Las elecciones del viernes serán las primeras tras la aprobación de la Constitución que recorta los poderes del rey
Las autoridades marroquíes, todos aquellos que gravitan en tornoal jefe del Estado, se enfrentan el viernes a un doble reto: lograr que los ciudadanos acudan a las urnas y tratar de evitar que los islamistas moderados del Partido Justicia y Desarrollo (PJD) sea la formación que obtenga más escaños en el Parlamento.
Las elecciones legislativas del viernes no son como otras muchas de las que se han celebrado en Marruecos desde la independencia en 1956. Son diferentes no solo porque se han anticipados diez meses sino porque van a ser observadas bajo el prisma de las que hace un mes se desarrollaron con absoluta transparencia en Túnez. Serán además las primeras tras la adopción, en julio, de la Constitución que menos poderes otorga al rey de cuantas ha tenido el país. Aún así sigue siendo la figura central del entramado institucional.
Algo más de 13,6 millones de ciudadanos, sobre una población de 32 millones, han sido convocados a las urnas el viernes en 38.200 colegios electorales para elegir a 305 diputados entre 1.521 listas –las mujeres encabezan solo 57- que concurren en 92 circunscripciones locales. Otros 60 escaños han sido reservados para mujeres y 30 para jóvenes hasta 40 años, en sendas circunscripciones nacionales.
En la televisión, en la radio y hasta en las webs informativas independientes los anuncios del Ministerio del Interior invitan machaconamente a los marroquíes a acudir a las urnas. “Votar es algo más que elegir un partido”, explica Karim el Kaderi, un joven ejecutivo. “Es reiterar el apoyo al buen funcionamiento de la nueva Constitución” que transfiere al primer ministro parte de los poderes del monarca.
La campaña electoral no logra, sin embargo, sacudir la apatía de los marroquíes. “No parece suscita rmucho entusiasmo”, señalaba una delegación de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa.
La participación es una batalla perdida de antemano. Aunque la población adulta aumentó, hay ahora 1,9 millones menos de marroquíes inscritos para votar que en 2007, cuando se celebraron las últimas legislativas. En Marruecos hay 21 o 22 millones de ciudadanos en edad de votar de los que unos ocho no poseen carné de elector, pese a que es el trámite más fácil de efectuar. No lo hicieron por negligencia, pero también por rechazo al proceso electoral.
Por si no bastase con ese desapego, decenas de miles de marroquíes recorrieron el domingo Tánger, Casablanca, Rabat y 60 ciudades más coreando eslóganes en pro del boicoteo de las urnas que preconizan tres pequeños partidos de izquierdas y los islamistas ilegales del movimiento Justicia y Espiritualidad.
Esas manifestaciones,convocadas a través de las redes sociales en las que son muy activos, fueron ignoradas por todas las televisionesy radios del país. Esa omisión demuestra que el boicoteo preocupa al poder. En las elecciones de 2007 la participación ya fue decepcionante: se situó en el 37% de los electores inscritos.
El otro gran desafío es contener la progresión de los islamistas del PJD ya de por sí constreñidos por el sistema electoral y por el diseño de las circunscripciones que sobrepondera el voto rural que no les es proclive. Aunque hace cuatro años fueron el partido que más sufragios cosechó, obtuvieron seis escaños menos que sus rivales nacionalistas del Istiqlal.
Ahora es tanto másimportante frenar su avance cuanto que la nueva Constitución obliga al rey aelegir al primer ministro en el seno del primer partido, se interpreta que enescaños, un objetivo a su alcance, según la dirección del PJD.
Hace ahora cuatro años Fouad Alí el Himma, gran amigo del monarca, dimitió de su cargo de viceministro del Interior para fundar el Partido Autenticidad y Modernidad (PAM), que dos años después de su creación ya ganó las elecciones municipales de 2009. Pero ese “partido del rey”, como le llama la prensa, ha sido tan denostado por los jóvenes del Movimiento 20 de Febrero que se ha visto obligado a adoptar un perfil bajo al concurrir a las elecciones. Himma ni siquiera se presenta.
El PAM se ha integrado en una coalición con otros siete partidos, todos vistos con buenos ojos por la administración, que juntos pretenden formar un dique antiislamista. Su cabezamás visible es Salahedine Mezzouar, ministro de Hacienda convertido hace poco en líder de uno de esos partidos que solo reaparecen cuando se celebran elecciones. Si la coalición derrota al PJD podría ser el próximo primer ministro.