Sólo las iglesias controladas por el Estado tienen la potestad de distribuirlas y venderlas en sus espacios.
En lo que parece ser un nuevo intento por controlar más de cerca las prácticas religiosas de sus conciudadanos, las autoridades de China han ordenado la retirada de la Biblia de las estanterías virtuales de populares portales de venta ‘online’ como Taobao, Jingdong, Amazon o DangDang, en donde cualquier búsqueda del texto sagrado arroja un “sin resultado” desde el pasado fin de semana.
De entre las religiones mayoritarias en el país asiático, el cristianismo es la única cuyo libro santo no puede ser adquirido por los canales comerciales habituales, ya que se consideraba un texto “para distribución interna”. Por eso, pese a que las biblias son impresas en el país asiático, tan solo las iglesias controladas por el Estado tienen la potestad de distribuirlas y venderlas en sus espacios.
Aún así, el auge de las plataformas de venta en Internet, la falta de regulación inicial y una mayor permisividad oficial propiciaron que su adquisición fuese algo sencillo durante los últimos años, una posibilidad a la que parece que le ha llegado su fin.
A muchos, la decisión les ha pillado por sorpresa. No en vano, Pekín se encuentra inmerso en un proceso negociador con el Vaticano que, de llegar a buen puerto, podría restablecer unos lazos rotos en 1951 -cuando el Partido Comunista (PCCh) de Mao Zedong expulsó al nuncio apostólico en China- y acabar con la histórica división entre la iglesia patriótica (aquella sometida a las órdenes de las autoridades) y la clandestina (que sigue los designios del Papa de Roma).
Pese a que las negociaciones progresaban adecuadamente -hasta el punto que se especuló con la posibilidad de un anuncio de acuerdo durante Semana Santa-, parece que las partes siguen sin llegar a un acuerdo sobre temas tan capitales como quién tendrá la potestad de nombrar a los obispos, algo a lo que ninguno de los bandos parece dispuesto a renunciar.
Así lo dejaron entrever los oficiales que participaron el pasado martes en la presentación de un informe sobre libertad religiosa, donde aseguraron que Pekín “ha hecho siempre grandes esfuerzos” para restañar los lazos rotos con el Vaticano para luego defender la importancia de mantener el “principio de independencia y autogestión” debido a la “historia humillante del pueblo chino” y el uso del cristianismo por parte de los poderes “del colonialismo y el imperialismo”.
El texto, el primero de este tipo publicado por el PCCh en las últimas dos décadas, muestra que el gigante asiático está viviendo una suerte de ‘boom’ espiritual. Así, si en 1997 China registraba 100 millones de seguidores de las religiones oficiales -budismo, taoísmo, islam, protestantismo y catolicismo-, ese número se ha doblado en la actualidad.
Según sus datos, el número de católicos ha pasado de cuatro millones a seis, mientras que el de protestantes ha crecido de 10 millones a 38. Aun así, la mayoría de expertos y analistas creen que estas cifras representan a tan solo la mitad de creyentes, millones de personas que permanecen sin registrar y son miembros de las iglesias “clandestinas” no reconocidas por el Estado.
Ante esta situación, este “Libro blanco sobre las religiones” insta a las diferentes religiones a “adaptarse a la sociedad socialista”. “Los creyentes y no creyentes se respetan unos a otros y viven en armonía, comprometiéndose con la reforma, la apertura y la modernización socialista y contribuyen a la realización del sueño chino de rejuvenecimiento nacional”, recogía el texto.
Sin embargo, estas palabras no hacen olvidar que bajo el mando del actual presidente, Xi Jinping, las autoridades han reforzado su control y vigilancia sobre las religiones, en especial sobre el islam y el cristianismo, que ha vivido en los últimos años a una campaña de derribo de cruces, el cierre de iglesias y la detención de algunos de sus líderes espirituales.
“Hay una tendencia amplia bajo el presidente Xi de controlar más estrictamente la religión, especialmente el cristianismo”, aseguró William Nee, investigador de Amnistía Internacional especializado en el país asiático, a la CNN. “Es absurdo que el Gobierno afirme promover la libertad religiosa al tiempo que prohíben la venta de la Biblia”, añadió.