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Relaciones peligrosas: Iglesias evangélicas, kirchnerismo y macrismo en el conurbano bonaerense

El gobierno de Eduardo Duhalde significó un punto de inflexión. Con el kirchnerismo y el peronismo, las Iglesias evangélicas avanzaron en la integración e institucionalización en el Estado. Con Cambiemos ganaron visibilidad. Aquí presentamos un recorrido sobre este fenómeno desde el 2002 hasta hoy, partiendo de la necesidad de separación de la Iglesia del Estado, y el respeto a la libertad de culto y conciencia.

Ya hace más de una década empezaron a proliferar, desde el seno de los intelectuales de la sociología de la religión y otras áreas, diversos estudios sobre el desarrollo de las Iglesias evangélicas en lo que denominan la “gestión pública” y con la mirada puesta, en especial, en el conurbano bonaerense. Desde el año pasado, producto del debate parlamentario por el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo, varias publicaciones recobraron relevancia ante su aparición en la escena pública, e incluso llegaron a los medios nacionales. Pero en esta entrega la propuesta es poner el foco en la trama de fondo: la integración e institucionalización de las mismas al Estado y sus relaciones con los distintos gobiernos y partidos para configurar, en parte, un nuevo paisaje bonaerense.

Un punto de inflexión simbólico

En “Pan y palabras. La inserción evangélica en la gestión pública en Argentina” (2015), Marcos Carbonelli demuestra cómo durante la presidencia de Eduardo Duhalde se dio un salto cualitativo en la relación con las Iglesias evangélicas. Cómo se pasó de las redes de asistencia religiosa paralelas al Estado a redes anexadas a la acción estatal, con el objetivo de crear andamiajes para el control y la contención social en un marco de alta desocupación y pobreza. Y para graficar ese momento, toma la inclusión de las federaciones evangélicas [1] en la Mesa del Diálogo Argentino en 2002, convocadas en su momento por el gobierno. Marca allí un punto de inflexión de tipo simbólica. Por un lado por su inclusión, pero condicionada, ya que las mismas se encontraban subordinadas a la jerarquía de la Iglesia Católica.

Pasada la crisis, e incluso en los años de crecimiento económico y con el kirchnerismo ya en el Gobierno, esta relación entre el Estado y las Iglesias evangélicas dejó de ser simbólica. Por el contrario, se profundizó y comenzó un proceso de integración e institucionalización, con epicentro en el conurbano bonaerense.

El primer encuentro

En “Desde el barrio: perspectivas cerca de la actividad política de pastores evangélicos en el conurbano bonaerense” (2009), Carbonelli destaca el testimonio del pastor César Castets de Malvinas Argentinas. El mismo da cuenta del primer encuentro en 2005 con Alicia Kirchner, quien por entonces estaba al frente del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación:

Mi Iglesia es la más grande del distrito. Entonces todo político se acerca. En la campaña del 2005 nos pidieron prestado el lugar porque entra mucha gente, para que viniera Alicia Kirchner. Vino Alicia Kirchner, que era en ese momento, al igual que ahora, ministra de Desarrollo Social […] Y quedó una buena relación, yo en ese momento no pensaba en la política, pero quedó una buena relación. Algo pasó ahí con el Frente para la Victoria que quedaron enganchados con nosotros. Quedaron enganchados con nosotros y nos vinieron a buscar… Yo creo que por eso, por el hecho que a la Iglesia viene mucha gente” [2].

Y agrega: “Porque no pasamos desapercibidos”.

Por su parte, el pastor Leonardo Álvarez de La Cava, municipio de San Isidro, es quien relata el primer encuentro, esta vez, con el expresidente Néstor Kirchner:

La primera vez que Néstor Kirchner confía en nosotros […] Fue la primera persona que confió en unos pastores que nadie conocía. […] Nosotros pedimos una reunión en mayo de 2006 y él hizo que bajara un equipo conformado por especialistas de diferentes ministerios al barrio, y lo recorrieran [3].

De la entrevista con Leonardo Álvarez, el autor concluye que de allí en más la asistencia social territorial la “obtiene del Ministerio de Desarrollo Social y el Ministerio de Salud de la Nación”. Y que comienza a realizar actividades denominadas “extraordinarias”:

Ya no solo “baja” recursos desde la esfera estatal hacia el barrio, sino que también lo hace hacia comedores, jardines de infantes de la zona, merenderos, e iglesias evangélicas que también desarrollan actividades sociales, no solo de las zonas adyacentes, sino también de otras localidades [4].

