Si uno no se siente parte de un colectivo, seguramente debería pasar de las declaraciones de su máximo responsable. Sin embargo, hoy es un día para despedir con todos los honores a un hombre que en nombre de la Iglesia ha tratado de imponer sus valores a una sociedad ejerciendo como un lobi gubernamental.
En comunicación, tan importante es lo que se dice como la actitud que acompaña al mensaje. Y si por algo se define el señor Rouco Varela es por su contundencia a la hora de defender la desigualdad de las personas en función de género, de su condición sexual, ejerciendo de punta de lanza de valores tan antiguos como reaccionarios.
Rouco Varela se va con los deberes hechos. Su presión y la del colectivo al que representa ha conseguido que el PP haga suyos los postulados que, defendiendo los derechos del concebido minuto 0, defenestra los derechos de las mujeres sobre su destino, sobre su cuerpo y sobre su vida. También lo intentaron con el matrimonio igualitario. La Iglesia que considera que uno no puede enamorarse de una persona sino es del sexo contrario, a través del PP llevó ante el Tribunal Constitucional la ley que permitía el matrimonio entre personas del mismo sexo. Por fortuna, este derecho fue avalado por el TC.
Finalmente, en la polémica cuestión territorial, Rouco tampoco ha perdido la oportunidad de ejercer un liderazgo político de primer orden para defender la santa unidad del Estado. Sinceramente, no sé en qué parte de la Biblia aparece este postulado, quizá en alguna encíclica papal, busco… No, por encíclica tampoco me sale nada. ¿Y entonces? ¿Por qué Rouco se proclama como el guardián de las esencias de la nación española? ¿Convicción personal? Cuando uno es el portavoz de una organización debe guardarse opiniones personales.
Señor Varela, se va con los deberes hechos, así que no hace falta que vuelva.
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