Recientemente se ha descubierto en la calle Mateos Gago, en el Bar Giralda del Casco Antiguo de Sevilla, un tesoro arqueológico escondido. Se trata, nada menos, que del baño mozárabe más antiguo documentado en todo el territorio español y portugués. Algunos ven en este hallazgo una oportunidad para impulsar la visibilidad de su negocio. Otros lo ven como si fuera otra joya arqueológica más en nuestra Andalucía diversa. Nosotros preferimos, desde el atrevimiento, cuestionar las bases culturales esencialistas que vienen proliferando en los últimos años en Europa en general y en España en particular.
No es sorprendente encontrar trabajos académicos y discursos políticos que tratan de hablar de la diversidad en España y Andalucía desde la migración contemporánea, es decir, a partir de la llegada de la población migrante a España en los años 80-90. Consideramos peligroso este discurso por varios motivos, entre los que destacamos los siguientes: la necesaria adaptación de la sociedad de acogida a los que llegan, dado que antes no existía experiencia migratoria; políticas migratorias recientes que tratan de conectar pueblos y culturas mediante la multiculturalidad o la interculturalidad; y la construcción imaginaria de una homogeneidad cultural e identitaria existente previamente a la llegada de las personas migrantes.
Nuestro interés en este espacio de reflexión, como adelantamos antes, es tratar de pensar sobre el hallazgo de los baños árabes, en relación a los discursos esencialistas identitarios y culturales en las políticas migratorias. Todo ello lo consideramos más que necesario en estos tiempos que corren, debido a los discursos y las narrativas de ciertos partidos políticos que tratan de señalar a determinados cuerpos, rasgos y prácticas culturales como “no pertenecientes” a España.
Esencialismo cultural
Las realidades culturales e identitarias vienen siendo construidas en base a fragmentos de la vida cotidiana cuyo propósito es fundamentar una nación coherente y sin fisuras. En España, este proceso podemos considerar que se inició con Felipe V, según nos cuenta la historia. Se trata, en definitiva, de hacer uso de narrativas, escrituras, enseñanzas, mitos y relatos colectivos que representen a la nación y al pueblo como entidad bajo un tiempo homogéneo y lineal. Por ello resulta difícil identificar baches y discontinuidades en la Historia española y/o ver realidades culturales que contradigan lo identitario español. Consideramos que bajo esta óptica se construye una realidad nacional e identitaria esencialista, falsamente homogénea y lineal en la que cabe solo una parte de la sociedad de un Estado determinado, marginando y despreciando la pluriversidad sociológica, cultural y política.
Desde supuestas políticas llamadas de interculturalidad y multiculturalidad, en el fondo se ocultan narrativas de una realidad cultural e identitaria esencialista.
Cuando grupos de profesionales del ámbito periodístico, histórico, antropológico, sociológico y jurídico tratan de visibilizar estas discontinuidades, suelen sufrir ataques de los grupos y partidos que sobreviven gracias a estas narrativas esencialistas, lineales y homogéneas. Algunas realidades sociohistóricas que salen a la luz, así como ciertos cuerpos, vienen siendo relevantes para desencadenar las rupturas en los discursos esencialistas. En esta línea podemos señalar, por ejemplo, que el debate sobre el racismo en Europa —que había quedado silenciado bajo el espejismo del civismo, lo cosmopolita y la tolerancia de las sociedades europeas— es hoy en día difícil de esconder ante los cuerpos racializados que sufren racismo, discriminación, machismo o xenofobia de manera cotidiana.
Lo mismo podemos decir del hallazgo del baño mozárabe en el Casco antiguo de Sevilla. La necesidad de armar unas narrativas continuistas y pedagógicas que permitan construir esa nación “imaginada” pura y homogénea hizo que se ocultaran los vestigios de una realidad transcultural que no es reciente. No es la primera, ni la última vez, que hablamos de la diversidad en Andalucía. Varios trabajos vienen haciéndolo, al menos, desde los años 50, demostrando que la diversidad no es solo característica de las migraciones contemporáneas. Consideramos necesario, pues, que analicemos la realidad del hallazgo como un azote al discurso esencialista identitario cultural que insiste en la adaptación y asimilación del extraño como la mejor forma de conseguir su aceptación en España.
