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El presidente francés, Emmanuel Macron, en una imagen de archivo. / MOHAMMED BADRA / POOL / REUTERS

Polémica en Francia por la celebración de la Janucá, un acto religioso judío, en el Elíseo

El presidente Emmanuel Macron participó en una ceremonia de encendido de velas en la sede presidencial, algo inhabitual en la laica V República

¿Una nueva polémica estéril sobre el eterno debate de la laicidad en Francia? ¿O un verdadero desliz por parte de Emmanuel Macron? El presidente francés participó el jueves por la noche en el Elíseo en un acto de la Conferencia Europea de los Rabinos (CER) en que se llevó a cabo un encendido de velas en el primer día de Janucá (Fiesta de las luces). Esta ceremonia, con una dimensión religiosa, ha generado una intensa polémica en Francia, donde la separación de las religiones respecto a todo aquello relacionado con el Estado —las instituciones, la escuela…— suele alimentar múltiples controversias. 

Desde la oposición de izquierdas hasta los partidos de derecha y ultraderecha, han reprochado al dirigente centrista de haber vulnerado la ley de 1905 sobre la laicidad. Esta legislación, que encarna el ADN del republicanismo francés, estipula que «la República no reconoce, no da un salario ni subvenciona ningún culto». Incluso el presidente del Consejo Representativo de las Instituciones Judías de Francia (CRIF), Yonathan Arfi, ha tachado de «error» ese acto de Janucá en la sede presidencial. «No es el lugar, en el seno del Elíseo, de encender una vela de Janucá, puesto que el ADN republicano consiste en mantenerse lejos de todo aquello que es religioso», ha asegurado Arfi en la emisora Sud Radio.

«Si el presidente de la República se hubiera prestado a un gesto cultural o hubiera participado en una ceremonia, esto no sería respetuoso de la laicidad. Pero no fue lo que sucedió», ha justificado Macron este viernes al mediodía. «La laicidad no significa el borrado de las religiones«, ha añadido durante una visita a la catedral de Notre Dame, un año antes de la reapertura el 8 de diciembre de 2024 del monumental templo destruido parcialmente por el gran incendio en abril del 2019. Desde el Elíseo, han defendido que en realidad ese acto estuvo organizado para que la CER concediera el premio Lord Jacobits a Macron por su lucha contra el antisemitismo.

«No debemos transgredir con la laicidad»

Estas explicaciones difícilmente acallarán las críticas de las últimas horas. «El Elíseo no es un lugar de culto. (…) No debemos transgredir con la laicidad», aseguró en la red social X Carole Delga, la presidenta socialista de la región de Occitania (sur). «¡Janucá en el Elíseo! ¿Pronto la Pascua y el Aíd? Y luego pediremos a los profesores que expliquen la laicidad a nuestros hijos…», ironizó en la misma plataforma François Ruffin, uno de los diputados más conocidos de la Francia Insumisa (afines a Sumar o Podemos). 

«¿Cómo se puede no participar en una marcha contra el antisemitismo por la razón incongruente y falaz de preservar la unidad nacional y luego celebrar una fiesta religiosa en el seno del palacio presidencial?», criticó el alcalde de Cannes, el conservador David Lisnard. Este dirigente de Los Republicanos (afines al PP) se refería a las marchas «republicanas» contra el antisemitismo del 12 de noviembre, marcadas por la presencia de numerosos representantes y simpatizantes de la ultraderecha.

Cuesta encontrar en la hemeroteca, por no decir que es imposible, precedentes de actos religiosos en el Elíseo. «Sin precedentes. Por primera vez en la historia de la República francesa, una ceremonia religiosa tuvo lugar en el palacio del Elíseo», lamentó en el diario progresista Libération el columnista Jonathan Bouchet-Petersen, quien tachó ese acto de una «falta política». La primera ministra Élisabeth Borne lo ha defendido al considerar que se trataba de un «mensaje» de apoyo a la «comunidad judía» en un momento de aumento del antisemitismo.

Tensión interna por la guerra de Gaza

La sangrienta escalada en el conflicto palestino-israelí ha tensado la multicultural sociedad gala. En Francia coexisten la comunidad judía más importante en Europa (unas 600.000 personas) con la musulmana más numerosa (5 millones) en el Viejo Continente. Durante los dos últimos meses, han aumentado de manera significativa los actos racistas contra personas judías y musulmanas. Tras los atentados del 7 de octubre de Hamás, Macron se posicionó claramente al lado de Israel. Pero ante los devastadores bombardeos del Tsahal —con más de 16.000 palestinos muertos, la gran mayoría de ellos civiles—, cambió su posición y pidió un alto el fuego a principios de noviembre. 

A lo largo de su presidencia, a menudo han reprochado a Macron su costumbre de decir a sus interlocutores aquello que quieren escuchar. Un bienquedismo que le ha jugado malas pasadas respecto al histórico conflicto en Oriente Próximo. Durante una comparecencia conjunta con el primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, en julio de 2017, el presidente ya dijo que «el antisionismo era una forma reinventada del antisemitismo». En un acto con el CRIF en marzo del año pasado, también afirmó que «Jerusalén era la capital eterna del pueblo judío«, unas declaraciones que indignaron a la Autoridad Palestina.

Macron, tras viajar a Israel el 24 de octubre, propuso a Netanyahu que la Coalición Internacional contra el Estado Islámico se sumara a la lucha contra Hamás. Pero apenas dos semanas después, exigió una interrupción de los combates durante una cumbre internacional en París, en que no participó Israel, pero sí numerosos países árabes. Unos posicionamientos oscilantes y erráticos que han debilitado la influencia internacional de Francia.

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