Es por estos años que los pastores empiezan a disputar espacios de gestión a nivel municipal, después de estos primeros contactos con el kirchnerismo.

En los municipios

Comenzada la relación desde las carteras nacionales, empezó posteriormente un proceso para estrechar lazos con las Iglesias evangélicas desde los municipios del conurbano bonaerense, gobernados por el peronismo.

Para dar cuenta de esto, Carbonelli detalla cronológicamente diversos encuentros y resoluciones. En el 2007 Julio Alak, quien era por ese entonces intendente de La Plata, designó una oficina al Consejo Pastoral local, a los fines de legitimar sus tareas centradas en la asistencia social. En noviembre de 2009, el intendente de La Matanza, Alberto Ballestrini, recibió por primera vez a una comisión de la Federación Pentecostal FECEP y reconoció la labor social de las iglesias evangélicas. En marzo de 2010, la Asociación Pastoral de Zona Norte del Gran Buenos Aires firmó con la Municipalidad de Tigre un acuerdo de ayuda económica para tarea social de los pastores. Y también, pocos meses más tarde, dirigentes evangélicos le ofrecieron su colaboración al ministro de Desarrollo Social bonaerense, en la gestión de Daniel Scioli, para la implementación de diferentes programas sociales, cuestión que el ministro se comprometió a trabajar de forma articulada [5].

Para el investigador se consolidó esta articulación entre las Iglesias evangélicas y las entidades estatales bajo una doble vía: en la percepción de subsidios para continuar con sus múltiples obras (entre las que describe de tipos educativas, asistenciales, recreativas) y en la asunción de un rol creciente como intermediarios de programas de políticas públicas [6].

En un reciente artículo publicado por María Pía García Bossio, titulado “Pentecostalismo y política en Argentina” (2019), la autora da cuenta de la existencia al día de hoy, en la provincia de Buenos Aires, de una veintena de direcciones municipales de culto. Detalla que las mismas están concentradas en el Conurbano, La Plata y alrededores, con excepción de la oficina de cultos de Bahía Blanca; y que la mayoría de estas direcciones municipales mantienen vínculos fluidos con las Iglesias evangélicas locales, o tienen en la actualidad un director o directora evangélica pentecostal.

También destaca que las direcciones existen en municipios tanto peronistas como gobernados por Cambiemos. Pero sostiene una diferencia, y es que en los municipios peronistas “la mayoría de los directores de culto son pastores o miembros destacados de comunidades evangélicas pentecostales”, mientras que en las direcciones “que iniciaron o continuaron su gestión bajo el gobierno de Cambiemos provienen en su mayoría de trayectorias católicas, si bien en el último año se ha producido un incremento de direcciones gestionadas por evangélicos”. Para la autora, en esta relación entre Iglesias evangélicas y municipios,

… muchos pentecostales comprenden que la opción de acceso a cargos políticos por vía electoral es difícil, casi imposible si pensamos en partidos confesionales, por lo que iniciaron un proceso de acceso al poder “desde abajo”, buscando obtener cargos públicos no electivos, tanto en las provincias como en los municipios, particularmente en líneas medias de la estructura estatal” [7].

Pero si los pastores emprendieron un proceso de acceso al poder “desde abajo”, hace falta también destacar que el kirchnerismo y el peronismo les abrieron las puertas “desde arriba”. Tanto cuando ocuparon la presidencia y la gobernación de Buenos Aires, en especial durante el periodo 2005-2015; y desde los municipios la continuaron y profundizaron cuando las perdieron.

Una vez que Cambiemos asumió el nuevo Gobierno nacional, en diciembre de 2015, se entrometió en la disputa desde el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, a cargo de Carolina Stanley, y desde la gobernación provincial en manos de María Eugenia Vidal, aprovechando la mayor concentración de recursos a su disposición. ¿A cambio de qué? Sobre esta pregunta volveremos más adelante.

La Matanza avanza

En el caso del municipio más poblado y de mayor densidad electoral de la provincia de Buenos Aires, la intendenta Verónica Magario fue incluso más allá que sus otros pares.