Políticas identitarias e inmigración
No resulta novedoso escuchar en los discursos de los partidos de ultraderecha en España y en Europa decir que ellos no están en contra de la inmigración. Argumentan que solo estarían en contra de aquellos que, por un lado, entran de forma irregular y, por otro, de aquellos que no quieren ni pretenden adaptarse a la cultura de la “nación española”. No hay que ser un lince para darse cuenta de que en el trasfondo de este discurso se oculta la ideología esencialista nacional e identitaria que hemos tratado de trazar en el apartado anterior. Por ello consideramos relevante que en las políticas migratorias se ponga el foco no en la forma como la población migrante se integra en la sociedad española, sino en qué medida las características nacionales e identitarias esencialistas marcan las políticas migratorias de integración.
En definitiva, desde supuestas políticas llamadas de interculturalidad y/o multiculturalidad, en el fondo se ocultan narrativas de esta realidad cultural identitaria esencialista. Reparemos, pues, en las políticas multiculturales, cuyo propósito es evitar conflictos haciendo uso de la tolerancia y el entendimiento como valores máximos. La realidad de Inglaterra, Francia, Suecia, Canadá, entre otros países y contextos, nos demuestran, sin embargo, que resultan un fracaso, pues fomentan guetos. En otras palabras, desde el fundamentalismo cultural e identitario de los países europeos se arrincona a individuos y grupos con características raciales y socioeconómicas diversas y consideradas extrañas, lo que provoca que, en algún momento de sus vidas —en el ámbito escolar, laboral, de ocio— tendrán que coincidir con los llamados puros, pretendidos dueños de la cultura española y del país.
Debemos ser capaces de identificar y desdibujar la base nacional e identitaria blanca, cuyo fondo es una historia lineal y homogénea, que oculta esa otra realidad que sabemos y conocemos diversa de Andalucía y de España.
Desde la interculturalidad, por su parte, se trata de plantear espacios de interacción e integración que permitan el desmonte de pertenencias culturales e identitarias hacia contextos culturales e identitarios nuevos. Pero siempre desde bloques culturales y nacionales construidos en base a un esencialismo cultural concebido a priori, y solo en relación a la migración contemporánea. Todo ello hace que los supuestos diálogos interculturales no se den de forma igualitaria, debido a la estructura sociohistórica que viene marcando el mundo desde tiempos inmemoriales. En otras palabras, no creemos posible un diálogo intercultural igualitario entre un español y un boliviano —mientras consideramos que cada uno pertenece a bloques nacionales e identitarios homogéneos—, si el proceso de colonización española no considera la identidad y la cultura boliviana, andina, entre otras.
El hallazgo del baño mozárabe nos enseña, una vez más, que debemos replantear la base misma de los bloques culturales que dialogarán entre ellos; que debemos ir caminando hacia una especie de transculturalidad. Esta última, que no es una novedad ni en el ámbito académico ni tampoco como realidad empírica en España y en Andalucía, implica replantear nuestra plenitud cultural e identitaria en relación a las enseñanzas de movilidad humana y reescribir, así, nuestras respectivas historias. ¿O acaso el baño mozárabe, la Giralda, la Mezquita, la Alhambra, la presencia y contribución cultural e identitaria de los negros, gitanos, visigodos, fenicios, entre otros pueblos, en Andalucía no son argumentos suficientes como para repensar cómo la base para la inclusión social y cultural migrante debería ser algo más que lo español y europeo blanco de este territorio? A eso nos referimos cuando hablamos de poner el acento en las características nacionales e identitarias esencialistas en el proceso de integración. Debemos ser capaces de identificar y desdibujar la base nacional e identitaria blanca, cuyo fondo es una historia lineal y homogénea, que oculta esa otra realidad que sabemos y conocemos diversa de Andalucía y de España.
Consideramos que en base a esta revisión no solo lograríamos que un negro, un árabe, un latinoamericano —que son vistos como extraños y peligrosos en España y en Andalucía— se sientan en casa; sino que, además, trabajaríamos juntas y juntos para desmontar la base de las narrativas de los grupos y partidos de la extrema derecha. El desafío y la pelota está en nuestro tejado, a nosotras y nosotros nos toca saber enfrentarnos a ello y jugar, de forma que podamos construir espacios culturales e identitarios inclusivos, desde la diversidad intrínseca, dejando de lado la inclusión diferencial que se viene defendiendo en los últimos tiempos.