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Corriere

Qué es el Estado Islámico de Jorasán, el grupo que reivindicó el atentado de Moscú: 2.000 hombres y el sueño de un “nuevo califato”

La rama afgana del Estado Islámico cuenta con 2000 hombres y aspira a un nuevo califato que uniría a Irán, Afganistán, Pakistán y algunas antiguas repúblicas soviéticas.

Los grupos terroristas empiezan desde abajo, primero con ataques a objetivos cercanos, luego amplían su radio de acción y preparan a sus hombres. Finalmente, si pueden, golpean más allá del horizonte.

Este es el camino seguido por el Estado Islámico de Jorasán, la “provincia” con bases en la zona afgana, que ahora se ha convertido en la punta de lanza del Califato. Las sospechas por la masacre de Moscú se centran en esta formación, que ciertamente no ha pasado desapercibida, aunque la reivindicación -según el estudioso Mina al Lami- no establezca, por el momento, un vínculo directo con el componente “Jorasán”. De hecho, en una segunda declaración, difundida el sábado, la atribución carece de una designación geográfica precisa.

Por lo tanto, una red “caucásica” podría ser la responsable, con militantes que se entrecruzan en la zona de operaciones y encuentran un punto de paso en Turquía. Creado en torno a 2015 por combatientes talibán-paquistaníes “descontentos” con la empresa matriz, Jorasán ha reunido a otros disidentes y reunido una fuerza de unos 2.000 hombres. Sus líderes, a pesar de la eliminación de algunas figuras importantes alcanzadas por drones estadounidenses, han logrado llevar a cabo su proyecto. Y lo demostraron con la primera señal contundente: la masacre del aeropuerto de Kabul durante el éxodo estadounidense.

Una prueba de fuerza, un desafío dentro de otro desafío. Con el paso del tiempo, la inteligencia occidental, distraída por infinidad de crisis, ha seguido advirtiendo del peligro de “Jorasán”, un temor motivado por los evidentes “rastros”. La facción ha reclutado muyahidines en las antiguas repúblicas soviéticas, en el Cáucaso y ha cultivado simpatizantes en Europa, y ha puesto en su punto de mira a Rusia e Irán.

Una combinación de lucha abierta, propaganda, proselitismo declarando la guerra a enemigos históricos occidentales, cristianos, judíos, rusos e iraníes.

Desde 2020 se han producido detenciones de terroristas vinculados a “Jorasán” en Alemania, Holanda y Austria, células que querían sembrar la muerte en días festivos o en el interior de lugares religiosos. Hace una semana, los alemanes detuvieron a una pareja de afganos que preparaba un gesto contra el Parlamento sueco.

Según los expertos, el movimiento ha vuelto a tácticas consolidadas, con seguidores bien entrenados, capaces de construir “puestos avanzados” logísticos en Estados vecinos, para infiltrar adeptos capaces de realizar atentados articulados, con comandos que actúan en más de un lugar. Un modus operandi de un nivel superior al del lobo solitario, del individuo que empuña una cuchilla o utiliza un coche-avión contra la multitud.

La dinámica del atentado de Moscú recuerda a las masacres de Bataclan y del aeropuerto de Bruselas, concebidas por asesinos vinculados a Siria. Pero también a los asedios a la escuela de Beslán y al teatro de Dubrovka, perpetrados con saña por extremistas chechenos. Aquí puede producirse una soldadura entre lo “viejo” y lo “nuevo”, el empuje aumenta, los atentados -sobre todo si se cobran muchas víctimas- se convierten en un ejemplo, la popularidad de la “rama afgana” crece con respecto a la tradicional, siempre arraigada en territorio sirio y nunca domesticada.

Osama bin Laden había ensalzado las “incursiones de los jinetes”, devastadores movimientos por sorpresa retomados por otras siglas cuando lograban tener oportunidades e intérpretes. Los miembros del Califato lo hicieron en Europa, ahora lo están haciendo con perpetradores pilotados desde lejos. La historia del terrorismo se repite, quizá con formas diferentes, pero el fondo es siempre el mismo. Hay pausas, fases de reorganización de los asesinos bajo presión, búsqueda de líderes y fondos, pero al final la serpiente vuelve con su veneno.

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