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Prostitución ‘halal’ en el islam (I): los 10 rasgos del Sigheh en el chiismo

No solo el “occidente cristiano” también el “Oriente musulmán” está sorprendido por el hecho de que los ayatolas chiitas de la República Islámica de Irán (RII), con la fórmula Sigheh, hayan legalizado la contratación de mujeres por hombres para el sexo.

Traducido erróneamente en español como “matrimonio temporal”, -pues, recuerden que el propósito del matrimonio además de disponer de al menos de una mujer de forma exclusiva, es formar familia y tener descendencia-, el Sigheh («modelo») es un término árabe para el que en persa no hay equivalentes. Se integró en esta lengua con la conquista de Irán por los musulmanes en el s. VII, y es sinónimo de la unión sexual que llamaban “Al-mut’a” («disfrute, placer», en árabe), en la que el hombre musulmán puede contratar a las mujeres musulmanas, judías, cristianas o/y zoroástricas (las únicas religiones reconocidas por el Corán, por monoteístas) para tener sexo con ellas a cambio de un dinero y durante un tiempo determinado que puede ser desde unas horas hasta 99 años.

Para la corriente sunnita del islam, que representa el 85% de los fieles, se trata de prostitución y no por el intercambio de sexo por dinero, sino por no tener un carácter permanente. Afirman que Mahoma prohibió Al-mut’a, practicada por comerciantes errantes que se iban a trabajar lejos del hogar, y lo sustituyó por la poliginia y concubinato. Pero, los ayatolás chiitas que lo defienden recurren al versículo 4:24: del Corán (que salvo en cuestiones religiosas, solo se dirige a los hombres): “Retribuid, como cosa debida, a aquellas mujeres de quienes habéis gozado“. El problema reside en que en el matrimonio islámico (Nikah) también el marido, en teoría, debe pagar a la esposa por sus servicios, también sexuales.

Sigheh en Irán

La primera medida de la teocracia chiita en 1978, que se presentaba como la Teología Islámica de Liberación, no fue el reparto justo de la renta de los inmensos recursos naturales del país, sino imponer el velo y derogar la Ley de Familia, fruto de décadas de lucha del centenario feminismo iraní: bajó la edad nupcial para mujeres de 18 a 8 años, legalizó la pedofilia; eliminó las restricciones para la poliginia; borró el derecho de la mujer a divorciarse; y también ensalzó el Sigheh, facilitando el acceso más barato de los hombres al cuerpo de las mujeres más pobres del país.

La dictadura del Sha (1946-1978), que despenalizó todo tipo de relaciones sexuales entre adultos incluida la homosexualidad, por el temor a los ayatolás no ilegalizó el Sigheh, aunque la propia dinámica de la modernización de la sociedad lo convirtió en sinónimo de prostitución y un residuo de la era feudal. Siguió practicándose en los pueblos entre los señoritos ricos, los ajund (curas) y las viudas o divorciadas sin recursos, quienes se convertían en sus “amantes fijas” y no solían pasar de un hombre a otro. La vergüenza social que suponía para ambas partes hacía que el contrato Sigheh tuviera un carácter oculto.

Los ayatolás, conscientes de que el término Sigheh repugnaba a los iraníes, lo bautizaron como “Ezdevaye movaghat” («boda temporal», en persa). Fue en vano, Sigheh sigue siendo un tema tabú: ella es tachada de prostituta y él un inculto machista provinciano.

Llamar “matrimonio” a la agresión de cientos de hombres a un mismo cuerpo de mujer, legalmente y con el estatus de subgénero de la mujer en la RII, solo es una tapadera para la misma aberración llamada prostitución. La teocracia está vendiendo un gran negocio con el cuerpo de la mujer presentándolo como las relaciones de pareja entre “los novios” en Europa, pero halal.

Los 10 rasgos de Sigheh

1. Es el hombre quien contrata (Sigheh kardan), ella es la contratada (Sigheh shodan). Se pacta un precio, que dependerá del valor de la mujer en el mercado, de su edad, belleza, estatus social, etc., para un plazo concreto, que hoy suele ser unas horas o unos días.

2. El usuario debe ser musulmán, y puede disponer de las mujeres de cualquier religión monoteísta, en número ilimitado, a varias de forma simultánea, y dejarlas cuando quiera para ir con otras.

3. Una musulmana solo puede ser Sigheh de un musulmán y le pertenecerá de forma exclusiva. Tras el fin del acuerdo, debe guardar un periodo de 45 días hasta ser contratada por otro, por si está embarazada. Hoy, ninguna mujer respeta esta norma de la Sharia porque el hambre de sus hijos no le permite cumplir con Dios. Hay mujeres que afirman haber estado con unos 70-80 hombres em un mismo año.

