El nuevo presidente definirá las nuevas mayorías de la Corte Suprema y con eso temas trascendentales como la adopción de parejas del mismo sexo. Esto es lo que está en juego.
Pareciera que es un factor que no tiene mucho que ver. En medio de la frenética campaña por la presidencia de los Estados Unidos, de los escándalos sexuales de Donald Trump y de los líos de los emails de Hillary Clinton, hubo un tema que pasó desapercibido, pero que no fue irrelevante: la religión.
El diario The Economist fue claro en esa explicación “de toda la gimnasia mental requerida por los defensores de Trump, ninguna es más intensa que las racionalizaciones ofrecidas por sus ‘porristas’ evangélicos”. En todo el país, líderes de estas comunidades religiosas salieron a defender al magnate. “Todos somos pecadores”, le dijo un pastor al semanario británico refiriéndose a los escándalos del líder republicano.
En un país en el que más del 70 por ciento de las personas son evangélicos, protestantes y católicos (según el Pew Research Center), los partidos políticos saben que tienen que construir relaciones con gran cantidad de grupos religiosos. Por su carácter conservador, el Partido Republicano ha logrado obtener la mayoría de respaldos, aunque en algunos casos los demócratas han utilizado la religión de los candidatos para captar la atención de los votantes como sucedió con John F. Kennedy.
El factor religioso cobró especial importancia desde los años 70 en los que temas como el aborto, la eutanasia y el matrimonio de parejas del mismo sexo comenzó a tener gran importancia. La sentencia Roe vs. Wade en el año 1973, que permitió el aborto en el primer trimestre y la posterior ley que lo reguló a nivel federal, desataron el rechazo de millones de cristianos. Ese malestar fue canalizado por el Partido Republicano en todo el país y en los años ochenta uno de los apoyos más importantes que tuvo Ronald Reagan para ser elegido y reelegido fue el religioso, pues él se identificaba como un cristiano e incluso François Mitterrand, destacaba que éste “tenía dos religiones: la libre empresa y Dios – el Dios cristiano.”
En las actuales elecciones existe un factor que ha logrado unir nuevamente a miles de cristianos: el matrimonio de parejas del mismo sexo. El 26 de junio de 2015, la Suprema Corte de los Estados Unidos aprobó el matrimonio igualitario en la sentencia del caso Obergefell vs. Hodges, lo cual generó rechazo en muchos grupos religiosos. Donald Trump ha aprovechado esta situación y uno de los temas que ha incluido en su agenda es el rechazo al matrimonio de parejas del mismo sexo.
Como en los Estados Unidos esos temas han sido decididos por la Suprema Corte, la controversia ha llegado hasta la elección de sus miembros. El debate se abrió con la muerte del juez Antonin Scallia, cuyo cargo se encuentra vacante y una de las primeras labores del nuevo gobernante será nominar su reemplazo. Trump ha señalado que el nuevo miembro y los que se elijan si es el elegido deberá tener el molde del Juez Scallia, quien tenía una tendencia conservadora y junto a los jueces Roberts, Tomas y Alito se opusieron a la decisión.
“El poder del presidente para nominar a los magistrados de la Corte Suprema, y así influir en la ley sobre el matrimonio, el aborto y la libertad religiosa, supera todo lo demás”, señala la revista Economist.
El diario The New York Times ha hecho varios editoriales denunciando este efecto secundario de las elecciones presidenciales. “Los republicanos quieren mantener esa mayoría (en la Corte Suprema), incluso si eso significa arrojar fuera todas las normas políticas”, señaló el tradicional diario, uno de los mayores críticos de la candidatura de Trump. Agregó que un tribunal ideológicamente controlado por ese partido “podría utilizar una severa interpretación de la Constitución para asegurar que la política estadounidense pueda ser inundada con dinero ilimitado, que las restricciones de armas razonables sean derribadas, que los intereses corporativos prevalezcan sobre los de los consumidores y que las regulaciones ambientales básicas sean rechazadas”.
Irónicamente Trump está a punto de perder el apoyo de un estado que en los últimos 50 años siempre ha votado por el Partido Republicano. Utah es un estado vinculado estrechamente con los mormones, en su capital Salt Lake City se encuentra su sede principal y más del 60 por ciento de sus habitantes son miembros de esa asociación religiosa.
Es tal la influencia de este grupo que el candidato independiente mormón Evan McMullin (22 por ciento) está casi empatado en las encuestas con Clinton y Trump (26 por ciento ambos), lo cual está a punto de quitarle la nominación por este estado a este último, pues dividió los votos que han sido tradicionalmente republicanos.
La influencia del partido del presidente nominador en la tendencia ideológica de la Corte se hizo evidente en la decisión de la aprobación de parejas del mismo sexo. Los 4 nominados por presidentes demócratas votaron a favor de la decisión: Ruth Ginsburg y Steplen Breyer fueron nominados por Bill Clinton y Sonia Sotomayor y Elena Kagan por Barack Obama. Por su parte 4 de los 5 nominados por los republicanos votaron en contra: John Roberts por George Bush, Clarence Thomas y Samuel Alito por George H. W. Bush y Antonin Scallia por Ronald Reagan.
Los grupos religiosos han dado especial relevancia al nombramiento del reemplazo de Scallia, pues saben que pronto la Corte Suprema tendrá en sus manos un tema aún más relevante que el matrimonio de parejas del mismo sexo: la adopción.