Tratar de cambiar la identidad de género y la sexualidad con terapias “no funciona” y solo “destruye la salud mental y la autoestima”, confiesa a Efe Blair Anderson, víctima de unas prácticas que Escocia busca ahora prohibir.
Anderson, de 23 años y que se define como homosexual, narra el sufrimiento que atravesó en su adolescencia. Muchos “mantienen en secreto” su verdadera identidad y luchan contra ella, pero en último término “no es posible cambiar lo que alguien es”, sostiene.
La experiencia de ese joven coincide con las advertencias que ya ha lanzado el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (ACNUDH, en inglés).
Existen “multitud de prácticas y métodos” que tratan de forzar “el cambio de homosexual a heterosexual y de transgénero a cisgénero”, pero “no hay evidencia científica sólida» de que sea posible esa mutación, ha afirmado el organismo.
En ocasiones, esas prácticas provocan profundos trastornos a quienes las sufren. Richard Edwards, otro superviviente, se limita a calificar el tratamiento al que fue sometido de “práctica abominable”, pero se declara incapaz de relatar para EFE su experiencia completa.
MÚLTIPLES FORMAS DE TERAPIA
Las formas que pueden tomar esas praxis son tan diversas como el número de afectados por ellas. En el caso de Anderson, las motivaciones estaban relacionadas con la religión.
El joven relata cómo sus padres le obligaban a rezar con ellos para dejar de ser homosexual, una experiencia que rememora como “traumática».
Para ellos, “la comunidad LGTBI+ era moralmente inaceptable, pecaminosa”, prosigue Anderson, que relata que los intentos por convertir su sexualidad le provocaron “depresión, ansiedad, ataques de pánico y trastornos alimenticios”, así como “autolesiones e ideas de suicidio” con 15 años.
La comunidad LGTBI+ defiende una “prohibición sin excepciones” de las terapias de conversión, que incluya no solo los casos de homosexuales sino también de transexuales. La legislación debe cubrir “a toda la comunidad, porque ser LGTBI+, obviamente, no es una enfermedad que necesite cura”, consideró Anderson.
El director del área de Sexualidad de la Sociedad Psicológica Británica, Adam Jowett, incide en el informe parlamentario escocés sobre la importancia de incluir a los transexuales.
“Los terapeutas de conversión no hacen distinción y aplican los mismos métodos”, indicó el doctor.
LEGISLACIÓN INSUFICIENTE Las leyes vigentes en Escocia contra esas “horrendas prácticas» son “insuficientes”, señala un informe del Parlamento autónomo de la región británica.
La vicepresidenta de la comisión que estudia medidas legislativas para proteger a las víctimas, la diputada verde Maggie Chapman, subraya a Efe la necesidad de una regulación “exhaustiva”, que cubra “sexualidad e identidad de género” y evite vacíos legales.
Según la ONU, más de la mitad (el 51 %) de esas prácticas en todo el mundo se producen en el entorno de organizaciones religiosas, un aspecto que recoge también el informe parlamentario escocés, que llama la atención sobre la “importancia” de la fe para muchas de las víctimas.
Chapman recalca que los planes para protegerlas deben promover “conversaciones francas con las familias y los líderes religiosos».
“No se trata de criminalizar la fe”, esgrime la diputada, que subraya que la terapias de conversión también se dan en otros entornos familiares y médicos.
CRÍTICAS AL ALCANCE DE LAS LEYES
Piers Shepherd, portavoz de la organización sin ánimo de lucro Family Education Trust, que aspira a abordar las “causas y consecuencias de rupturas familiares” desde un espacio “sin afiliaciones políticas ni religiosas”, defiende ante Efe “el derecho de los padres a educar a sus hijos en línea con su moral y creencias».
Shepherd se muestra en contra de la iniciativa legislativa al considerar que “interfiere en la educación de los padres a sus hijos” e “impone una particular visión sobre género y sexualidad”.
«¿Cómo van a asegurar que sea posible acudir a un párroco para pedir apoyo, guía u oración?”, inquiere por su parte el director de la Alianza Evangélica del Reino Unido, Peter Lynas.
El líder evangélico subraya que “todo lo que sea abusivo y coercitivo hay que prohibirlo, pero también es necesario crear un espacio para la libertad religiosa».