Carta enviad al periódico El Mundo ante un comentario del libro El Espejismo de Dios publicado en dicho diario.
El Sr. Lazo (Teólogos, A DISTANCIA, 15-6-07), en su critica al último libro del Prof Dawkins (El Espejismo de Dios) despacha mediante un ejercicio de estadística elemental (bolitas negras, bolitas blancas) la Teoría de la Evolución de Darwin, emulando a los fundamentalistas estadounidenses que propugnan la Teoría del Diseño Inteligente, y otras simas del intelecto humano.
Una re-lectura del libro (¿o quizá un lectura?) le hubiera permitido quizá una crítica de mayor altura intelectual, incluso partiendo del prejuicio de que los textos escritos por unos nómadas neolíticos del desierto del Sinaí son el non plus ultra en bioquímica molecular y disciplinas afines: como bien dice el columnista "…sorprende la
ignorancia que demuestran…".
Por otra parte, el Sr. Lazo considera que el ateo "sincero" no debe inmiscuirse en las creencias religiosas, mientras que los creyentes son exhortados por sus pastores a "dar público testimonio de su fe": es decir, la ley del embudo. Si se aplicara el mismo el cuento, ¿a santo de qué se preocupa el Sr. Lazo por lo que opinen los ateos?
Por último, parafraseando al converso Chesterton ironiza el Sr Lazo sobre la cantidad de extravagancias que creen algunos, sin percatarse quizá de que habiendo ejercitado desde la niñez el "músculo de la credulidad" con "misterios" tales como que 1 = 3, que el agua puede convertirse en un Gran Reserva, denominación de origen Galilea, que la
resurrección o la levitación son habilidades al alcance de Dios, del Diablo, y de sus diversos enviados angelicales, etc, etc, es sencillísimo para los desengañados de los dogmas oficiales creer en el poder mágico de las pirámides, en la abducción por extraterrestres, en el contubernio cátaro-masónico-templario o cualquier ridiculez
similar. Las paparruchas son del mismo nivel: el creyente no ha hecho más que cambiar de parroquia.