Colonos judíos hieren a un soldado israelí, profanan una mezquita, pinchan ruedas de vehículos militares en una jornada de vandalismo impune
Decenas de veces en las últimas semanas los miembros del Gobierno israelí han advertido que no tolerarán el vandalismo de los colonos judíos en Cisjordania. Lo ha afirmado el primer ministro, Ehud Olmert; el responsable de Defensa, Ehud Barak; diputados; mandos militares, jefes policiales… Los más radicales de los colonos son viejos conocidos. Alguno de ellos -Noam Federman, residente en Hebrón- ostenta un récord difícil de batir: 41 detenciones. Nunca demasiado prolongadas. En uno de los juicios, hace ya años, fue acusado de colocar una bomba a las puertas de un colegio de niñas palestinas. Anoche y esta mañana, volvieron a la carga en Hebrón. Ninguno de ellos fue detenido. Y no porque no hubiera presencia policial o militar. Es siempre masiva en el lugar en el que la tradición dice que está enterrado el patriarca Abraham. Los uniformados ha sido atacados, un colono ha herido a un militar tras lanzarle aguarrás, han profanado una mezquita, han pichado las ruedas de vehículos militares, han apedreado a palestinos y han hecho pintadas en varios locales de la ciudad: "Mahoma, cerdo", "muerte a los árabes". Portavoces del Ejército han prometido, una vez más, que llevarán a los responsables ante la justicia.
La brutalidad desatada por los colonos de Hebrón tiene su origen en un litigio judicial. Días atrás, el Tribunal Supremo israelí ordenó que 150 fanáticos judíos debían evacuar una casa -"la casa de la paz", la llaman- que ocuparon a comienzos de 2007. El fallo establece que falsificaron los títulos de propiedad del inmueble, ubicado a medio camino del asentamiento de Kiryat Arba y del mausoleo de Abraham, Isaac y Jacob. Disponían de un plazo para abandonar el inmueble hasta el mediodía del miércoles. Se negaron. Ahora las fuerzas del orden, según algunos expertos legales, cuentan con un mes para proceder al desalojo. "No habrá compromiso", señalaban ayer los portavoces de los colonos.
Gozan de impunidad. Los Gobiernos israelíes, que durante cuatro décadas han fomentado, e impulsan a día de hoy, la ampliación de asentamientos, no dan el paso al frente para atajar la violencia. Cuentan con un poderosísimo ejército, con un despliegue policial impresionante en esa ciudad. Pero su misión es precisamente proteger a los colonos. No les tocan un pelo. Una actitud en las antípodas de la que aplican cuando quien protesta es un palestino.
Sin ir más lejos, ayer miércoles las tiendas de campaña en las que habían decidido vivir el matrimonio Al Kurd, en Jersualén Este, fue desmantelada. Se habían trasladado la semana pasada a la tienda después de ser desalojados de la casa -ocupada ahora por colonos- que habían habitado durante 50 años, tras ser expulsados de su anterior vivienda en Jerusalén oeste en 1956. Se les hará cargar con los costes de la operación policial del miércoles. Poco importa que las tiendas se hubieran instalado en un predio propiedad privada de un palestino. La protesta terminó.
Cuando los colonos andan por medio, todo es diferente. La semana pasada, una veintena de diplomáticos de varios países del mundo visitó la ciudad. Y como es norma, los colonos, megáfono y cámaras en mano, interrumpieron el recorrido de los cónsules. Se produjo algún forcejeo con los diplomáticos. Y la policía decidió fiel a su trayectoria. Los cónsules fueron apartados, colocados ante una pared y conminados a abandonar la ciudad.
Desde hace dos meses, los colonos están desatados. Han asaltado pueblos palestinos en Cisjordania y disparado a los pies a alguno de sus habitantes; han agredido a campesinos que cosechan aceitunas; lanzado perros a militares israelíes; destrozado docenas de coches de árabes… La respuesta de los dirigentes políticos se repite. "La policía tiene que detener a los responsables y juzgarlos", ha comentado hoy Otniel Schneller, parlamentario de Kadima, el partido en el Gobierno, quien, no obstante, añade que se opone a la evacuación de los colonos de la "casa de la paz".