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Río+20, el futuro? sin derechos reproductivos

El viernes pasado terminó la conferencia de las Naciones Unidas sobre desarrollo sustentable, conocida como Río+20 o Cumbre de la Tierra 2012, celebrada en Río de Janeiro justo veinte años después de la primera. Estas cumbres, donde los presidentes suelen hacer su aparición para sacarse fotos y prometer vagamente que se van a ocupar de problemas que jamás estuvieron en su agenda, no suelen dar resultado alguno, y ésta no fue la excepción. Sin embargo, al menos alguien salió contento de Río+20: la gente que menos desearíamos que quede satisfecha, el partido de Dios. Esto decía la agencia católica Zenit sobre el documento final de la cumbre:

El texto de la declaración marca una bella victoria para quien defiende a la persona porque mientras contiene hasta seis referencias a la “salud” reproductiva en el párrafo 145, no contiene referencias a los “derechos” reproductivos, y ninguna mención a los servicios de salud reproductiva.

¿Y por qué son tan malos los derechos reproductivos?

Como se sabe, los derechos reproductivos y los servicios para la salud reproductiva significan: aborto; esterilizaciones forzadas, control de los nacimientos por parte del estado; experimentación de anticonceptivos más o menos invasivos sobre las mujeres de los países en vías de desarrollo.

El aborto electivo, con justificativos varios o sin ellos, está a disposición de buena parte de las mujeres del mundo, a pesar de la lucha incansable de la Iglesia Católica para obligar a las mujeres a parir sin cesar. Existen casos de esterilizaciones más o menos forzadas, sin duda: casos en que mujeres pobres, con muchos hijos, son empujadas por médicos u otras autoridades a esterilizarse, sin ofrecérseles alternativas (no me consta que tales casos sean habituales). También hay control de nacimientos por parte del estado en China, país que impone multas y castigos a quienes tengan más hijos de los permitidos; hay abortos forzados por estas circunstancias. Lo de la experimentación con anticonceptivos tampoco me consta, salvo como parte de teorías conspirativas.

Nada de esto tiene que ver con una política seria de derechos reproductivos, aplicada con las garantías de libertad individual que deben regir en un país democrático. Es ridículo que justamente los anti-derechos planteen este oxímoron. Cuando hablamos de los católicos, no se trata de que se opongan al aborto o a los anticonceptivos, simplemente: su oposición es a la misma idea de derechos. No tenemos derechos: sólo tenemos la obligación de hacer con nuestros cuerpos lo que el dios judeocristiano, celoso y egomaníaco, nos manda hacer, puesto que él es el creador y dueño de esos cuerpos.

La única nota de esperanza es que lo anti-derechos no han podido llegar más lejos en su alucinada carrera:

Sólo queda esperar, por tanto, que el próximo encuentro mundial proponga utilizar más fondos para favorecer el crecimiento demográfico.

No, no es broma.

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