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Reflexiones críticas en torno a la fe

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Reflexiones críticas en torno a la fe

Antonio García Ninet

Doctor en Filosofía

“El hombre alcanza la salvación por la fe”

Pablo de Tarso

1. Veracidad y fe.

Al margen de la fe religiosa, es evidente que en el conjunto de nuestras actividades vitales la mayor parte de nuestras acciones tienen como supuesto la creencia en la eficacia vital de lo que emprendemos: Casi todo lo que hacemos presupone un conjunto de creencias acerca de la eficacia de lo que emprendemos, de manera que, sin ellas, la vida humana sería imposible. Pero, cuando se habla de las creencias humanas, conviene precisar el sentido con que se utiliza este término, pues no siempre es el mismo: La postura del creyente, aparentemente incompatible con la que mantiene un talante de absoluta veracidad, quizá no lo parezca tanto si se advierte que en este terreno pueden diferenciarse al menos dos sentidos básicos de la creencia, uno débil, de carácterespontáneo,y otro fuerte, de carácter dogmático.

La creencia espontánease caracteriza por tratarse de una vivencia involuntaria que no pretende justificarse racionalmente, pero que, aunque sea de manera pre-reflexiva y acrítica, implica una certeza subjetiva acerca de doctrinas objetivamente inciertas. La importancia de este tipo de creencias deriva, por una parte, de la amplitud de sus contenidos y, por otra, del hecho de que, aunque muchas de ellas permanecerán indefinidamente en esta situación, otras se convierten en el origen de creencias dogmáticas o en el de auténticos conocimientos, y otras se desvanecen paulatinamente. El paso de la creencia espontánea a la creencia dogmática se produce por una reafirmación del valor de la primera sin que existan motivos objetivos que justifiquen este paso, mientras que la conversión de la creencia espontánea en conocimiento se produce cuando se alcanza una evidencia racional o empírica respecto al valor objetivo de sus contenidos.

La creencia dogmática, como ya se ha señalado, añade a los caracteres de la anterior una consciente y firme disposición a afirmar como verdadero el contenido de la creencia, a pesar de no contar con garantías de que lo sea. Se trata de la creencia como acto de fe, que se produce por sugestión y se fortalece por autosugestión para evitar su debilitamiento como consecuencia de posibles críticas procedentes de la Filosofía, de la ciencia o del simple sentido común. Por ello, si desde la perspectiva de una actitud veraz no habría nada objetable respecto a la creencia espontánea, puesto que ésta es involuntaria y no pretende suplantar al auténtico conocimiento sino todo lo más suplirlo mientras éste no haya surgido, no ocurre lo mismo por lo que se refiere a la creencia dogmática, ya que con ésta se suplanta el conocimiento y los planteamientos racionales. Por ello, mientras un aumento de creencia dogmática viene acompañado de un descenso de veracidad, un aumento de creencia dogmática implica un descenso de veracidad.

Por qué se mantiene, sin embargo, la creencia dogmatica en claro enfrentamiento con la veracidad es una pregunta que en parte puede responderse haciendo referencia a las mismas motivaciones que propician la aparición del otro tipo de creencia, ya que esta última es el origen primero de la anterior. Por ello, conviene analizar los motivos que explican la creencia espontánea y explicar los motivos que contribuyen a su transformación en creencia dogmática.

La creencia espontánea admite toda una compleja variedad de explicaciones que no necesariamente se excluyen entre sí, sino que se complementan mutuamente. En este sentido, hay que hacer referencia, en primer lugar, al hecho de que el ámbito de seguridades procedentes de auténticos conocimientos, especialmente durante la infancia, es muy limitado, y que, por ello, la realización satisfactoria de la vida exige que esos reducidos conocimientos tengan que ser complementados por creencias, basadas en la autoridad de una tradición inmemorial, que se acepta y es creída, en parte por motivos intrínsecos a tal tradición, en cuanto pueden representar la acumulación de un acervo de experiencias a partir de cuya depuración inductiva haya podido extraerse cierta “sabiduría popular”, y en parte por motivos extrínsecos, en el sentido, por ejemplo, de que el sentimiento de integración en un grupo social se consigue más plenamente cuando el hombre comparte no sólo una vida comunitaria basada en la existencia de unos intereses económicos, sino especialmente un sistema de creencias comunes que favorece la cohesión del grupo y, en consecuencia, un sentimiento de seguridad y de fuerza frente a posibles grupos hostiles. En relación con esta cuestión conviene además recordar que el hombre, como “animal social”, tiene fuertemente desarrollada la necesidad de sentirse integrado en una comunidad.

