Minutos antes del servicio dominical en la iglesia Grace Reformed Baptist Church de Elgin, un pueblo de unas 2.000 personas en el sureño estado de Oklahoma, el pastor Dusty Deevers, de 36 años, impecablemente vestido y con una resplandeciente sonrisa, recibe a un centenar de feligreses.
En el vestíbulo del templo de paredes blancas impolutas hay unos folletos con el dibujo de lo que parece ser un bebé sin vida.
“Mientras lees este párrafo, tres niños son injustamente masacrados en Estados Unidos”, se lee, refiriéndose al aborto como el “holocausto” de nuestros tiempos, un tema controvertido y clave en la campaña de cara a las próximas elecciones del 5 de noviembre.
Esos folletos son un vínculo claro entre religión y política, cada vez más unidas para parte del electorado en Estados Unidos.
La mayoría de los asistentes al servicio religioso son familias blancas jóvenes, con muchos hijos, que comparten todos los domingos el mismo ritual.