COMENTARIO: La libertad de religión forma parte de la libertad de conciencia, básica de toda persona, y que el Estado debe preservar y respetar. El problema surge cuando el Estado no mantiene neutralidad y separación respecto a las religiones u otras convicciones. Cuando el Estado utiliza la religión o a la inversa para conseguir beneficios o privilegios. Eso es lo que está en juego en las visitas a Cuba y México del señor Ratzinger, que es recibido con honores de Jefe de Estado, siendo realmente un líder religioso, cuando se le paga desde el Estado la construcción de altares para que pueda evangelizar, cuando se preparan reuniones políticas,… Si se tratara simplemente de una visita pastoral a cargo de sus fieles, sin intromisión en la vida política, estaría en todo su derecho y nada que objetar desde el laicismo, máximo defensor de la libertad de conciencia. Pero ésta necesita la neutralidad del Estado y su separación para no invadir el espacio público con una doctrina particular.
Desde los más fervientes católicos hasta los ateos recalcitrantes están atentos a la visita del Papa Benedicto XVI a Cuba, la segunda parada de su gira por Latinoamérica a uno de los últimos países que defiende la bandera del socialismo.
La llegada del Sumo Pontífice el lunes, procedente de México, está marcada por sus declaraciones a bordo del avión papal en las que aseguró que el comunismo ya no funciona y que la Iglesia Católica está lista para ayudar a buscar nuevas vías que permitan a la isla avanzar sin "traumas".
Un gigantesco cartel presidido por un joven Fidel Castro, ataviado con su histórico uniforme verde oliva y fusil en mano, dará la bienvenida al Sumo Pontífice a Santiago de Cuba, ciudad que es al mismo tiempo cuna del movimiento revolucionario nacional y hogar de la Virgen de la Caridad patrona de la isla.
"Santiago: rebelde ayer, hospitalaria hoy, heroica siempre", reza la pancarta cerca de la Plaza Antonio Maceo donde el Papa oficiará el lunes la primera de sus dos misas en el país caribeño donde se esperan más de 200.000 personas.
Cuba aguarda con todos los honores al máximo jerarca de la Iglesia Católica, aunque esta vez no será Fidel Castro el encargado de recibirlo, como hizo con Juan Pablo II hace 14 años, sino su hermano menor Raúl, quien lo reemplazó al frente del Gobierno en febrero del 2008.
"Confío en Raúl, Fidel y sigo los pensamientos del Che (Guevara), aunque respeto al Papa y estoy listo para verle", dijo Roberto, quien pidió no revelar su apellido, bajo el abrasador sol caribeño de Santiago, a unos 900 kilómetros de La Habana.
"Le mostraremos (al Papa) que somos un pueblo solidario, instruido y con dignidad", agregó el convencido militante comunista.
La impactante visita de Juan Pablo II en 1998 aceleró el proceso de reconciliación entre la Iglesia y el Gobierno cubano tras décadas de roces desde el triunfo de la revolución en 1959, mientras que el viaje de su sucesor apunta a consolidar los vínculos cuando todavía persisten diferencias en temas como el uso de los medios de comunicación y la educación religiosa.
El Papa se entrevistará el martes con Raúl Castro y saldrá de la isla el miércoles. En su visita podría coincidir con el presidente venezolano, Hugo Chávez, quien viajó el sábado a La Habana para iniciar la radioterapia con la que se está tratando un cáncer.
Sin embargo, no está previsto que Benedicto XVI se reúna con ningún grupo de los llamados disidentes en la isla.
SÍMBOLO DE FE Y DE REVOLUCIÓN
Miles de cubanos peregrinan cada año a El Cobre para pedir milagros y bendiciones a Nuestra Señora de la Caridad, un pequeño santuario a pocos kilómetros de Santiago donde todo está preparado para que pernocte Benedicto XVI.
Esta pequeña imagen, conocida popularmente como la Cachita, se convirtió desde su hallazgo hace cuatro siglos en un icono nacional que trasciende la religión y es ahora el centro de una visita papal que espera reavivar la fe en un país que fue declarado oficialmente ateo en 1992.
El año pasado, una réplica de la imagen recorrió toda la isla en procesión atrayendo a cientos de miles de personas, lo que incrementó la percepción de que la Iglesia podría aumentar su peso como mediador social en momentos en que el Gobierno está impulsando un conjunto de reformas para reactivar la economía sin renegar de su ideario socialista.
"Creo en Dios, pero nunca he rezado", Leticia Rodríguez, de 17 años, cuyos padres militantes del Partido Comunista no le instruyeron para acercarse a la Iglesia Católica siendo adolescente.
Pero en Santiago también hay otro poderoso símbolo de la isla: el Cuartel Moncada, una fortaleza militar que se alza en el centro de la ciudad y donde Fidel Castro ensayó su primer intento por derrocar al dictador Fulgencio Batista el 26 de julio 1953, fecha que luego se consideraría día de inicio de la revolución que lo catapultó al poder seis años después.
Banderas de Cuba y el Vaticano ondeaban por toda la ciudad y la plaza, donde se ha instalado una carpa azul y blanca y más de 3.000 butacas para que cubanos y feligreses de Estados Unidos, México, España y Venezuela, entre otros países, escuchen el sermón del Papa.
"Bienvenido Benedicto XVI, peregrino de la Caridad", es uno de los carteles que los santiagueros han fijado en puertas y ventanas de toda la ciudad para recibir a Su Eminencia.
"La visita papal es algo grande. En 1998 era muy niña y no pude verle (a Juan Pablo II)", se lamentó Ana Isabel, una estudiante de 15 años, católica y que asiste regularmente a su templo en el centro de la ciudad.
"Ahora voy a participar cerca del Papa en la Plaza", dijo emocionada.
Otros, sin embargo, tienen ciertos reparos sobre la visita. José Conrado, un sacerdote de 60 años, consideró que el Papa debería reunirse con alguna representante de las Damas de Blanco, pese a que eso podría tensar la relación con las autoridades de la isla, que acusa al grupo disidente de estar financiado por Estados Unidos para desestabilizar al país.
"Creo que la iglesia cubana, el cardenal, los obispos, están manejando con mucha delicadeza la visita del Papa", aseguró el religioso.
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