En 2018 se comprometió en la creación de una Subsecretaría de Culto, para que sea dirigida por un pastor pentecostal tras un acuerdo con la Iglesia Católica. Lo hizo, justamente, mientras llamaba a las jerarquías de ambas instituciones a la Mesa de Diálogo Social con empresarios y dirigentes sindicales del distrito, cuando la crisis económica y social empezaba a agravarse, con el objetivo de reforzar los mecanismos de control y contención social.

Recientemente, en mayo de 2019, la intendenta firmó la disposición para la creación de la primer Subsecretaría de Culto de toda la provincia de Buenos Aires. Según las palabras de la propia Verónica Magario, la misma tendrá como objetivo

… articular la inversión social del Ejecutivo con la tarea de contención que las iglesias de distintos credos ya vienen desarrollando en distintos barrios matanceros. […] Hemos tomado la decisión de crear la Subsecretaría de Culto, porque resultaba indispensable crear un espacio donde todos los credos puedan organizar su tarea junto al Estado municipal [8].

Es de destacar que “su tarea” es justamente la administración de la asistencia social, con los recursos económicos del municipio, para el control y contención de los sectores más empobrecidos, los primeros golpeados por la crisis. Poniendo los mismos en manos de Gabriel Ciulla, pastor evangélico de la Iglesia Camino de Vida de la localidad de Laferrere.

Como este avance cualitativo en la integración de las Iglesias evangélicas al municipio fue en acuerdo con la jerarquía católica, no es contradictorio con la adhesión de los intendentes peronistas, como Magario, al “Pacto de San Antonio de Padua”. Dicho pacto adhiere a la encíclica papal Laudato Si de Bergoglio desde el año 2016. Es el mismo papa Francisco quien promovió que las gestiones peronistas de los distritos bonaerenses trabajen ambas instituciones religiosas en común, sofisticando el andamiaje de control y contención social previamente existente, con el objetivo de impedir que se manifieste, vía estallidos y diversas acciones, la crisis social que involucra a millones de pobres hacinados en el conurbano, que se profundiza en un país que está bajo el control del FMI.

A corazón partido

En este proceso donde los pastores buscan acceder al poder estatal “desde abajo” encontramos que “la orientación ideológica que los partidos poseen, para los líderes evangélicos [tiene, N. de R.] una valoración menor, si se la compara con el anhelo de alcanzar los espacios de decisión” [9]. Esto explica los sobrados ejemplos donde los pastores de los municipios fueron candidatos en diversas listas, según cada elección. Un caso paradigmático es el del ya citado pastor César Castets, quien fue primero candidato por el Frente para la Victoria (FpV), pero luego saltó al PRO y también integró la lista del Partido Unidad Federalista (PA.U.FE.).

Pero no solo los pastores buscan por sí mismos acceder a cargos en la gestión estatal. Al mismo tiempo,

… los políticos peronistas (pero también de otros partidos), se acercan a los referentes evangélicos, porque conciben su fuerte inserción en el territorio como un capital político de valor incalculable, en la medida en que éste implica una relación estrecha con los habitantes del barrio, capacidad de movilización y una imagen a priori guarnecida de la crítica habitual a la clase política. […] Por otro lado, los líderes evangélicos buscan contactarse con los “políticos profesionales” porque asumen su preeminencia en el acceso a los planes sociales y porque representan una puerta de acceso insalvable en lo que respecta a la competencia electoral: ninguno de los casos analizados aventuró otra forma de participación que no fuera a través de una estructura partidaria[10].

Pero ante estos avances en la estrecha relación entre los municipios peronistas y las Iglesias evangélicas, dándole un lugar destacado a los pastores más representativos de sus distritos, “los ministerios de Desarrollo Social nacional y bonaerense [ya bajo la gestión de Cambiemos, N. de R.] también las incluyeron en el circuito de reparto de asistencia alimentaria en zonas claves del conurbano [11]. Según el periodista Carlos Rodríguez, de Página/12, la gobernadora María Eugenia Vidal distribuye bolsones de comida en 4.500 congregaciones evangélicas de la provincia de Buenos Aires [12].

Aunque esta distribución es continuidad del gobierno anterior de Daniel Scioli, durante el último año las instituciones evangélicas (ya iniciado el debate por el derecho al aborto), ganaron también visibilidad tras conocerse públicamente las reuniones que realizaron con la gobernadora, con Jorge Faurie, ministro de Relaciones Exteriores y Culto de la Nación y hasta con el propio presidente Mauricio Macri que tuvieron repercusión mediática.

