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Religión y empatía

La empatía es la capacidad para ponerse en el lugar del otro. Es comprender que lo que sienten y viven los demás es básicamente lo mismo que sentimos nosotros. Su gran enemigo es el egoísmo, la falsa creencia de que somos islas aisladas que se relacionan entre sí solo buscando algún tipo de beneficio. Eso es falso porque todos estamos conectados con todos de una manera esencial y profunda, aunque no seamos conscientes de ello.

Hay muchos obstáculos que impiden y dificultan la empatía. Uno de los principales es la religión. Durante miles de años los líderes religiosos nos han prometido el amor universal y la concordia entre los seres humanos. Pero lo que nos han dado es fanatismo, guerras y violencia. El paraíso prometido por casi todas las religiones se ha convertido en un infierno. La mayor parte de la gente sigue alguna confesión religiosa. Y a pesar de ello el mundo vive inmersión en el conflicto y desgarrado por el dolor.

¿Por qué pasa esto? La respuesta es muy simple. Hemos creado un ideal que se ha convertido en más importante que las personas, algo que hace imposible la empatía. La religión es una barrera mental que nos encadena a dogmas y que nos hace obedecer ciegamente a las jerarquías eclesiásticas que se consideran depositarias de esas ideas dogmáticas que ellos mismos han creado. La vida de la gente se convierte en algo secundario frente a la revelación divina que defienden algunas de las religiones más importantes.

No podemos ponernos nunca en el lugar del otro si pensamos que es irrelevante en comparación con la verdad absoluta de la religión. Y no puede haber empatía cuando no somos totalmente libres para comprender a los demás y para entendernos a nosotros mismos. La fe no es una forma de libertad, sino una esclavitud aceptada. Si alguien decide ser un esclavo no es libre, continúa siendo un prisionero, aunque lo sea por voluntad propia.

Para que la empatía surga hay que renunciar al dogma y no crear ideales absolutos que se acaban convirtiendo en instrumentos de control social. Solo renunciando a la seguridad que nos da el seguir a otros podremos encontrar el camino que nos lleva a la verdad. Y cuando desaparecen los ideales que nos dividen la empatía es algo natural. Si todos comprendiéramos que es más importante lo que nos une que lo que nos separa las luchas incesantes por las que morimos y matamos dejarían de tener sentido.

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