Descargo de responsabilidad
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A todos se nos pegó el puré alguna vez. Entonces movemos el cucharón en el pote con cuidado de no remover el fondo quemado que arruinaría el sabor de lo demás. Hace unos días el tal Yasine Kanjaa mata a cuchilladas a un sacristán, porque no le dejaron hacer más. En nombre de Alá. El cucharón de semejante tragedia remueve el pote nacional y salen del fondo miasmas agrias que envenenan la convivencia con la acidez de nuestra peor historia. Del fondo más podrido del pote salió que es que a esos moros se les deja pasar la frontera y se les financia para que otros mueran. Y sale que eso ocurre porque era musulmán, que con un católico eso no pasa. La religión se cuela en la actualidad. La del asesino que mata por ella, la del fascista que la invoca para odiar y excluir a grupos humanos y la del conservador que no está en el fascismo, pero sí en un mirador con vistas a él. Poco antes, García-Gallardo recitaba, como un muñeco de ventrílocuo, el ritual de la internacional ultra para humillar a las mujeres que aborten. No, no es lo mismo obligar a las mujeres a escuchar latidos que matar a puñaladas. Eso es lo que digo yo, y lo que dice la mayoría. Son los fanáticos los que dicen que sí es lo mismo apuñalar a un sacristán que una mujer sea libre de hacer con su embarazo lo que le convenga. La cuestión es que también aquí asoma la religión en la cosa pública. Asoma el dogma religioso en la internacional que quiere dictar a las mujeres lo que deben hacer con su vida y también asoma en la existencia de una objeción de conciencia que convierte en una yincana el ejercicio de un derecho.