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RECOMENDADO: Guía personal de laicismo en literatura, por Francisco Aedo

Nota del editor del Observatorio: Tomamos este artículo de recomendaciones literarias de la revista chilena «Iniciativa Laicista»

Hacer una especie de “antología laica” en materia literaria es imposible. Generalmente lo que viene a la mente son quienes han tratado el concepto de laicismo desde lo filosófico, lo político o lo sociológico, pero acá el desafío es diferente. Tratamos de buscar páginas donde se vea reflejada la independencia respecto de cualquier organización o confesión religiosa. Donde se castigue o se repudie la intransigencia, donde el dogma sea desafiado o donde éste se sienta amenazado.

Es ahí donde presento este artículo como una guía muy personal e intransferible, sobre laicismo en literatura. Íntima y subjetiva, como debe ser, con escritos literarios mundialmente conocidos que llaman a la libertad, describen dogmatismos que hay que vencer, y producen al menos un cierto escozor en los púlpitos, altares y prédicas que observan como un literato les presenta su propia rigidez.

Quiero empezar con el menos novelesco de los libros mencionados, pero que me acaba de llegar y por el rescate de la obra ensayística de un literato puro y nato, me atrevo a colocarlo al comienzo de esta guía.

Este párrafo pertenece a Mark Twain. Sí, quien nos narró las aventuras de Tom Sawyer y de Huckleberry Finn. Es del libro “Oración de la Guerra”, publicado en 2020 por Alquimia Ediciones. Twain fue conocido por sus personajes literarios mencionados, por El Príncipe y el Mendigo, por Un yanqui en la corte del rey Arturo y también por sus escritos humorísticos. Sin embargo, en este texto se revela la faceta ensayística de Samuel Clemens -su nombre real- y se reúnen escritos políticos y de fuerte crítica social.

Oración de la guerra · Mark Twain

Se trata de piezas escritas en la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX, cuyo mejor reflejo, el más fiel, es el cuestionamiento de Twain al imperialismo, la esclavitud y la guerra, así como su apoyo a los derechos de las mujeres y al movimiento obrero. Lo que encierra Twain en este libro es su aguda crítica a todo dogmatismo de su época. Y porque no imaginarlo, de todas las épocas.

El miedo a la libertad

Un escrito que quiero destacar dentro de esta guía laicista es una joya dentro de otra joya. Me refiero a la leyenda del Gran Inquisidor, localizada entre las páginas de aquella gran novela “Los hermanos Karamazov”, de Fiodor Dostoievski.

En esta leyenda, narrada en una taberna, Iván Karamazov le cuenta a su hermano Aliosha este relato sobre el regreso de Cristo entre nosotros –promesa de la religión católica–. El líder de los cristianos retorna en forma discreta a la localidad de Sevilla, en el siglo XVI, en tiempos de la Inquisición. Pese a su discreción, la bondad, su mirada y su presencia le delata y es reconocido por la población.

Lamentablemente su llegada es también detectada por un viejo fraile dominico que también descubre su aparición, y que ordena detenerlo, provocando que la multitud que aclamaba su presencia entre nosotros se transforme prontamente en una silente masa. Se trata del segundo apresamiento de Cristo, esta vez por la inquisición de la época.

Es en las mazmorras donde surgirá la pregunta capital, sobre la pertinencia de la segunda venida de Cristo, que emana del propio fraile: ¿por qué, pues, has venido a molestarnos? El Inquisidor comenzará a enrostrarle a Jesús su papel en la historia. En esencia, la crítica del sacerdote dominico es contra la estimación positiva que hiciera Cristo durante su vida respecto de las capacidades de los seres humanos.

Esto, porque el gran Inquisidor representa a la idea de que la libertad es una carga que el ser humano no puede soportar. Es decir, una rendición a la mirada cristiana de libertad, y en cambio un llamado al mandato del orden y del dogma. “Todo el poder lo conferiste al Papa, y todo depende del Papa, en adelante, sin necesidad de que Tú inter‐ vengas. No debes pues, mezclarte; por lo menos hasta que llegue tu hora”.

El poema finaliza cuando el inquisidor dominico espera respuesta de Jesús, quien se limita a callar y le besa en los labios. El dominico, confundido, tal vez compungido o avergonzado, abrirá la puerta del calabozo, por donde el prisionero saldrá y se perderá.

En el relato de Dostoievski, el dogma ha quedado al descubierto.

