Aquí en la tierra no esperamos a la otra vida para condenar y castigar a quienes cometen delitos. Por esto la Iglesia debería ser encausada, debería ser llevada a los tribunales como organización implicada en los crímenes
Me cuesta entender que a estas alturas el Gobierno de España siga sosteniendo la infame anomalía que es el Concordato con la Iglesia Católica. Como ciudadana me resulta humillante, más si se tienen en cuenta las cifras de secularización de esta sociedad. Hay menos creyentes que nunca pero la Iglesia sigue con los vergonzosos privilegios de siempre. ¿Para qué incluir la aconfesionalidad del Estado en la Constitución si en la práctica se le otorga a una organización privada beneficios sin que sea de ninguna utilidad pública? No solo eso sino que además, tal como recoge el informe del Defensor del Pueblo sobre pederastia en la Iglesia, ha permitido que en su seno se dé uno de los peores crímenes que se pueden perpetrar contra la infancia. No les bastan el dolor y el sufrimiento de unas víctimas largamente silenciadas y ninguneadas por quienes tuvieron el poder mientras se cometían esas atrocidades, encima tiene el señor Omella la miserable respuesta de dar por exageradas las cifras. En algo ha cambiado la Iglesia, claro, han pasado, como decía en una entrevista el psiquiatra Miguel Hurtado, de negacionistas a terraplanistas. Dado que denunciar es tan difícil no resulta descabellado imaginar que las cifras del Defensor sean más bien bajas.