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Por Dios y los santos Evangelios… Ni Hitler se atrevió a tanto · por Alberto Roselli

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Tras la asunción del poder de Javier Milei, nuevo presidente de Argentina

El presidente Javier Milei encarna el movimiento ultraliberal, es decir, la derecha que prioriza el desarrollo de los capitales privados a como dé lugar, haciendo del Estado un mínimo reducto que se ocupe de mínimo indispensable pero que garantice el desarrollo libre de quienes producen a costa de quienes no tienen sino en eso un espacio de mero eslabón laboral sin identidad de persona

Lo llamativo es cómo la gente que acompañó el acto vociferaba y aplaudía a cada afirmación que avisaba y confirmaba que el objeto de las medidas eran ellos mismos, o sea, nosotros mismos

Asumió el nuevo presidente argentino el diez de diciembre, como corresponde, aunque pocos saben que esa fecha, elegida por Raúl Alfonsín en 1983, primer mandatario democrático luego del desfalco represivo de los militares, es el aniversario de la declaración universal de los Derechos Humanos. En aquel 1983 se celebraron los 35 años de esa declaración. En este 2023 se cumplieron los 75. Y no parece que hubiera motivo para celebrar.

El presidente Javier Milei encarna el movimiento ultraliberal, es decir, la derecha que prioriza el desarrollo de los capitales privados a como dé lugar, haciendo del Estado un mínimo reducto que se ocupe de mínimo indispensable pero que garantice el desarrollo libre de quienes producen a costa de quienes no tienen sino en eso un espacio de mero eslabón laboral sin identidad de persona.

La mayoría de los argentinos apostaron a un cambio, es verdad. Pero quizás faltó pensar la otra mitad: en qué consiste ese cambio: lisa y llanamente en apoyar desde el gobierno a los capitales, sin condiciones ni atenuantes, y a considerar a los trabajadores sólo como fuerza laboral. A todos los trabajadores; los pasivos, los activos y los futuros.

A la espera del shock

Y lo hizo durante toda la campaña y hasta en su discurso apenas ungido presidente: “No hay solución alternativa al ajuste” fue la frase que literalmente utilizó dos veces en sus palabras de asunción, a la vez que repitió que no hay lugar para el gradualismo, sino que se aplicará un shock que hará del próximo año y medio o dos años un campo de batalla indefinible con su afirmación “en el corto plazo la situación empeorará”.

Javier Milei, el nuevo presidente de Argentina
Javier Milei, el nuevo presidente de Argentina EFE

Datos exagerados, otros falaces y siempre un tono de superioridad y redentorismo que hace desconfiar de sólo verlo, fundamentaron las razones en la herencia recibida, que a todas luces no es buena ni mucho menos, pero que con seguridad no nos ha sumido en la tragedia que Milei planteó sin vergüenza alguna.

«Lo llamativo es cómo la gente que acompañó el acto vociferaba y aplaudía a cada afirmación que avisaba y confirmaba que el objeto de las medidas eran ellos mismos»

Lo llamativo es cómo la gente que acompañó el acto vociferaba y aplaudía a cada afirmación que avisaba y confirmaba que el objeto de las medidas eran ellos mismos, o sea, nosotros mismos.

El flamante presidente reivindicó sin ponerse colorado a Julio Argentino Roca y a Domingo Faustino Sarmiento, antipróceres que para imponer la “civilización” no dudaron en aplicar la barbarie de aniquilar a quienes no coincidían con sus criterios, trabajadores esclavizados, peones subyugados y miles de aborígenes que sólo pretendían mantener sus culturas centenarias.

Javier Milei, en su toma de posesión
Javier Milei, en su toma de posesión EFE

Eso es el liberalismo: la imposición por la fuerza y no sólo la física, de sus ideas para que lo único que se haga realidad sea el crecimiento del propio beneficio económico y del poder consecuente.

Es fácil deducir qué sucede si a esos intereses se le confía la suma del poder público.

El Estado debe controlar y garantizar el bien común, poniendo límites a los tiburones que buscan beneficios propios y defendiendo a los que colaboran para eso desde el trabajo, aportando educación, salud y seguridad y garantizando libertad. Eso es la democracia bien entendida.

Libertad. Allí está la clave.

El grito de guerra “Viva la libertad, carajo!” no significa lo que todos creemos

El grito de guerra “Viva la libertad, carajo!” no significa lo que todos creemos.

Para el liberalismo en todas sus formas es abrir todas las puertas a que los poderosos sigan desarrollándose al costo que sea, incluso de las personas que se oponen o que no hacen lo que se les indica, sobre todo limitándolas con lo económico. Ellos ponen precios y sueldos; castigos y falsos premios.

Eso es otra forma de esclavismo.

Una de las frases del neopresidente Milei fue, y resume claramente cuál es su consideración de los ciudadanos de a pie, “la única forma de salir de la pobreza es con más libertad”, diferenciándose de los criterios universales que donde dice “libertad”, ponían la palabra “trabajo”, que incluye “personas trabajadoras”.

Libertad para los poderosos. Solamente. Eso es lo que mueve a esta gestión. Una “libertad” deformada.

García Cuerva saluda a Milei tras el acto en la catedral
García Cuerva saluda a Milei tras el acto en la catedral RD/Captura

Como alivio para tanta intoxicación de veneno anti-gente, vale la pena leer completo el mensaje del arzobispo de Buenos Aires Ignacio García Cuerva, quien encabezó una sencilla y maravillosa ceremonia interreligiosa, donde refirió tres “cimientos” a tener en cuenta luego de pedir a Dios la bendición para esta nueva gestión:

Fraternidad, en cuanto trabajar juntos, respetando a todos y buscando soluciones todos juntos.

Libertad, pero en sentido humano y no liberal, citando al papa Francisco: la verdadera libertad se expresa plenamente en la caridad. No hay libertad sin amor. Quien ha recibido el don de la liberación obrada por Dios no puede pensar que la libertad consiste en estar lejos de los otros, sintiéndolos como una molestia. Porque el ser humano es siempre en comunidad.

Y, por último, la Memoria, para recuperar la historia y los cimientos de la organización nacional de Argentina: soberanía popular (de todos, cada uno en la propia condición), sistema representativo, la forma republicana y el federalismo.

Un país, un Estado, no es una empresa. No se trata de ganar beneficios sino de garantizar el bien común a todos los ciudadanos.

Ni Hitler se atrevió a tanto… ni el propio Macri, que es una antesala de lo que comenzó ayer, dijo con tanta claridad, aunque lo cumplió, que ser liberal es ser anti-humano.

Así y todo, hay esperanza. Aunque esperemos no renovar un dolor, similar al de la pandemia, por los que veremos –y quizás nosotros mismos- quedar en el camino.

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