palacio del Pueblo, construido por Ceausescu.

Más de 100 millones de euros

Rumania es sin duda un país con una fuerte espiritualidad, en el que los rituales religiosos, los iconos, las celebraciones forman parte del tejido vital de muchos de sus habitantes.

Sin embargo están surgiendo cada vez más cuestionamientos sobre el financiamiento (en gran parte público) de la nueva catedral, y de la Iglesia Ortodoxa en general.

Uno de los principales críticos es el extravagante Remus Cernea, parlamentario y jefe del Partido Verde. «En Rumania tenemos un gran problema entre Iglesia y Estado», dice. «Mi parecer es que si la Iglesia quiere construir algo, está todo bien hasta que se llega al punto en que el dinero para construir esta iglesia sea el del pueblo, de las arcas públicas».

En 2009 el Fondo Monetario Internacional debió rescatar a Rumania, uno de los países más pobres de la Unión Europea.

Ese mismo país entrega fondos públicos a la Iglesia por más de 100 millones de euros (US$133 millones) para salarios de sacerdotes y muchos millones más para la construcción y mantenimiento de edificios religiosos.

Curas, políticos y campañas electorales

La Iglesia también recibe fondos de gobiernos locales, alcaldes, compañías estatales y los propios feligreses. No pude encontrar a nadie que pudiera confirmar exactamente cuánto recibe la Iglesia Ortodoxa por año en total.

Cernea, quien está impulsando un cambio en la legislación que regula cómo se financia la Iglesia, cree que la actual forma de funcionamiento se enmarca en un problema mayor.

«En muchos casos los políticos dan fondos públicos a las iglesias y a cambio los curas los apoyan en las campañas electorales. En ocasiones uno ve que las compañías constructoras que edifican las iglesias pertenecen a gente muy cercana a los políticos. Así que es como que el dinero da vueltas en círculo», dice.

Tanto el actual crecimiento de la Iglesia en Rumania y la cercana relación de la jerarquía ortodoxa con la clase política se explican, parcialmente, por los duros efectos del régimen de Ceausescu, durante el que decenas de antiguas iglesias fueron destruidas y muchos líderes ortodoxos colaboraron con los comunistas para poder sobrevivir.

«Simplemente mucha gente fue forzada a abandonar la religión durante los tiempos del comunismo, así que de cierta forma el regresar era algo natural», dice Liviu Andreescu, estudioso de las relaciones entre Iglesia y Estado.

La colaboración entre muchos líderes religiosos y comunistas ayudó a perpetuar «la fuerte sensación de cooperación entre Iglesia y Estado que vemos hoy, en que muchas actividades religiosas son financiadas por el Estado», dice.

Sacerdote expulsado

El ministro de Asuntos Religiosos de Rumania, Victor Opaschi, concede que existe una fuerte relación entre Iglesia y políticos durante las campañas electorales, algo que «no es bueno».

Pero dice también que hay problemas históricos excepcionales. «Los comunistas expropiaron a la Iglesia y ésta perdió casi todas sus propiedades», dice. «Ahora el Estado está intentando compensarla, devolviendo una pequeña parte de todo lo que tomó».

Los sacerdotes también reciben dinero de sus congregaciones. Es común que visiten las casas de los feligreses para pedir donaciones.

Cuando el cura ortodoxo Casian Pandelica se negó a cumplir con el pedido de un obispo de recaudar 50.000 euros (US$66.000) de sus 800 feligreses en el pueblo de Reviga para la remodelación de una iglesia, estalló un enfrentamiento que terminó en una violenta redada policial que él cree fue instigada por la jerarquía eclesiástica.

Pandelica fue expulsado de la Iglesia Ortodoxa, pero tiene el respaldo de la comunidad local. Ahora da misa en una capilla improvisada.

Tal vez sea inevitable, entonces, que Pandelica tenga sospechas sobre las motivaciones económicas de la Iglesia, diga que hace poco por la comunidad y sospeche que los líderes religiosos sean corruptos.

«Imperiosa necesidad de tener iglesias»

En la remota región de Moldavia, famosa por sus monasterios exquisitamente pintados, encontré al único miembro de la jerarquía ortodoxa dispuesto a hablar conmigo, el arzobispo Pimen.

Pimen es un hombre mayor con ojos azules, sabios, y radiante sonrisa, conocido en toda Rumania por su espiritualidad.

Reconoce que «no todos los curas dan tanto como deberían» pero niega que la Iglesia haga poco por la comunidad. «Si el dinero que se utiliza para construir iglesias se entregar a los pobres, ¿alcanzaría para cubrir sus necesidades?», pregunta. «Tenemos una imperiosa necesidad de tener iglesias y se están construyendo por muy poco dinero».

Sin embargo, a medida que el Patriarca (Daniel Ciobotea, líder de la Iglesia Ortodoxa Rumana) pide más dinero para la nueva catedral, crece el número de personas que cree que su costo es demasiado alto.

Casi todos los jóvenes con los que hablé, en especial en Bucarest, no concurrían habitualmente a la iglesia y sentían que el dinero podía ser usado en otras cosas.

Por ahora, sin embargo, la religión ortodoxa sigue siendo un componente vital de la vida de muchos en Rumania. Su preeminente posición en la sociedad del país no puede negarse.

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