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¡Qué pena que algunos obispos piensen tanto en el fornicio!

Qué pena que piensen tanto en el fornicio! ¡Qué pena que no les preocupen tanto otros mandamientos y pecados que me parecen de consecuencias mucho más terribles y peligrosos! ¡Qué pena que, justo en la diócesis de Córdoba, se cultive tanto temor a la carne en lugar de a la avaricia o al dinero, por ejemplo!”. El colaborador de EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com Juan Torres traza en este artículo una comparación entre el doble rasero con el que cierta curia católica diferencia los ‘pecados’ de la carne de los del dinero -los “2.000 millones de euros que tendremos que pagar los demás ciudadanos” por la gestión que ‘Fray Langostino Castillejo’ realizó en Cajasur-.

EN otras ocasiones he manifestado por escrito el gran respeto que siento hacia tantos sacerdotes y monjas que viven ejemplarmente su fe, entregando su vida al servicio de los demás. Los respeto, los admiro y les agradezco siempre su sacrificio y su esfuerzo generoso. Pero eso no me puede impedir que manifieste también mi desprecio hacia los jerarcas que me parece que dan mal ejemplo de ciudadanía al conjunto de la sociedad. Ahora leo que el obispo de Córdoba ha denunciado que“la incitación a la fornicación es continua en los medios de comunicación, en el cine, en la televisión, incluso en algunas escuelas de Secundaria”.

NOse si indignarme o reír. Siempre están con lo mismo. ¡Qué enfermiza obsesión! En cualquier cosa ven sexo, lujuria, carne… ahora, incitación a fornicar.

¡QUÉpena que piensen tanto en el fornicio! ¡Qué pena que no les preocupen tanto otros mandamientos y pecados que me parecen de consecuencias mucho más terribles y peligrosos! ¡Qué pena que, justo en la diócesis de Córdoba, se cultive tanto temor a la carne en lugar de a la avaricia o al dinero, por ejemplo!

JUSTOen Córdoba, en donde los jerarcas de la Iglesia robaron a Andalucía cientos de millones de euros y donde prefirieron entregar Cajasur a bancos de fuera antes de que quedase en tierra andaluza en manos de los “rojos”.

TENÍAque ser justamente el obispo de Córdoba quien se preocupe por la fornicación y no parece que tanto por otras cosas. El obispo de la misma ciudad en donde un manojo de curas sin escrúpulos se convirtieron en banqueros y arruinaron a una caja para servirse de ella a su antojo, dejando un agujero de 2.000 millones de euros que tendremos que pagar los demás ciudadanos (ver: Un agujero de 2.000 millones en un momento tenso). Entre otras cosas, para autoconcederse (y además de forma irregular) pensiones multimillonarias, como la póliza de más de 4,3 millones de euros que se dio a sí mismo el cura Castillejo (a quien llamaban ‘Fray Langostino’ en su época de Presidente de Cajasur, excuso decir por qué) y que le permite seguir cobrando cada año 250.000 euros que pasarán a sus hermanas cuando muera (ver: El pelotazo del cura Castillejo en Cajasur o Castillejo infló su póliza en un millón cuatro meses antes de salir de Cajasur. La entidad cordobesa ha pagado 4,3 millones por la pensión del ex presidente)

¡QUÉpena que en la diócesis de Córdoba no hubiera habido cruzados como el actual obispo pero no contra el sexo sino contra la depravación económica cuando en la caja dominada por los curas se gastaban 4,3 millones de euros en joyas o en fiestas o 650.000 euros en dietas a los consejeros de la entidad por asistir al cine, a misa o a conciertos de Operación Triunfo! (ver: Magdalena y el cura)

¡QUÉpena que en lugar de ser tan estricto y perspicaz a la hora de descubrir incitaciones al fornicio y a la lujuria el obispo de Córdoba no lo sea tanto a la hora de enjuiciar la avaricia de sus banqueros y el daño financiero que hicieron! Si lo fuera, seguro que no hubiera dicho, en relación con la actuación de los curas que arruinaron a Cajasur, que “Por encima de todo quedará patente que la Iglesia ha actuado movida por la ética que brota del Evangelio” (ver La Iglesia ha estado dispuesta a perderlo todo con tal de salvar los puestos de trabajo de CajaSur).

¡QUÉpena que vea el vicio de la carne en cada esquina y no preste semejante atención al del excesivo amor al vil metal y que no se percate que dotarse a sí mismo de dádivas millonarias con el dinero de los demás no se congracia mucho con el mensaje original de Cristo!

¡QUÉpena que obispos como el de Córdoba solo se preocupen tanto de la depravación sexual de los demás mientras miran a otro lado para ocultar la que se produce en sus propias filas!

¡QUÉpena que piensen tanto en lo que hay debajo de las bragas y no se comprometan más con las injusticias, que se obsesionen con la carne desnuda y callen, sin embargo, cuando está pasando en el mundo y en España lo que está pasando!

¡QUÉpena que escruten a los medios de comunicación para ver si encuentran tetas, penes y fornicaciones y no se paren a denunciar la concentración de su propiedad en pocas manos, su falta de objetividad o la falta de pluralidad de la que hacen gala! O, más triste todavía, que dejen en manos de la extrema derecha los medios de los que ellos mismos son propietarios y que no digan nada cuando se difunden constantemente mensajes xenófobos y totalitarios desde sus emisoras!

¡QUÉpena que les duela tanto lo que hacen los medios en materia de sexo y porquerías carnales y luego pidan el voto para quienes hacen piña con sus dueños, con quienes manejan sus programaciones y con quienes los usan para sacar réditos políticos y electorales!

¡QUÉpena y qué vergüenza que siempre tengan la misma y enfermiza obsesión!

ESuna pena porque, gracias al poder del que disfrutan, si en lugar de estar pensando tanto en el sexo denunciaran con semejante ardor los crímenes de los bancos, los fraudes de las grandes empresas, los asesinatos de los poderosos, el imperialismo y la explotación de millones de mujeres, hombres y niños, la desigualdad y todo tipo de injusticias, si salieran a la calle para luchar contra otras todas estas cosas y llamaran a la gente para que usara su voto y su fuerza para pararle los pies a quienes son responsables de todos esos desmanes, en lugar de apoyarles y bendecirlos, entonces, con toda seguridad, otro gallo nos cantaría a todos.

Juan Torres
Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla

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