4. Un hombre casado puede tener infinitas mujeres Sigheh, pero el marido legalmente puede asesinar a su esposa, en el “feminicidio por honor”, si la ve hablar con otro hombre y salir impune.

5. El único propósito de esta fórmula es sexo y dinero. Los jóvenes adictos a la pornografía practican con estas mujeres la violencia y el trato degradante que ven y aprenden, a falta de una educación sexual prohibida.

6. La edad mínima legal para el contratante es 15 años y para la contratada 13, aunque hay miles de niñas de 9 y 10 años también atrapadas en esta industria.

7. Un chaval de 15 años no necesita la autorización de su padre ni para casarse ni para el Sigheh, pero el matrimonio de una hija “virgen” requiere este permiso, aunque tenga 40 años y dos doctorados. Pero, para Sigheh, desde 2007, ni una niña de 13 años necesita este permiso: el mercado necesita carne fresca, y sabe que un padre no iba a “dañar el honor” de la familia, poniendo en alquiler el cuerpo de su hija. Además, ella al perder la virginidad en estas relaciones, perdería su valor como “artículo de primera mano” y nadie se casaría con ella (la solución propuesta por algunos clérigos-monstruos es que “tengan relaciones por detrás). La “Policía de la moral” solo las pide (bueno, a su proxeneta) el nombre del contratante y el precio acordado. Así, la industria se aprovecha de miles de adolescentes que se fugan de casa, por problemas con los padres y hermanos controladores y familias desestructuradas. En las estaciones de autocares interurbanas de Irán, las Jalé (Tías), o sea, las madame islámicas, envueltas en el velo, las acechan para “acogerlas por piedad” y llevarlas a una de las decenas de “casas de cita” de las que disponen. Éstas Jalé, que reparten tarjetas en los lugares de concentración masculina, hacen descuento si el cliente pide varias niñas-mujeres a la vez.

8. La unión no exige la presencia de testigos, y cuando el parlamento propuso en 2007 la eliminación del requisito de registrarla en la notaría, mandó a la cárcel a decenas de feministas que protestaban delante de la sede de la soberanía clerical. Así, al ser un contrato privado, tanto la esposa de él como su Sigheh, ambas vulnerables, son pisoteadas.

9. En Sigheh no hay divorcio. La relación termina cuando se rescinde el contrato. Y al igual que en el matrimonio islámico, él puede dejarla cuando quiera, pero ella no podrá salir de la relación aunque reciba malos tratos.

10 . El hombre no es responsable de mantener a su Sigheh, al contrario del matrimonio, ni colaborar en el pago de posibles  accidentes o de hospitalizaciones sucedidos durante la relación, ni de los gastos de un aborto que ella se vea obligada a hacer. En teoría, los niños nacidos del Sigheh deben ser reconocidos por el padre, y deben heredar de él, pero hoy esto no sucede: con el argumento de que “Un hijo no estaba en el contrato, además quién sabe si es mío“, los hombres se niegan a compartir esta responsabilidad. El carácter oculto y la vergüenza asociada a esta práctica les impide a las madres denunciar a su “cliente-esposo” y pedir una prueba de ADN. Una gran parte de los 300.000 abortos ilegales que tiene lugar cada año en Irán es fruto de estas relaciones, al igual que decenas de miles de niñas y niñas, estigmatizados pro nacer en esta clase de relación, que mendigan por las calles vendiendo flores y chicles en los semáforos, quienes ya se encuentran entre las garras de los traficantes de la prostitución infantil.

Las razones de los ayatolás

– Enfrentarse a una crisis sexual descomunal, -en una sociedad que había vivido una libertad sexual parecido a los países europeos-, debido a 1) que en 1978 la propia RII prohibiera la prostitución convencional. Mandó ejecutar a decenas de ellas, encarcelando a miles, para después “purificarlas en las mezquitas”, contratarlas como Policía de la moral islámica, y 2) castigara cualquier relación afectiva o sexual fuera del matrimonio heterosexual, incluso con la lapidación, pena de muerte inexistente en Irán. Por lo que, fomentar el Sigheh junto con estos castigos constituyeron los dos pilares de la política sexual de los ayatolás.

