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Religiosos vs. laicos en Israel

La sociedad laica se opone al modus vivendi de los ultraortodoxos. Estos últimos no participan en la vida del país, no van al ejercito ni pagan impuestos, sin embargo, reciben toda clase de ayuda.

Me confesaba un profesor de la Universidad de Jerusalén que me dio clases en el Instituto Cultural Helénico que él estaba de acuerdo con que los ultraortodoxos no presten su servicio militar y que se dediquen al estudio de la Torá, pero se opone a cualquiera que se juzgue religioso que no estudie y que se pase sus días tomando café en los restaurantes.

Fue David Ben-Gurión el que dio permiso a que aquellos que estudian Torá a no prestar su servicio militar porque veía en ellos la continuidad del judaísmo. En aquella época había unos 500 muchachos en la Yeshivot pero ahora constituyen el 20% de la población israelí.

En la serie Shtisel no se habla del conflicto árabe israelí ni se menciona a aquellos que no dediquen su vida al estudio de la Torá. Parece que siguen viviendo en los shtetl de Europa donde el mundo de afuera es extraño y no pertenece a su vida diaria.
Los ultraortodoxos no se preocupan por el país sino por la propia sociedad en que viven. Se casan, crecen, viven y mueren en un mundo ajeno.

Israel está ubicado en el Medio Oriente y rodeado de países enemigos y, aunque haya hecho la paz con algunos de ellos, siguen siendo extraños en esta región del mundo. Los que han hecho la paz con Israel siguen sin aceptar la presencia de los judíos como vecinos y se sentirían muy aliviados si esta nación desapareciera.

Hay una tendencia de parte de la mayoría de la población laica, un rechazo a aquellos que se visten de negro y son ajenos a su idiosincrasia.

Me temo que, si algún día Israel hace la paz con sus vecinos, haya una confrontación con los ultraortodoxos, estos ociosos que no aportan nada y sin embargo viven a costa de los demás. Ha habido muchos intentos de obligar a esta gente a formar parte del ejército, pero son reacios a cualquier tipo de disciplina laica.

A mi parecer hemos sufrido 2,000 años de diáspora y ataques de nuestros conciudadanos en los países donde vivimos y estuvimos a merced de la mayoría que no aceptaban a aquellos que son diferentes. El maltrato, la discriminación y el odio siempre terminaban con pogromos. Y en los años 40, al Holocausto hitleriano que quiso aniquilar a todos los judíos del mundo porque los consideraban como una lacra en los países donde dominaron por un breve lapso durante la Segunda Guerra Mundial.

Recuerdo que, durante mi niñez en el Líbano, mi padre subió a visitar a mi tía y me dejó abajo jugando con mis amigos. Después de poco tiempo subí llorando con mi padre a decirle que me habían pegado unos niños no judíos. Mi padre, en lugar de consolarme, me quiso pegar por meterme a pelear, me alegaba que pelear no era una costumbre judía y que esto era solamente de los Goyim.

Imagino que este ha sido el pensamiento del pueblo judío durante milenios que vivieron y fueron victimas de sus conciudadanos que los agredían sin excusas y cuya única defensa era huir y vivir temerosos en las sociedades que los rodeaban.

El resultado de este pensamiento nos hizo aceptar la agresividad y el maltrato de nuestros compatriotas no judíos por ser “diferentes”.

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