Es una costumbre del candidato republicano Rick Santorum interrumpir sus mítines para sacar del bolsillo de su americana una copia en miniatura de la Constitución y la Declaración de Independencia de Estados Unidos, que dice llevar consigo siempre. La agita con pasión mientras cita de memoria un pasaje del segundo texto: “Todos los hombres son creados iguales, y su creador les otorga los mismos derechos inalienables, entre los que se hallan la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. El énfasis, siempre, lo pone sobre la palabra “creador”.
Santorum, de 53 años, es un candidato que ha ganado prominencia en las primarias gracias a su apasionada defensa de valores ultraconservadores, en consonancia con su profunda fe católica. Ha pasado de ser un candidato prácticamente desconocido fuera de Washington, a ganar cuatro primarias y a poner en serio riesgo el liderazgo del empresario y exgobernador de Massachusetts Mitt Romney de cara a la Convención Republicana de agosto, en la que se elegirá a quién compite con Barack Obama por la presidencia de la nación.
Esos avances los ha logrado Santorum haciendo campaña a favor de borrar las líneas que separan Iglesia y Estado. Para él, la dignidad humana proviene de Dios. Y es dios quien debe mandar en las esferas públicas. Por eso se debe prohibir categóricamente el matrimonio gay y el aborto en cualquiera de sus fases.
El candidato llegó ayer a un mitin aquí, al norte de Michigan, después de una polémica entrevista en el canal de televisión ABC, en la que había dicho que un discurso de 1960 del presidente John F. Kennedy, en el que este defendió la separación entre Iglesia y Estado, le había dando “ganas de vomitar”. “¿Un país en que la separación de Iglesia y Estado sea absoluta? Eso es Francia, no América”, dijo Santorum, con aire de indignación, arrancándole aplausos a los 500 electores reunidos en este mitin.
“Como Francia, nuestra república la estableció una revolución”, añadió. “La constitución francesa es similar a la nuestra. Pero hay una diferencia. Los franceses no tienen una Declaración de Independencia. Su constitución se basa sobre tres conceptos: igualdad, que es algo bueno; libertad, que es algo también bueno, y fraternidad, que es algo problemático. La fraternidad dice que los derechos de uno vienen de otro, del hermano. Aquí en América eso no es así. Aquí creemos en los derechos paternales, los que vienen del padre, del creador, de Dios”.
Con afirmaciones como esas, más propias de un sermón que de un discurso político, Santorum se gana la mayoría de aplausos en sus mítines. Y con ellas va sumando los votos conservadores que se resisten a respaldar a Romney. Aquí en Michigan, Santorum ha logrado pasar de ser cuarto en las encuestas a llegar al empate técnico por el primer puesto con Romney, que nació en este Estado, del que su padre, además, fue Gobernador en los años 60.
La gravedad de Santorum, sin embargo, viene normalmente acompañada de una campechanía y una cercanía que le hacen ganar apoyos en estos actos electorales a los que es tan dado. A Santorum, coinciden sus seguidores, hay que verle en persona, no a través de televisión. Por eso ganó en el primer Estado en celebrar primarias, Iowa: porque, a pesar de no tener fondos de campaña, se recorrió sus 99 condados con una camioneta, yendo de puerta en puerta.
Hoy el candidato sigue cultivando ese aire de marginalidad, a pesar de estar disputándose la nominación con el propio Romney, todo un multimillonario. A diferencia de este, sin embargo, Santorum no viaja rodeado de un séquito de asesores y periodistas. Le suele acompañar un reducido equipo e seguridad y algún miembro de su familia. Aquí a Traverse City vino con su hija mayor, Elizabeth, de 21 años, que ha dejado este año los estudios universitarios para ayudar a su padre. “Nos salió tan buena que decidimos tener siete hijos más”, dijo el candidato de ella.
La audiencia en los mítines de Santorum es más reducida que en los de su competidor, Romney. Pero es una audiencia totalmente entregada. “Lo que me gusta de Santorum es su autenticidad, su consistencia”, dijo uno de los asistentes, Tom Gray, de 67 años, que votará por él el martes, una jornada en que celebran primarias tanto Michigan como Arizona. “Santorum no cambia sus posturas, siempre defiende lo mismo”. Una de las coletillas de los discursos de Santorum es precisamente esa: “yo os contaré la verdad, aunque no me beneficie”.
El de la verdad es, de hecho, un concepto que vertebra la campaña de Santorum, un candidato poco dado a relativismos. Según dijo en este mitin: “un conservador de verdad es alguien que contempla la verdad, y considera los principios que han funcionando en el pasado, y los aplica hoy. Porque la verdad es algo que no cambia”.