El Parlamento Europeo otorgó el miércoles 16 de diciembre el premio Sajarov (la mayor distinción europea a la libertad de pensamiento) a Raif Badawi. El bloguero saudí no pudo asistir por estar encarcelado desde 2012 acusado de blasfemia. En su lugar -y abrazando un retrato de su marido-, asistió su esposa Ensaf Haidar, que hoy vive exiliada con sus tres hijos en Canadá tras recibir amenazas de muerte. Durante su discurso, habló de su esposo como de un “espíritu libre” cuyo único crimen había sido tener pensamiento propio “en el país del pensamiento único”. Unas palabras valientes que, segurament, le aseguraron un exilio de por vida de Arabia Saudí.
Badawi es quizás el preso de conciencia más conocido del reino petrolero. Antes de ser encarcelado, se hizo conocido por defender sus ideas liberales en medios online y tradicionales, criticando la intocabilidad del clergado y promoviendo la libertad de expresión, los derechos de las mujeres y de las minorías y los pobres. El “régimen teocrático”, como lo describió su esposa, le castigó con una dureza que revolvió a la comunidad internacional: diez años de cárcel, una multa de unos 2240.000 euros y 1.000 latigazos. 50 golpes cada viernes después de la oración. En enero de este año recibió la primera tanda pero, por motivos de salud, de momento la tortura no se ha vuelto a repetir. Lo último que se sabe de él es que se encuentra en una celda de aislamiento.
Su valentía y valores le han valido una de las mayores distinciones de la UE, pero no hay signos de que Arabia Saudí vaya a liberarle en un futuro próximo. Es más, la monarquía del Golfo recientemente condenó a la pena de muerte al poeta palestino Ashraf Fayadh. Una muestra clara de que no les tiembla el pulso ante las presiones internacionales. Pero tampoco parece que los estados de la UE tengan un especial interés por molestarlos, hay demasiados intereses de por medio, demasiada ‘real politik’. Desde la guerra de Siria hasta los precios del petróleo.
La elección de Badawi como galardonado no ha sido fácil, como ha reconocido la vicepresidenta de la red Sajarov, la eurodiputada austriaca Ulrike Lunacek, que ha admitido que algunos miembros del Parlamento “no querían darle el premio” por temor a enfurecer al gigante petrolero. Pero, una vez concedido, lo que ocurra después genera muchas dudas. ¿La concesión del premio le ayudará o empeorará su situación?, ¿hará la UE un esfuerzo real por su liberación o con el acto en el Parlamento Europeo su nombre se evaporará? ¿están los países de la UE realmente dispuestos a poner a la misma altura los derechos humanos a los intereses económicos y políticos?
Ensaf Haidar debe de ser diplomática y, preguntada al respecto, sólo responde que espera que el premio Sajarov sea “el principio, no el final de un proceso”. Pero los responsables europeos consultados admiten sus limitaciones y reconocen que, quién realmente podría marcar la diferencia, son los Estados. De momento, pocos se han atrevido a hablar del asunto con sus colegas saudíes a honrosa excepción de Austria.
“Le aseguro que hoy, ni Arabia Saudí ni sus aliados están contentos con la UE”, afirma Elena Valenciano, que ahora es responsable del subcomité de Derechos Humanos del Parlamento Europeo. La eurodiputada socialista explica que el Parlamento Europeo no va a cambiar “pozos de petróleo por dignidad humana”, pero admite que son los Estados los que deben poner de su parte. “Se trata de un país muy importante por los muchos intereses que compartimos, como la lucha contra el terrorismo yihadista, pero eso no puede ser un obstáculo para que sigamos reclamando la necesidad de un cambio en ese país”, asegura. Como muestra de la firme voluntad de la cámara, Valenciano explica que se ha “exigido” a los gobiernos “que en las relaciones bilaterales establezcan un mecanismo de conversación sobre derechos humanos y exijan la puesta en libertad de los presos de conciencia”, pero admite que no le consta “en absoluto” que eso se esté produciendo.
Durante la ceremonia de entrega del premio, el presidente del Parlamento Europeo Martin Schulz habló del “trato inhumano” que Arabia Saudí inflige sobre los presos de conciencia. En un tono especialmente duro, Schulz nombró a varios de ellos y dijo que, pese a que la Cámara ya había emitido una resolución de condena, a él no le importaba repetir públicamente las críticas a Arabia Saudí por su violación constante de los derechos humanos. “No puede haber un código penal que desprecie los derechos humanos. Ningún dinero del petróleo debe detenernos”. Pero ni las palabras desde las instituciones europeas ni los premios serán suficientes. Preguntado en la rueda de prensa posterior sobre si había recibido algún feedback de Arabia Saudí tras la entrega del premio, Schulz meditó la respuesta y sólo alcanzó a responder: “Estamos haciendo todo lo que podemos por verle libre”. Y lo repitió dos veces.