Tanto el kirchnerismo como el peronismo en mayor medida, y Cambiemos en los últimos años, avanzaron en las dos últimas décadas en un proceso de integración de las Iglesias evangélicas a diversas esferas del Estado municipal y también provincial. A cambio de intentar que los pastores y sus estructuras le brinden a estos partidos una organicidad y caudal electoral de la que carecen por sí mismos, expresión en parte de la crisis de los partidos tradicionales.

¿De la unidad básica a los templos? ¿De los punteros a los pastores?

Esta política de Estado asentada en la pobreza estructural dio lugar, según diversos estudios, a la proliferación de Iglesias evangélicas especialmente en los barrios del conurbano bonaerense, y sobre todo en los que denominan “periféricos”. Según datos de Aciera, en la provincia de Buenos Aires hay 5.000 Iglesias evangélicas [13] y en la competencia con las parroquias católicas, le llevan una destacada ventaja en lo que se refiere a extensión e inserción territorial.

Por ejemplo, Pablo Semán, en “Nacional, popular y pentecostal” (2019), describe “un paisaje religioso de los suburbios del Gran Buenos Aires” que está a la vista de cualquiera que vive o trabaja en dichos barrios, “donde por cada capilla católica existen decenas de iglesias pentecostales de los más variados tamaños, inclusive con el predominio de las más pequeñas pero menos visibles” [14] como las montadas de forma sencilla en garajes, casas precarias o comercios.

Por solo dar un ejemplo, en La Matanza –el distrito más grande del conurbano bonaerense, decisivo en términos electorales y “bastión del avance evangélico”– Javier Fuego Simondet calcula la existencia de al menos unos mil templos [15].

En ese nuevo paisaje del que habla Semán, atrás van quedando paulatinamente las unidades básicas mientras nos encontramos con infinidad de iglesias que son tribunas para candidatos y actos de campaña a los que asisten funcionarios municipales, provinciales o nacionales, según el caso.

La integración de las iglesias a la vida barrial se potencia a partir del conjunto de servicios sociales que las mismas brindan, no solo a sus fieles, sino también al conjunto de los habitantes del barrio. […] Mientras reciben la ayuda social que canalizan para sus comunidades barriales, los pastores brindan su “apoyo” a los dirigentes políticos: ceden sus templos para actos de campaña y reuniones con los vecinos, “movilizan” fieles para desempeñarse como fiscales en los comicios e inclusive para asistir a actos políticos [16].

Este desarrollo territorial y proliferación de líderes evangélicos vinculados a los partidos tradicionales, Carbonelli lo enmarca en la crisis de representación política pos-2001. Y da cuenta de un paulatino retroceso de la figura del clásico “puntero” del peronismo “que intercambiaba un plan a cambio de una movilización” reemplazado por un mayor protagonismo de los pastores en los barrios. La diferencia, según él, es que las Iglesias se pudieron expandir sobre sectores más amplios, no solo por gestionar planes y programas sociales, sino también por ser “gerenciadores” de la relación entre las demandas barriales (como cloacas, obras, alimentos, artículos escolares, ropa) y los municipios, siempre manteniendo relación con el peronismo en mayor medida, y en menor con Cambiemos. A cambio también exigen beneficios para sus templos, como por ejemplo la eximición de impuestos y ayuda material para la refacción de sus iglesias, que muchas intendencias le han otorgado.

El partido de los pastores peronistas

Recientemente, pastores de diversas iglesias crearon el Partido Justicialista Cristiano con la bendición del intendente de Merlo, Gustavo Menéndez. Aunque el mismo tiene epicentro en el conurbano bonaerense y ya ha realizado distintos actos de campaña con los intendentes peronistas, también se reunieron con el titular del PJ nacional, José Luis Gioja, que les ha brindado su apoyo.

Pocos días después, en un comunicado público, manifestaron su adhesión a las candidaturas nacionales de Fernández-Fernández y, a nivel provincial, a las de Axel Kicillof y Verónica Magario. Pero a cambio, piden integrar las listas municipales de dichas fórmulas.