Hay que mencionar, en segundo lugar, el sentimiento de temor e inseguridad que provoca en el hombre el desconocimiento de su propia realidad y del mundo que le rodea: En las tradiciones míticas de todos los tiempos la creencia en dioses que gobernaban las fuerzas de la naturaleza (diluvios, sequías, terremotos, enfermedades o un clima apacible, buenas cosechas, salud, etc.) y la creencia de que tales dioses podían resultar accesibles para el hombre mediante diversos rituales mágicos y sacrificios sirvió para aminorar aquel sentimiento de temor; de ahí que, cuando con el progreso de la ciencia se han logrado de manera más eficaz esos mismos objetivos de control sobre la naturaleza, los diversos ritos mágicos y los sacrificios hayan dejado de ocupar el lugar preponderante que ostentaban y sólo se recurra a ellos en ocasiones excepcionales para las que, por otra parte, suelen ser tan ineficaces como la ciencia, aunque aporten al menos la satisfacción y el consuelo de “haberlo intentado todo”.

Conviene puntualizar, por otra parte, que el paso de la creencia espontánea a la creencia dogmáticano implica necesariamente un cambio en cuanto a su contenido sino especialmente un cambio desde la espontaneidad de la primera al carácter dogmático de la segunda, que en algunas ocasiones se pretende que sea aceptada como un conocimiento paralelo al de la ciencia y, en otras, como el único y auténtico conocimiento frente a los considerados por los dirigentes católicos como desvaríos heréticos de la Filosofía y de la Ciencia. Por su parte, la transformación de la creencia espontánea en conocimiento o su simple desaparición viene determinada por la existencia de un método riguroso para verificar o refutar los contenidos de la creencia espontánea correspondiente.

Y, en tercer lugar, es importante señalar el valor trascendental de la creencia espontánea como un imprescindible mecanismo de supervivencia durante la infancia, ya que es en ese período inicial de la vida humana cuando se depende de los mayores de manera más absoluta. Esa dependencia, en cuanto viene acompañada del afecto y de la satisfacción de las diversas necesidades del niño por parte de quienes le cuidan, lleva consigo el desarrollo correspondiente del afecto del niño hacia ellos, y, al mismo tiempo, de una confianza incondicional en la verdad de las creencias que le transmiten. Tales enseñanzas serán, en líneas generales, adaptativas desde el punto de vista vital, pero también de modo inevitable estarán constituidas por una mezcla de verdades y de prejuicios. Este hecho explica suficientemente el que de forma poco variable, generación tras generación, y gracias a esta labor de transmisión de las creencias de padres a hijos, las diversas religiones se mantengan en sus respectivas áreas de influencia: Quien nace y es educado en el seno de una familia cristiana asumirá el cristianismo con la misma naturalidad con la que aprende a hablar el idioma de sus padres; quien nace y se educa en medio de una familia musulmana difícilmente dejará de ser musulmán; y casi con toda seguridad permanecerá budista el que nazca y se eduque en una familia budista. Por este motivo, los dirigentes de las diversas religiones suelen preocuparse por realizar su misión de proselitismo y obtienen sus mayores éxitos encauzando especialmente su mensaje no hacia las personas adultas, que por el desarrollo natural de su capacidad racional y crítica o por haber interiorizado ya previamente durante su infancia otras creencias difícilmente se abrirían a la aceptación de una ideología religiosa diferente, sino hacia la infancia, que, aunque no llegue a ser capaz de valorar críticamente el contenido de las doctrinas que recibe o precisamente por ello, es por naturaleza mucho más recepti………..

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