En un mundo en el que hay, aproximadamente, 83 conflictos bélicos en activo se hace imprescindible que haya quien cultive el Jardín de la Paz. Y en Rivas encontramos, precisamente, un espacio verde y tranquilo con ese nombre en torno al Centro Cultural Soka (C. Severo Ochoa, 5), un centro laico y budista que preside Enrique Caputo, un hombre profundamente comprometido con el diálogo interreligioso, que es el tema que queremos tratar hoy.
Rivas, importante centro budista por la paz
La organización budista laica internacional Soka Gakkai, a la que pertenece este centro, es una de las organizaciones budistas más grandes del mundo (con presencia en 192 países) y más activas en el diálogo interreligioso. Su sede en España es este centro, en Rivas, pero cuentan con dos más en Canarias y el proyecto de reabrir en Barcelona, donde tenían un local alquilado que decidieron dejar durante la pandemia.
Pero no es un budismo cualquiera de entre todas las ramas. “Para mí el budismo es un abanico, sujeta en un centro común que es Buda, pero con muchas varillas muy distintas”, explica Enrique Caputo. Cree que “aunque somos distintos a las religiones abrahámicas (judaísmo, cristianismo e islamismo), que tienen dogmas más definidos y rígidos, también tenemos algunos budismo más clericales o estrictos”. Sin embargo, Caputo es optimista: “la sociedad ha cambiado mucho, pero con nuestros 3.000 años de historia ese abanico que es el budismo sigue lanzando un mensaje refrescante, que conecta con la sociedad de hoy”.
De entre todas esas ramas, practican el budismo Nichiren. “Ese nombre fue el de un monje heterodoxo que se rebeló contra monjes corruptos que se vinculaban al poder político”, explica Caputo. Es el único fundador de una corriente budista sin un maestro directo. Él toma el Sutra del Loto, como enseñanza final, cree en el karma (la ley universal) como maestro, la ley universal. Por eso, no comparten las representaciones veneradas de Buda que se dan en otras corrientes. “A la muerte del Buda Shakyamuni (el Buda histórico), este le dice a su discípulo “sé tu propia isla”, es decir, busca en ti mismo la enseñanza”, nos cuenta Enrique Caputo.
Para este divulgador y pedagogo de las creencias budistas, el diálogo interreligioso y la paz es parte fundamental de la labor que realizan en su organización, Soka Gakkai. “Se crea la organización en 1930, entre dos guerras mundiales, por maestros que querían rebelarse contra el militarismo que tenía la educación nipona de la época y encuentran una filosofía de paz en el budismo”, narra el director del centro cultural. De hecho, su primer director Tsunesaburo Makiguchi muere en la cárcel por su activismo pacifista.
Unos comienzos menos accidentados tuvo el budismo en España, tras años de prohibición franquista. “Empieza a llegar en los años 70 a España, nuestra organización se registra en el año 1992 y en 2007 se consigue el hito de que el budismo reciba el reconocimiento institucional como confesión de “notorio arraigo” en el país”, explica Caputo, que hace unos años ejerció también como presidente de la Unión Budista que aglutina las corrientes de este credo en España.
“El budismo tiene hoy buena prensa, pero presenta un imaginario que no concuerda mucho con la realidad”, afirma. La expresión corriente de “karma” como algo negativo, el uso descontextualizado del término “mantra” o la idea del budista como “un tipo que se aísla” son algunos de los ejemplos que pone. “Hace falta mucha pedagogía, el budista es alguien comprometido y que sabe, por ejemplo, que está unido al medio ambiente. No queremos que todo el mundo sea budista, sino que cambie la forma de pensar”, defiende Enrique Caputo.
En ese sentido, cree que las diversas religiones comparten muchas cosas, como la idea del “Bien”. Este budista ha participado activamente en la Asociación para el Diálogo Interreligioso de la Comunidad de Madrid (ADIM) y en la Fundación Pluralismo y Convivencia, junto a figuras conocidas de la teología cristiana como Juanjo Tamayo (vinculado a la teología de la liberación) o Margarita Pintos (teóloga feminista). “El diálogo interreligioso es un diálogo que pretende que nos estimule, pero manteniendo cada uno sus convicciones”, defiende Enrique Caputo.
Este mismo verano, la organización a la que pertenece Enrique Saputo asistió en Chicago al “Parlamento de las Religiones del Mundo”, en el que lideraron una mesa redonda sobre “budismo, libertad y actualización de los DDHH”. Como resultado de estos debates y esta convivencia fraterna entre creyentes distintos, él resume cinco ideas que cree que son ampliamente compartidas por distintas religiones:
-La defensa de la naturaleza, como idea de “casa común”.
-La no violencia activa, la protección de la vida y la búsqueda de la paz.
-La justicia social y la igualdad de género.
-Una actitud solidaria hacia el otro, desde el valor de la compasión.
-Una visión que mira al mundo desde las víctimas, no desde el poder.