El Gran Inquisidor · Fiódor Dostoyevski

La nueva crucifixión

Sigamos con el Salvador de los cristianos, donde encontraremos una gigantesca parábola en “Cristo de nuevo crucificado”, de Niko Kazantzakis, una elección simbólica, y por supuesto, provocadora, para este artículo.

Cristo de nuevo crucificado · Niko Kazantzakis

Situada en una aldea griega llamada Licovrisí, una localidad pequeña se dispone, al igual que cada siete años, a representar en Semana Santa la Pasión de Cristo. El Consejo de Ancianos de la aldea es la que asigna los papeles, y elige al joven Manolios para encarnar al hijo de dios. Sin embargo, en ese momento, los habitantes de una cercana villa, arrasada por el ejército otomano, debe buscar refugio en Licovrisí, lo que termina creando discusiones y divisiones entre los vecinos. Mientras unos -guiados por los notables del lugar[1]niegan el asilo, los aldeanos más modestos, aquellos como Manolios, el “escogido” para representar a Cristo, acuden en ayuda de los perseguidos, un acto caritativo que por supuesto generará repercusiones en la vida del pueblo.

¿Qué representa este escrito de Kazantzakis? una verdadera sátira, brutal, del egoísmo humano; una crítica a la hipocresía de las instituciones religiosas y civiles. Todo, ambientado en un villorrio griego 5 años después de la Revolución Rusa.

La pregunta –de una obviedad absoluta– es lo que ocurriría en el caso de que Cristo volviera a visitarnos. La pregunta es fundamental por la triste y violenta vigencia –permanentemente actual– respecto del tema de los refugiados, sus necesidades y el enfrentamiento con los propios miedos de quienes ven al extranjero como un “otro” diferente, con el cual debemos tener cuidado.

Pero no solo eso. A través de una alegoría simbólica de la Pasión, comulgamos en la búsqueda de las raíces primitivas de aquel movimiento religioso que cambió el mundo hace 2 mil años. Y el mayor problema, la peor tristeza y la principal incertidumbre de esa exploración, personal o colectiva, es cuando concluimos que quizás el final se repetiría, y Cristo sería, de nuevo, crucificado.

Satán hace de las suyas a través de Mahoma

Allá por 1988 (en Chile nuestra preocupación era un plebiscito), un escritor indio nacionalizado británico provocaba un sismo importante en el mundo árabe, que repercutiría mediáticamente a nivel mundial.

Los versos satánicos · Salman Rushdie

En su novela, dos actores de origen indio, Gibreel Farishta y Saladin Chamcha, sobreviven milagrosamente de un atentado al avión que viajaban, tras lo cual notan unos extraños cambios en su fisonomía: mientras uno ha adquirido una aureola angelical, el otro ve como le surgen ciertas protuberancias en la frente, le crece el vello de 54 sus piernas, y otras transformaciones. En síntesis, estamos frente al arcángel Gabriel y Satán.

Literariamente hablando, bastará decir que ambos personajes terminarán en Londres, donde Gibreel y Saladin adoptarán una de las disputas más antiguas de la humanidad, entre el bien y el mal, entre el ángel y el demonio.

Pero el problema no fue la trama. Lo que Salman Ruschdie hizo con su cuarto libro, “Los versos satánicos”, fue abrir, no la caja de Pandora, sino toda una compuerta para que pasara el odio, la intransigencia y el dogma religioso.

Lo que sigue es conocido. Hay mucha más gente que observó lo ocurrido a través de la prensa y de la televisión que lectores que hayan deambulado por las páginas del libro.

El 14 de febrero de 1989, el ayatolá Jomeini proclamó una fatwa –un decreto del Islam, elaborado por un especialista en rey religiosa–, instando a los musulmanes a ejecutar a cualquier persona que estuviera relacionada con la publicación del libro. En países musulmanes no solo fue prohibido, sino quemado, y los disturbios se sucedieron incluso en países no musulmanes.

Dos traductores del libro y un editor fueron atacados en distintos atentados. Uno de ellos, Hitoshi Igarashi, profesor de japonés y quien tradujo la novela a su idioma, murió apuñalado en un crimen por “voluntad de dios” que nunca se ha resuelto.

El miedo a la distopía tiránica

“El Cuento de la Criada”, de Margaret Atwood nunca deja de ser tema desde su publicación. La pregunta es por qué libros de este tipo, con un futuro distópico, dictatorial y catastrófico sigue causando barullo y continuaciones en papel y pan‐ talla, a más de 30 años de su publicación.

