Con el atentado de Mansura, el grupo Ansar Beit al Maqdis o ‘Partidarios de Jerusalén’ (por una de las denominaciones árabes para la Ciudad Santa: Beit Al Maqdis) ha dejado bien clara cuál va a ser su “hoja de ruta” frente a la diseñada por quienes apoyaron el golpe de Estado contra el presidente islamista Mohamed Mursi. No es el primer atentado de esta organización asociada a Al Qaeda, pero debido a su gravedad (13 muertos y 134 heridos), la magnitud de la explosión y la repercusión que ha tenido en las fuerzas políticas ha sido interpretada como una auténtica declaración de guerra contra el actual Gobierno egipcio.
A la hora de interpretar lo ocurrido en esta importante ciudad del Delta del Nilo, no debe pasar por alto la declaración que, en vísperas del atentado contra la Dirección de Seguridad de Mansura, difundía esta organización señalando que todas las instalaciones del Ejército y de la Policía eran objetivos legítimos al ser fuerzas “infieles” y “apóstatas” que estaban a las órdenes de un “Gobierno laico al servicio de los judíos y los cruzados”.
Todas las acciones de Ansar Beit al Maqdis indican con claridad que, tras esa nueva denominación, nos encontramos ante una organización capaz de planificar una estrategia, de coordinar una militancia numéricamente importante y de seleccionar cuidadosamente los objetivos.
Aunque la de Mansura haya sido la más espectacular debido a su repercusión internacional, todo indica que los Partidarios de Jerusalén hace tiempo han rebasado el tradicional foco de inestabilidad circunscrito a la península del Sinaí. En realidad, sus acciones más relevantes han tenido lugar en importantes centros urbanos, de forma especial en las populosas ciudades del Delta del Nilo y en la capital del país.
Precisamente en esta ciudad de Mansura, centro político de la provincia de Daqahliya, fue atacado otro centro policial el 24 de julio, veinte días después de que el general Al Sisi destituyera al presidente Mursi. Entonces hubo un muerto y una veintena de heridos. En agosto fueron 25 soldados quienes perdían la vida al caer en una emboscada tendida por un grupo armado en la zona de Rafah. El 5 de septiembre, el ministro del Interior, Mohamed Ibrahimi, escapaba milagrosamente de otro atentado. En octubre se produjeron ataques contra sendos centros de la Policía en el sur del Sinaí y en Ismailia, ciudad clave para el funcionamiento del Canal de Suez.
El 20 de noviembre, otra bomba estallaba al paso de un convoy militar cerca de la base de Zuwaid, dejando 11 muertos y 37 heridos, base que volvería a ser atacada dos semanas después por miembros de esta organización, muriendo en los enfrentamientos uno de sus principales dirigentes, Ibrahim Abu Eita, más conocido como “Abu Suhaib”. Solo tres días antes, el 17 de noviembre era asesinado el teniente coronel Mohamed Mabruk, conocido por su participación en las operaciones represivas contra los campamentos levantados por los Hermanos Musulmanes en defensa de Mursi.
En total y en solo cinco meses, de acuerdo con las cifras admitidas oficialmente, cerca de 200 soldados y policías muertos debido a atentados o acciones propias de la guerrilla urbana. Por parte de los yihadistas, desde el pasado mes de agosto, 184 muertos, 203 heridos y 835 detenidos.
Se trata de cifras realmente considerables, indicadoras de que nos encontramos ante algo más que la acción de un grupúsculo terrorista. Ya no cabe duda de que Egipto se enfrenta a su propia amenaza yihadista de la misma forma que ha ocurrido en Siria, Irak, Yemen, Libia, Mali, Somalia, Túnez o Argelia, y de que el golpe de Estado contra los Hermanos Musulmanes les permite, por primera vez, presentarse como referencia ante el poderoso movimiento islamista egipcio, desplazando así a la histórica Hermandad Musulmana.
Pese a que los Hermanos Musulmanes han declarado su “más enérgica condena” por este y otros atentados de Ansar Beit al Maqdis, desde el Gobierno y las fuerzas que le apoyan se les señala como inductores de la escalada de violencia, incluso acusándoles abiertamente de ser una “organización terrorista”. No cabe duda de la sinceridad de esa condena pero también de que este repunte del terrorismo está directamente relacionado con el golpe de Estado y que sectores de la influyente Hermandad están respaldando la estrategia de los Partidarios de Jerusalén para evitar el retorno a una normalidad política.
Se trata de una delicada coyuntura en un país clave para la estabilidad de Oriente Medio y del Magreb. Es en este sentido significativo el llamamiento realizado tras este atentado por el partido salafista Al Nur, antiguo aliado de los Hermanos Musulmanes, pidiendo “a todos” el mayor esfuerzo para encontrar “un clima de estabilidad”, un mensaje dirigido expresamente a los partidarios del depuesto presidente para que se reintegren al actual proceso político y acepten el referéndum para votar la nueva constitución a mediados de enero.
Estado en que quedaron las calles aledañas a la Dirección de Seguridad de Mansura tras el atentado. / Ahmed Ashraf (Efe)
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