Ya en 2012, un funcionario de Quilmes, en la investigación realizada por Carbonelli, había manifestado que

… los evangélicos tienen un grado de compromiso, a mí me parece, con lo político partidario mucho mayor que la Iglesia Católica, sobre todo en el tema de la negociación política. […] Es difícil que un cura venga y te diga: “queremos esto y queremos el cuarto concejal”. La experiencia nuestra con los evangélicos es así. Que me parece mucho más transparente, mucho más valiosa [17].

En este marco es que García Bossio recientemente ha sostenido que “se está conformando una clase política pentecostal, que participa en distintos sectores del arco político, desde el peronismo hasta Cambiemos, y que está ganando experiencia en gestión pública” [18]. Pero por lo visto, en las elecciones de este año, jugarán dentro del espacio político del kirchnerismo y el peronismo, por lo menos en provincia de Buenos Aires y en particular en el conurbano bonaerense. Aunque Cambiemos, apoyado en los recursos provinciales y nacionales, es parte de la disputa.

Como intentamos demostrar en este artículo, evaluando el vínculo entre el kirchnerismo y su relación con lo religioso, Marcos Carbonelli y Verónica Giménez Béliveau en “Militantes de Francisco” (2015) sostienen que “ni en el nivel de sus liderazgos ni en el de las cosmovisiones, este proceso político se posicionó como rival de lo religioso; mucho menos como una cultura laica” [19].

Por el contrario, apoyados en el “punto de inflexión simbólica” bajo el gobierno de Duhalde en 2002, el kirchnerismo ha jugado un rol destacado en emprender un proceso de integración e institucionalización de las Iglesias evangélicas al Estado, que Cambiemos continuó.

En pleno auge económico, lejos de protagonizar un proceso de transformación social progresivo, el kirchnerismo jugó un rol clave para reforzar, integrar e institucionalizar los mecanismos de control y contención social, a través de las Iglesias evangélicas, sobre los sectores populares que padecen la pobreza estructural, herencia neoliberal que no se ha revertido. Un complejo andamiaje, coordinado con el previamente existente –que incluye también a las burocracias sindicales y a las burocracias políticas de los movimientos sociales– a disposición de mantener el statu quo. Hoy al servicio de Cambiemos, pero también del peronismo.

Esta decisión política, desde las más altas esferas del Estado, posibilitó pintar el nuevo paisaje que se configuró en el conurbano bonaerense. Una reconfiguración social y política propia de este siglo, necesaria de tener en cuenta tanto para quienes adhieren a la lucha por la laicidad y la necesaria separación de la(s) Iglesia(s) del Estado, como para quienes en ese camino se proponen subvertir el orden establecido, que hoy se encuentra bajo las órdenes del FMI y sus planes leoninos.


[1] Alianza Cristiana de Iglesias Evangélica de la República Argentina (ACIERA), Federación de la Confraternidad Evangélica Pentecostal (FeCEP) y la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas (FAIE).

[2] Carbonelli, Marcos, “Desde el barrio: perspectivas acerca de la actividad política de pastores evangélicos en el Conurbano Bonaerense”, Ciencias Sociales y Religión, Vol. 11, N.° 11, 2009

[3] Carbonelli, Marcos, “Pan y Palabras. La inserción evangélica en la gestión pública en Argentina”Religião e Sociedade Vol. 35, N.°2, 2015.

[4] Ídem.

[5] Ídem.

[6] Ídem.

[7] García Bossio, María Pilar, “Pentecostalismo y política en Argentina”Nueva Sociedad, democracia y política en américa Latina, marzo-abril 2019.

[8] “Crearon la Subsecretaría de Culto municipal para institucionalizar el nexo con las iglesias por la contención social”, El1Digital, 27/05/2019.

[9] Carbonelli, Marcos, “Desde el barrio…, op. cit..

[10] Ídem.

[11] Simondet, Javier Fuego, “Las Iglesias evangélicas amplían su influencia en los barrios y capturan la atención de la política”, La Nación, 30/12/2018.

[12] “El gran lobby de los evangélicos”, Página/12, 14/10/2018.

[13] Ídem.

[14] Revista Crisis, marzo 2019.

[15] Simondet, Javier Fuego, op. cit..

[16] Carbonelli, Marcos, “Desde el barrio….”, op. cit..

[17] Carbonelli, Marcos, “Pan y palabras…”, op. cit..

[18] García Bossio, María Pilar, op. cit.

[19“Militantes de Francisco”Nueva Sociedad, democracia y política en américa Latina, noviembre-diciembre 2015.

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