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¿Por qué hay cada vez más no creyentes?

Son el 39% de los españoles, el triple que en 2000. Un sociólogo ateo y un teólogo dan su visión.

Si Torquemada y Nietzsche levantaran la cabeza… El primero se llevaría ahí las manos y el segundo la sacudiría como reafirmándose en aquello que una vez escribió y que injustamente es la única frase suya que todo el mundo recuerda: «Dios ha muerto». Metáfora que aunque aún no se ha convertido en profecía parece cada vez más cercana en nuestro país, donde ya cerca del 40% de la población dice no creer en Dios, incluyendo aquí a ateos (15,7%), agnósticos (12,3%) e indiferentes o no creyentes (10,6%). Redondeando, todos juntos suman 38,7%, según los datos de julio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), la cifra más alta registrada hasta el momento, el triple que en 2000. Y creciendo. Teniendo en cuenta que los católicos practicantes siguen en caída libre, el 16,7%, un mínimo histórico, mientras la mayoría de ellos (39,9%) reconoce no participar de los ritos de esta religión pese a profesarla. Hay quien advierte de que en un año los no creyentes serán mayoría, pues en los primeros siete meses del año han crecido 4,5 puntos.

Albert Riba es el presidente de la Unión de Ateos y Librepensadores y también de Ateos de Catalunya. Dejó de creer a los veintitantos, cuando estaba en la universidad cursando sociología, a finales de los años 60 del pasado siglo: «Ni siquiera había terminado la dictadura. En ese momento yo era católico no practicante, aunque había sido muy cumplidor. Y en la facultad hacíamos nuestras fiestas pero también nos quedábamos debatiendo hasta las cuatro de la mañana. En una de esas discusiones me hicieron un montón de preguntas que no supe resolver, y eso, como gran discutidor que soy, me dio mucha rabia. Al volver a casa me di cuenta de que tenía un tapón y en ese momento me liberé, ser ateo me permitió tener todas las respuestas». Admite que la transición al ateísmo puede ser de golpe, como en su caso, o un proceso extenso.

El 72% de los habitantes de la República Checa, según el informe Pew Forum de 2017, declara no estar afiliado o identificado con ninguna religión. En el otro extremo, Polonia, donde un 90% aproximadamente se define como católico.

CHECOS Y POLACOS

En cuanto a las cifras del CIS, «es algo que viene de largo. Y es posible que seamos aún más, pues aunque en Cataluña puedes decir sin problema que eres ateo, sobre todo en las grandes ciudades, en pequeños municipios de otras comunidades siguen teniendo miedo a reconocerlo, a que te puedan fastidiar, molestar e incluso hacerte pasarlo mal, como ocurría antes cuando te señalaba el cura del pueblo. De hecho, hay muchos políticos que se definen como agnósticos porque temen decir que son ateos, pues piensan que perderán votos». Señala que hasta no hace mucho «se creía poco menos que los ateos comíamos niños».

Recuerda que, cuando en 2009 el ‘autobús ateo’ recorrió España con aquella publicidad de ‘Dios probablemente no existe’, el entonces cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, lo calificó de «abuso» que condicionaba «injustamente el ejercicio de la libertad religiosa». «Y pidió al Gobierno –añade Riba– que nos aplicaran el código penal porque era una ofensa al sentimiento religioso. Nos siguen viendo como alguien malo. Mira lo que ha pasado con el obispo de Solsona, que se ha enamorado de una escritora (de literatura erótica satánica). Pues hay un comunicado de su obispado diciendo que está endemoniado y que, como era exorcista, en uno de esos ritos se le metió un diablo en el cuerpo».

Considera el ateo que el relevo generacional nos está llevando a estas cifras crecientes de no creyentes, algo que lleva tiempo viéndose en el resto de Europa. A su juicio, la ciudadanía es cada vez más consciente de que la Iglesia católica percibe «11.000 millones de euros anuales, además de los otros 50 que se llevan otras religiones», un hecho denunciado también desde el seno de Europa Laica, organización española que promueve el Estado laico y la separación Iglesia Estado.

«La Iglesia tiene un problema de herencia y de coherencia –concluye Riba–. Una herencia de siglos de hacer barbaridades que aún no ha condenado, como la Santa Inquisición. Y de coherencia, pues la jerarquía va por un camino diferente a lo que muchos de sus curas a pie de calle defienden trabajando con la gente». Insiste en que ellos no van en contra de las personas religiosas, sino de los que hacen mal uso de la religión. «Si alguien cree en Dios, muy bien, pero de ahí a que todos estemos manteniendo a la Iglesia, con mi dinero no».

A Juan José Tamayo, secretario general de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, tampoco le han sorprendido las cifras del CIS. «En los últimos 50 años, España ha experimentado un proceso de secularización muy rápido, abandonando tradiciones religiosas que tampoco tenían mucho arraigo en la ciudadanía. Incluso antes ya de la muerte de Franco. Pero se está dando un incremento extraordinario».

Inmuebles y pederastia

Entre las razones de tal impulso, señala en primer lugar a la existencia de una indiferencia religiosa enmarcada dentro del mismo proceso que lleva la sociedad occidental, «aunque haya llegado hasta nosotros con retraso. Pero ya se iba incubando con el abandono de las prácticas religiosas». En su opinión, a esto se suma el alejamiento que la religión mayoritaria ha tenido y sigue teniendo de los problemas e inquietudes de la gente: «Es una Iglesia que se muestra conservadora, despótica y jerárquica, sin sintonía con los más vulnerables». Y cita en concreto a la jerarquía, «que solo se preocupa de que le llegue la asignación del Estado y de mantener sus privilegios educativos, económicos, fiscales, sociales y hasta militares, sin preocuparse de la acogida a inmigrantes, del desempleo, de las bolsas de pobreza, del porcentaje de niños y niñas en situación de vulnerabilidad. Hablo siempre de un alejamiento de la jerarquía porque hay otros sectores de la Iglesia vinculados a movimientos sociales que trabajan con solidaridad, pero la imagen que ofrecen es de lejanía, de falta de compasión».

A ojos de Tamayo, el seguir «ostentando tantos bienes inmuebles y defendiendo sus privilegios económicos ha hecho mucho daño a la creencia, pues es como un antitestimonio de lo que debe ser la Iglesia, lo que hace que crezca la distancia». Y de hecho considera que muchos dejan de creer en Dios precisamente por la «identificación que hacen entre las creencias y cómo se comporta la jerarquía de la Iglesia católica».

Aquí enmarca otra razón para este desafecto: los casos de pederastia que se van destapando en su seno. «Es otro elemento fundamental, pues cómo no te vas a a alejar de una institución o de la creencia, cuando ves a esas familias que han visto frustrada la confianza que han depositado en ellos para el cuidado de sus niños, cuando vas descubriendo sus comportamientos brutalmente violentos… El propio Papa habla de crímenes. Como se presentan como representantes de Dios, si fallan o tienen esos comportamientos tan horribles, la creencia desaparecece».

Escéptico se muestra el teólogo en cuanto a que estos datos del CIS promuevan un gran cambio, como que el Gobierno rompa con los acuerdos firmados con la Santa Sede: «Llevamos ya más de 25 años de gobiernos socialistas y no lo han hecho. Son rehenes de la Iglesia católica. Creen que si mantienen sus privilegios tendrán un mayor apoyo electoral y eso es un espejismo, aquí están los datos. Solo el 16% es practicante. Y si contamos a aquellos que llevan una vida ejemplar en base a los dictados católicos… pues son muchos menos».

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