En sus diálogos con la sociedad laica, este representante del budismo también tuvo oportunidad de hablar del manejo del duelo con el Colegio de Psicólogos, por ejemplo. Allí le preguntaron una vez sobre el mindfulness, recuerda Caputo con una expresión entre molesta y divertida, ya que considera que sacar de contexto algunas técnicas del budismo aunque pueda no ser una desvirtuación total, sí que tiene implicaciones y riesgos, como que se convierta en un negocio. “Lo usan ya empresas del capitalismo para que sigamos produciendo, pero diciéndole a la gente: venga, medita media hora, y luego quédate hasta las diez”, denuncia Enrique Caputo.
Otro de los temas en los que están activamente implicados es la lucha por el desmantelamiento del armamento nuclear. Recientemente, hubo un evento laico católico en Berlín con el título “La audacia de la paz” y participaron con una conferencia titulada “Un mundo libre sin armas nucleares es posible” en el XXXVII Encuentro Internacional de Religiones y Cultura por el Diálogo. “Si imaginamos una pirámide de la violencia, en la cúspide está el armamento nuclear, si existe algo “demoníaco”, debería ser eso”, sostiene este vecino budista.
Actualmente, participan en la Alianza contra las Armas Nucleares y están impulsando que el Ayuntamiento de Rivas se sume a una declaración (que podría luego extenderse a la federación española de municipios) para que España firme el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, aprobado por la ONU, pero que no ha sido firmado por los principales países. En definitiva, cree que hay una ética que puede ser compartida más allá de la creencia religiosa. “Prefiero un musulmán honesto a un budista corrupto”, afirma este defensor del budismo en Rivas.
Estado aconfesional, Estado sin privilegios
En contraste con las asociaciones religiosas, encontramos a una de las asociaciones laicas más importantes y con mayor arraigo como es la de Rivas, que actualmente preside nuestra vecina Charo Pico. Para ella, “si el Estado no se implica en la religión, incluidos los cargos públicos, se abre un espacio neutral que permite el diálogo interreligioso y respeto a las creencias e increencias, que pensamos que tienen que ser de ámbito personal o particular”. La Asociación Laica de Rivas defiende que la religión es un asunto privado y que debe funcionar como cualquier otro asunto privado que lleva a la gente a reunirse, sin privilegios económicos o de otro tipo.
Rivas Laica viene denunciando que la Iglesia Católica recibe una financiación de aproximadamente 11.000 millones de euros a través del IRPF y de otras subvenciones, lo cual es “discriminatorio hacia otras confesiones y supone que el Estado se implique en esa actividad religiosa”, sostiene su portavoz. Aunque España no sea un Estado teocrático, como Israel, según el criterio de Charo Pico queda mucho por hacer para que sea verdaderamente aconfesional.
“Rivas fue pionera en su Reglamento Laico Municipal y nosotras hacemos mucha formación y pedagogía en ese sentido”, explica Pico. Este reglamento establece un marco laico para el Ayuntamiento, con normas neutrales que ayudan a saber qué hacer en casos concretos y a que toda persona se sienta representada por lo que hace la Corporación. “Si eres cargo público y te invitan a un acto religioso, puedes participar a nivel personal, no como representante”, resume Charo Pico como uno de los elementos más importantes.
Actualmente, el movimiento laico ripense está preparando su popular cena anual y una hoja de ruta para retomar las charlas que hacía en el pesado de la mano de Radio Cigüeña. Además, participan en eventos estatales como las Jornadas anuales de Europa Laica y tienen una magnífica relación con ellos, aunque no sean entidad miembro de la federación. Su presidenta, Charo Pico, también destaca el diálogo con asociaciones cristianas como Mujeres por el Derecho a Decidir y otros colectivos confesionales con demandas laicistas.
“Queremos que los pueblos tengan libertad de conciencia, de expresión y que las Iglesias no sean parte del Estado como ocurre en algunos Estados de Europa o en los Estados teocráticos porque eso acaba derivando en vulneraciones de derechos humanos”, resume Pico, mirando a la situación internacional.
Combatir la islamofobia en España
La portavoz de la Junta Islámica (que desde su sede en Córdoba coordina la actividad de los creyentes de esta fe en España), Isabel Romero, realiza pedagogía sobre la convivencia en un contexto en el que España cuenta con aproximadamente 2 millones de personas musulmanas. Al crecimiento importante de los años 90 por motivos migratorios se sumó un lento pero creciente proceso de conversiones de población española autóctona que está especialmente invisibilizada.
Y es que, como denuncian desde la Junta Islámica, la religión musulmana ha recibido mucho odio y rechazo desde el 11-S, pese a que tanto ellos como los expertos en terrorismo internacional destacan al elevada eficacia que ha demostrado el Estado español en prevenir y reducir los casos de radicalización islámica.
