Como una celebración al laicismo y un homenaje, en su aniversario luctuoso, a Juan Antonio de la Fuente, uno de sus más destacados defensores locales, el Museo del Normalismo y la Secretaría de Promoción Cívica del Estado presentaron ayer el coloquio “El Estado Laico”.
El evento al que asistieron alumnos de la Benemérita Escuela Normal de Coahuila y maestros de las logias masónicas, fue encabezado por el profesor Arturo Berrueto, en representación del Gobernador del Estado; el historiador Lucas Martínez Sánchez, director del Archivo General de Coahuila y Silvia de Hoyos, directora del Museo.
El representante de las logias masónicas, Saúl Escalante, fue el primero en abordar el tema como “uno de los principios fundamentales de la gran transformación de México” refiriéndose al gobierno de Juárez y remontándose al momento en que éste, para poner término definitivo a una guerra sangrienta que una parte del clero mantenía por conservar los privilegios heredados del sistema colonial, creyó indispensable “adoptar la más perfecta independencia entre los negocios del Estado y los puramente eclesiásticos”.
El laicismo, impregnado de un sentido libertario, expuso, no es proclama de ateísmo ni movimiento antirreligioso, sino más bien libertad de conciencia, de asociación y de expresión.
El licenciado Manuel Horacio Cavazos Cadena, por su parte, describió la corriente laica desde el punto de vista de los derechos humanos, para lo que hizo un breve análisis del origen del fenómeno religioso como el conjunto de las creencias arraigadas en las personas y las reglas que norman el cumplimiento de los principios religiosos, pero sobre todo, como un derecho fundamental.
Hizo un repaso por las constituciones de la República que instauraban la católica como única religión y la intolerancia al ejercicio de otras religiones desde el proyecto constitucional de 1814 hasta el Acta de Reformas de 1847, e incluso su exclusión de la Constitución de 1857 por ser aún un tema de debate.
Se repasó el perfil de Juan Antonio de la Fuente como partícipe de esa división entre el Estado y la Iglesia y de la Ley de Libertad Religiosa “que estaba muy bien escrita” y hubo quien asumió que poseía esa cualidad gracias a él.