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Religión o Inquisición

El presidente Zapatero no sólo ha hecho bien en no asistir a los actos religiosos programados en la reciente visita papal, sino que ha cumplido con su deber de jefe del Gobierno de un país en democracia. Porque no todos los españoles son activistas religiosos, y porque, aunque lo fueran, el deber de un mandatario de un Estado de Derecho es mantener las cosas del Estado en el ámbito de la asepsia y la neutralidad confesional. Porque las religiones, según ellas afirman, son, o deberían ser, asuntos relacionados con la espiritualidad y, por tanto, concernientes exclusivamente a la vida privada de los ciudadanos.

Por otra parte, el Gobierno se ha abstenido de valorar las declaraciones crispantes y agresivas del Papa refiriéndose al espectro laicista de la sociedad española. Sin embargo, los españoles no debemos abstenernos, sino valorar en su justo significado esas palabras que, con clara connotación beligerante, comparan al laicismo español con el anticlericalismo de los años treinta y le tachan de "agresivo". El Papa parece estar muy mal informado, y quizá debiera tomar algunas clases sobre pluralismo, pacifismo, respeto a la ciudadanía, democracia y Derechos Humanos. Por otra parte, no parece respetar mucho las normas básicas de educación y urbanidad quien, en una visita a carísimos gastos pagados, se atreve a vilipendiar a una parte de los anfitriones que la financian.

Mirando el pasado
Puestos a mirar al pasado aludido, precisamente hace unos días leía con detenimiento la Constitución de la República Española de 1931, decretada por las Cortes Constituyentes en representación de la Soberanía legítima que la refrendaba. El artículo tercero de las Disposiciones generales expone literalmente: "El Estado español no tiene religión oficial", y el artículo sexto de este mismo apartado garantizaba el carácter pacifista del Estado español: "España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional". El Artículo 25 (capítulo primero, Título tercero) expresa "No podrán ser fundamento de privilegio jurídico: la naturaleza, la filiación, el sexo, la clase social, la riqueza, las ideas políticas ni las creencias religiosas". Y el artículo 27 reza, por su parte: "La libertad de conciencia y el derecho de profesar libremente cualquier religión quedan garantizados en el territorio español, salvo el respeto debido a la exigencia de la moral pública…Todas las confesiones podrán ejercer sus cultos privadamente. Las manifestaciones públicas de culto habrán de ser, en cada caso, autorizadas por el Gobierno".

Constitución de 1931, democrática y avanzada
Se trata de una Constitución absolutamente moderna, democrática, justa y que colocaba a España en un lugar de privilegio democrático dentro del entorno europeo.
En cuanto a la religión, la República garantizaba el respeto a la libertad de conciencia, la separación Iglesias-Estado, y recortaba considerablemente los privilegios seculares (terrenales, que no divinos) de la Iglesia católica en España. Era mucho "pedir" para un país teocrático sometido al poder religioso durante muchos siglos. Poco después empezaron los disturbios, la crispación, los enfrentamientos que dieron lugar a la Guerra Civil y al nefasto golpe de Estado que supuso cuarenta años de siniestra dictadura, con la consiguiente recuperación por parte de la Iglesia de sus ancestrales y desmesurados privilegios.

Toda la verdad, no sólo una parte
Es más que obvio que existió efectivamente un movimiento anticlerical previo a la Guerra Civil, tanto como es obvio que era la respuesta a un movimiento de fanatización e integrismo conservador y religioso que se oponía a los avances que suponía la Constitución mencionada, y que pretendía (y logró) acabar con la República , aun a costa de destrozar el país y someterle a una larga teocracia. Puestos a decir la verdad, habría que contarla toda y no sólo una parte. Y en cualquier caso, nos resulta bastante llamativo que el jerarca de una organización que se autoatribuye la autoridad moral sobre los humanos, no se conduzca por la ética de la verdad, por la prudencia, el amor al prójimo, el respeto y la moderación, sino que haga alusiones que no son en absoluto ciertas, desprestigiando una posición ideológica del todo legítima, democrática y defensora del Derecho fundamental que es la libertad de conciencia. Sólo faltaría que, como en tiempos franquistas, y como en toda inquisición, dictadura y totalitarismo, nos impusieran nuestras creencias.

La verdadera agresión
Quizá el máximo representante católico se haya equivocado de ámbitos donde sí es frecuente la agresión y el integrismo. Porque sí es agresión contra el Estado de
derecho que su terminal política en España (PP) lleve años crispando, mintiendo y difamando al Gobierno de España; sí es agresión y radicalismo hacer campaña de acoso y derribo contra una asignatura que enseña a los alumnos valores democráticos, tolerancia y respeto a la diversidad; sí es agresión las palabras infames que se
vierten desde los medios de comunicación propiedad de la Iglesia.

El verdadero integrismo
Sí es integrismo no respetar los derechos de las minorías ni de los homosexuales y pretender tenerles relegados en la marginación, como antaño. Sí es integrismo
oponerse con saña a la Ley de Memoria que pretende restituir la dignidad de muchos miles de españoles que, por defender en su día la República , fueron fusilados y su memoria vilipendiada hasta los límites más inconcebibles. Sí es integrismo intolerable la cantidad de infamias que se vienen vertiendo contra el laicismo, que no es otra cosa que el respeto a la esencia de la democracia.

El verdadero amor al prójimo
Sí es integrismo, apoyándose en la tolerancia, expandir la intolerancia, y sí es integrismo adoctrinar, manipular conciencias e imponer a todos una creencia determinada. Eso es, repito, totalitarismo e inquisición. Quizá el verdadero "amor al prójimo" no se encuentre en ningún dogma ni ninguna imposición religiosa, porque, como decía el
sabio y filósofo Ramayat "amar de verdad a alguien es ayudarle a ser libre". Y tengo la impresión de que sobre eso las religiones saben realmente muy poco, o probablemente nada.

Defensa
Lo que algunos llaman "agresión" o "ataque" quizá no sea más que defensa, defensa del Estado de Derecho y de la democracia.

Coral Bravo es Doctora en Filología y miembro de Europa Laica

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