Para este artículo, cabe responder que el futuro distópico desarrollado en esta novela es sin duda la promesa más radicalmente opuesta a lo laico. Gilead –donde transcurre la acción– no es sino el infierno puritano que todo liberal tiene miedo de llegar a padecer. En este futuro la mujer aparece reducida a un exclusivo rol de procreación imposible de pensar hoy en día.

El cuento de la criada · Margaret Atwood

El Cuento de la Criada resulta a ratos alucinante dentro de su sobriedad. De hecho, su prota‐ gonista, Defred, es un personaje absolutamente reconocible (al menos en su pasado), común y corriente, pero que sufre el término de su mundo ideal y la transformación de este en uno distinto. Distinto, pero terrible.

El Cuento de la Criada apunta a uno de los temores más profundos del ser humano: la falta de libertad, que a lo largo de la historia –literaria o no– ha sido un tópico permanente. La atmósfera de represión, la ausencia de sentido, se mezclan con personajes opacos, grises, asfixiados por un día a día mecánico.

Mecánico y profundamente dogmático, la novela de Margaret Atwood –cuya continuación, “Los testamentos”, fue publicada en 2020– es de un oscurantismo aterrante para cualquier partidario de la independencia respecto de una organización o confesión religiosa.

El silencio de las élites

Recuerdo cómo me llamó la atención, hace varios años, un titular de El País de España, una entre‐ vista a Michel Houellebecq, que el periódico hispano encabezó como “La élite está asesinando a Francia”. Era a propósito de su libro “Sumisión”, un gran best-seller que causó resquemores, discusiones y análisis.

Michel Houellebecq · Sumisión

Este escrito del francés es una mirada profunda, alegórica, pero directa a la laicidad y su pérdida. “Sumisión”, –en apariencia al menos–, es un libro sobre unas elecciones en Francia donde Houellebecq instala a un carismático musulmán, Mohammed Ben Abbes, en la presidencia gala en 2022, quien triunfa sobre el Frente Nacional (la ultraderecha) y que, a poco andar, privatiza y convierte la principal universidad de Francia en islámica, anula el derecho de igualdad entre hombres y mujeres y permite la poligamia, entre otras transformaciones profundas para una sociedad como la francesa.

El relato de Houellebecq es, sobre todo, una fuerte crítica a las élites. Sobre su benevolencia con el discurso populista que en diversas partes del mundo tiene honda recepción en ciertos sectores de la población, decepcionados ante la incapacidad de sus propias democracias.

El francés ya había tenido conflicto debido a algunos pasajes de “Plataforma”, anterior novela suya en donde se tocaba el terrorismo islamista, cuestión que causó toda una polémica de aquellas que gustan a los europeos, siendo en su momento incluso denunciado por agrupaciones islámicas y de derechos humanos en una discusión que recordó la persecución que pesó sobre Ruschdie. La diferencia fue que en el laico Estado francés, se planteó que la crítica a la religión era algo legítimo.

Recuerdo que cuando leí “Sumisión” sentí mucho de “El cuento de la criada” en él. Sentí esa sensación de cuando una sociedad va directamente al acantilado, y de repente, da un paso al frente, hacia una situación que todos ven, muchos se atemorizan, pero nadie hace nada, contribuyendo finalmente a la caída en el abismo.

Muchos se escandalizaron con la novela de Houellebecq, pero la verdad es que el relato maniobra en forma inteligente y sutil por el borde de la cornisa, asomando la cabeza hacia un futuro demasiado cercano, demasiado conocido, demasiado palpable para quienes mueren de miedo día a día cuando observan el avance de líderes populistas, el declive de su sociedad, y el silencio de sus élites.

En ese contexto, la pregunta es pertinente. ¿Mira el laicismo a nuestra sociedad? Parece que las distopías literarias siguen mostrando una mayor preocupación que el laico en el futuro de la humanidad. Así como 1984, Un mundo feliz, o Fahrenheit 451 nos alertaron en su tiempo, aquí hemos rescatado un par de novelas que nos previenen sobre el dogma.

El silencio cómodo no es novelesco. Hoy en diversas partes del mundo la desobediencia parece ponerse moda. Lo que resulta extraño es la pasividad. El anhelo literario es que el desafío a la intransigencia continúe, por siempre, siendo digno de ser novelado.

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