Los bulos y fake news que tienen como protagonista a la población musulmana se han incrementado en los últimos años, por la eclosión de portales como Mediterráneo Digital. Desde la Fundación de Estudios Críticos (FEC), desarrollan un proyecto europeo llamado “Against fake news and towards a basic education degree”, en el que capacitan a las personas para aprender a “leer” las noticias y a detectar las trampas que se usan en este tipo de desinformación que fomenta la islamofobia. Su coordinador nos cuenta que “junto a la población gitana, que es un colectivo que sigue recibiendo muchísimo odio en nuestro país, lo que vemos es un aumento de los discursos de odio hacia la población musulmana”.
Este experto nos dice que “las estrategias de verificación de la información como Maldito Bulo son necesarias pero se quedan en el plano reactivo y racional, cuando lo que necesitamos son narrativas emocionales que pongan en valor todos los aspectos positivos para la sociedad que tiene la convivencia entre culturas y religiones diferentes”. En este sentido, esta fundación de izquierdas acoge favorablemente las iniciativas de diálogo interreligioso: su red europea, transform! network, desarrolla incluso un evento de Diálogos Cristiano-Marxistas con periodicidad anual.
Lamentablemente, la respuesta del Estado a la amenaza de la radicalización islámica no es ni mucho menos perfecta. Así lo denuncia el sociólogo experto en radicalización islámica, Jesús Carreras, “cuando analizamos las sentencias y vemos los casos, se observa que estos procesos tienen que ver con la exclusión socioeconómica y procesos identitarios de desarraigo que son dolorosos para las personas que los viven”.
Es por eso que es autor junto al criminólogo Daniel Jiménez Franco, de un artículo en el que realizan una revisión crítica del “Plan Estratégico Nacional de Lucha Contra la Radicalización Violenta”. En este “paper” académico, alertan de los riesgos que tiene para el Estado de Derecho la construcción de unas categorías de “enemigo” muy amplias que acaban criminalizando el pensamiento (o la creencia religiosa), en vez de las conductas, que es lo que normalmente es objeto del Derecho Penal. “Las respuestas securitarias y policiales obvian el trabajo de inclusión porque obvian las causas profundas de esos procesos”, sostiene este experto.
Los efectos positivos de la religión
Si el foco mediático apunta a estos casos de fanatismo religioso, dejamos de ver otros efectos positivos que tiene la religión y que han sorprendido a los investigadores científicos. Por ejemplo, se ha demostrado la mayor salud mental que experimentan las personas religiosas cuando se tienen que enfrentar a situaciones de pérdida, duelo o soledad no deseada.
No solo muchas técnicas de meditación del budismo están siendo estudiadas, también la oración cristiana “ayuda a encontrar paz y relativizar las cosas que no tienen mucha importancia”, afirma De la Cruz, párroco de Santa Mónica. Lo cual, indudablemente, es un principio de supervivencia psicológica.
Este cura comparte la idea de que con la religión “siempre te sientes acompañado, sea por el Dios en el que uno cree, sea por las personas a las que te une también esa religión”. Aunque De la Cruz matiza que, si esto es positivo frente a situaciones de soledad, “la soledad que uno elige no es la misma que la que se nos impone”. Es en esos momentos duros, especialmente de duelo, el cura destaca lo que ve en sus fieles.
El párroco Jesús pone como ejemplo a una mujer que acudió a su despacho -”aún me emociona recordarlo” dice- porque le habían diagnosticado con 52 años un cáncer de cerebro terminal. “Con qué normalidad vino a verme y a contármelo, ella que no era especialmente creyente pero que se hizo más creyente en la enfermedad”, recuerda De la Cruz. Le contó al cura que “no se iba a amargar” en sus momentos finales y que los iba a dedicar a despedirse de sus seres queridos. “Renovó su matrimonio con su marido y sus hijos, hizo un banquete con sus amigos, hizo un regalo precioso a su hija para su boda (en la que ya no iba a estar) y dejó una carta escrita muy bonita para que se leyera en su funeral”, rememora. “A mí me dan (sus fieles, en general) un ejemplo tremendo de con qué paz y con qué sentido se vive la enfermedad o la muerte”, confiesa Jesús de la Cruz.
Construir la casa común
Los testimonios de estas personas de distintas creencias religiosas (o ausencia de ellas) muestran que, cuando se dejan a un lado los aspectos doctrinales más divisivos, hay un espacio común de encuentro y de diálogo tremendo a la espera de ser explorado y que contribuye a reforzar la convivencia. Un espacio que debe construirse “desde esas ideas comunes” para el budista, “desde el encuentro de la gente, más que de los dirigentes” para el católico y desde “un Estado neutral y aconfesional”, para los laicos.
Uno de los mayores “privilegios” de la Iglesia Católica, la mayoritaria y la que ha estado históricamente más ligada al Estado español, es su patrimonio histórico y artístico. Preguntado por qué templo nos recomienda visitar (además del suyo), el párroco Jesús de la Cruz nos recomienda la Catedral de Santiago porque es “el final de un camino de gente que busca, pero a la vez el centro de un cruce de camino”. Con esta idea, invitamos a que cada persona haga su propia búsqueda de la Verdad (religiosa o no) aprendiendo a convivir y encontrarnos, en este cruce de caminos que es la vida.