Esta fórmula de prostituir a las niñas y mujeres, sin embargo, no acabó con la prostitución sin disfraces. Se estima que hay al menos 230.000 mujeres prostituidas en los entornos urbanos del país. Solo en Teherán cerca de 90.000 niñas y mujeres de entre 9 y 60 años alquilan sus cuerpos víctimas de la feminización de la pobreza, abusos sexuales en el seno de la familia, o las leyes que dejan a las divorciadas sin ningún derecho sobre los “bienes gananciales”, concepto inexistente en el islam, etc. Miles de ellas son objeto de trata y acaban en los países del Golfo Pérsico y Turquía para terminar en Europa (también en España).

– Cuestión ideológica: la doctrina creacionista justifica la razón de la existencia de la mujer: al servicio de la “quietud del hombre” (Corán, 30:21), o “para que Adán no esté solo” (Génesis II: 18 y 22).

– La existencia de cientos de miles de viudas de la guerra con Iraq (1980-1988), y la negativa de la RII de integrarlas en el mercado de trabajo, pues “la mujer con velo y falda en casa“. Sólo el 12% de la fuerza laboral iraní es femenina. Y como para la Sharia, las mujeres tienen más concupiscencias que los hombres, habría que controlar su sexualidad para evitar “fetné” (caos) en la sociedad. Luego a estas viudas se sumaron millones de mujeres que se mantienen solteras rebelándose contra las leyes que convierten a la esposa en una simple esclava sexual. Y allí está el Sigheh para que no estén desaprovechadas.

– Pensar en los hombres solteros: la incapacidad de la burguesía comercial reinante en crear puestos de trabajo para ellos, los precios inaccesibles de la vivienda, y las iraníes que no se casan con hombres que no sean propietarios de un piso ¿Vivir con los suegros? ¡No gracias! Algunos de estos hombres también se ofrecen a las mujeres ricas,para vivir a su costa: ¡Son los gigolo en la teocracia!

– Ofrecer sexo sin restricciones como aliciente para atraer a los hombres hacia el poder. En el 2000, la RII anunció la apertura de “Casas de castidad” (Janehaye effat) al servicio de los miembros de los cuerpos militares (Guardianes islámicos, Basij, etc.). El escándalo social que provocó no impidió que se pusieran en marcha ocultas al ojo público.

– Sigheh como un gran negocio: no se necesita ninguna inversión, ni tiene riesgos, la “mercancía” es gratis e interminable, y además el poder y el Dios lo apoyan.

Irán ¿la Tailandia islámica?

Decenas de páginas de contacto, gestionadas por la RII o de forma pirata, miles de casas de cita, además de hoteles concertados (con álbumes de fotos de mujeres), sobre todo en las ciudades santas, organizan el suculento negocio. Mashhad, con 3 millones de habitantes y la mayoría sumida en una escandalosa pobreza, y que recibe cada año a unos 25 millones de turistas religiosos nacionales y extranjeros, es el epicentro del fenómeno de “hombres peregrinos y mujeres prostituidas” en Oriente Próximo. El clérigo chiita ha extendido su red de Sigheh hasta Iraq, Siria, Afganistan, Pakistán y los países del Golfo Pérsico. El escándalo ha llegado a la prensa oficial de la propia RII, normalizando la aberración.

Otras consecuencias del Sigheh

Dijeron que esta fórmula solo iba dirigida a los jóvenes solteros, pero la mayoría de sus usuarios están casados, erosionado la propia institución de familia. Esposas que se divorcian al enterarse estas aventuras de sus maridos; o que llegan a contagiarse de enfermedades de transmisión sexual por culpa de ellos; o viven en penuria porque él gasta el ahorro de la familia en pagar sus fantasías sexuales allí fuera, y no pocas “desatendidas” buscan sexo y afecto fuera del matrimonio, como cuando existían los harenes.

La teocracia chiita ha fulminado en pocos años los milenarios valores morales (religiosos), desgarrando el tejido social tradicional, mientras que al ser una dictadura ha impedido la formación de otros valores basados en la ética, amor y deseo libres.

Un reducido número de mujeres ha intentado aprovechar este sistema machista en su favor, – viajar o convivir con su amor, por ejemplo-, sin que obviamente, agriete la naturaleza absolutamente desequilibrada y reaccionaria de esta modalidad de explotación sexual

Shahla Jahed

Shahla Jahed, una enfermera de 40 años fue Sigheh de un famoso futbolista. Le ahorcaron en 2010, y después de estar seis años en la cárcel sin un juicio justo, por asesinar a la esposa de él. Es la punta de iceberg de los graves conflictos que generan este tipo de relaciones basadas en la desigualdad y mentira: Dos “esposas” asesinadas y el esposo sigue con su vida.

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