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Oración fúnebre por un apóstol nazi elevado a los altares

20 de noviembre aniversario de la muerte del diabólico dictador Francisco Franco.

Quise ir al valle de los Caídos para comprobar las verdaderas dimensiones de esta obra de proporciones ciclópeas planificada por el generalísimo Francisco Franco para disfrutar el descanso eterno. Él no iba a ser menos y tenía que rivalizar con al mismísimo monasterio del Escorial donde se encuentra el pudridero de la realeza española. Estamos en la sierra de Guadarrama muy cerca del monte Abantos lugar mítico y centro de adoración de los antiguos Iberos. Un privilegio exclusivo en honor al vencedor de la “cruzada nacional”.

En la garita del cuerpo de guardia del sagrado recinto me atiende un funcionario que me reclama mi documentación. Le entrego mi pasaporte colombiano y me devuelve un billete gratis pues a partir de ciertas horas para los “hispanoamericanos y nacionales” la entrada es libre. De lo contrario habría tenido que desembolsar 9 euros a la cuenta del Patrimonio Nacional (se recogen 2 millones de euros anuales por este concepto) que se destina a su restauración y mantenimiento. Porque el santísimo cadáver de su excelencia se merece los mejores cuidados y las mejores atenciones.

La verdad es que el Valle de los Caídos se halla situado en medio de un maravilloso entorno natural plagado de bosques de coníferas que inspiran paz y recogimiento. Sería un paraje de ensueño sino fuera porque aquí se encuentra enterrado uno de los más sanguinarios dictadores de la historia de la humanidad.

Según las estadísticas del Ministerio de Energía y Turismo del reino de España aproximadamente 300.000 turistas, curiosos y nostálgicos visitan anualmente este magnánimo monumento. Muchos de estos peregrinan a venerar a su amado caudillo y dejarle sus ofrendas y coronas de flores. Para llegar hasta el mausoleo del caudillo hay que recorrer cinco kilómetros a través de una empinada carretera que nos conduce a la explanada del risco de la Nava. Mientras subimos poco a poco nos damos cuenta de las exageradas dimensiones de esta faraónica obra coronada por una cruz de 150 metros que dicen es la más grande del mundo (es posible observarla desde 50 kilómetros de distancia) El principal objetivo de este monumento es el de velar por la perpetua memoria del generalísimo Franco y del líder de la falange José Antonio Primo de Rivera: caídos por Dios y por España ¡Presentes! Desde luego que el imborrable recuerdo del principal Apóstol Nazi debe perdurar por generaciones y generaciones. No por casualidad la fundación Francisco Franco (que recibe subvenciones del gobierno del PP) se encarga de mantener vivo su legado tal y como lo dejó escrito en sus últimas voluntades. Incluso han exigido a las autoridades del reino de España que el Valle de los Caídos sea declarado “patrimonio cultural de la humanidad”

El caudillo en este largo viaje está acompañado por el fundador de la falange José Antonio Primo de Rivera y los restos de 34.000 combatientes de ambos bandos enterrados en una especie de descomunal fosa común. El Valle de los Caídos es el altar de la España una, grande y libre ante el que se rinden de rodillas sus hijos más fieles y leales. Además, el complejo cuenta con una abadía o monasterio de Santa Cruz del Valle de los Caídos regentada por los monjes benedictinos que se dedican a la vida contemplativa y a orar por el eterno descanso del “redentor de España”.

Este mausoleo ha sido diseñado por los más reputados arquitectos franquistas (Pedro Muguruza y Diego Méndez) con la intención de impactar al visitante y convencernos de las nobles virtudes del generalísimo por la gracia de Dios. Porque este enterramiento construido aprovechando las formaciones graníticas de la montaña es una prueba más de los delirios megalomaníacos del descendiente directo de Don Pelayo y el Cid Campeador. Una escenografía esplendorosa y muy bien estudiada que nos sobrecoge especialmente cuando penetramos en ese gigantesco bunker o cueva del terror donde mora el “lucifer de la rojigualda”. Las naves y criptas (capilla del Santísimo y del Sepulcro) son descomunales y están talladas en la roca viva revestidas con hormigón armado y losas de piedra caliza. En este ambiente tan tétrico y sombrío no se escucha ningún sonido humano pues ese mundo de ultratumba lo habita un alma en pena que purga los más execrables crímenes jamás imaginados.

El Valle de los Caídos es hoy con todo el descaro y la prepotencia un templo de exaltación de la dictadura franquista y sublimar la “heroica figura del caudillo que venció en franca lid a los rojos bolcheviques”. Si en la pirámide de Keops se enterró al faraón de Egipto aquí también está enterrado el gran faraón del nacional-catolicismo. Su tumba sellada con una pesada lápida de 5 toneladas a la que nunca le faltan los ramos y las coronas de flores, se encuentra bajo la sombra de una gran cúpula cósmica decorada con preciosos mosaicos en el que Jesucristo nuestro señor, el rey de reyes – “yo soy la luz del mundo”- acompañado por los ángeles y arcángeles, serafines, querubines, y la virgen misericordiosa señalan el camino a las almas puras y justas hacia el paraíso celestial. (Que es donde se supone se encuentra el generalísimo) Allí les dan la bienvenida los santos y los mártires de la España sacrosanta-la fiel imagen del imperio hacia Dios- Cada esquina de este altar mayor lo custodian cuatro arcángeles de bronce que velan por el sueño eterno del adalid de la santa cruzada contra los “ateos comunistas”. De repente, entre los visitantes se distinguen algunos personajes insólitos, bien trajeados y con aire de falangistas o quizás ultraderechistas que con ramos de flores en la mano vienen a hacerle su ofrenda a su idolatrado caudillo. Se ponen firmes y con ardor guerrero exclaman: ¡Arriba España! y a continuación alzan el brazo en alto realizando el saludo fascista en homenaje a su Apóstol Nazi.

Los que realmente construyeron el Valle de los Caídos fueron los prisioneros republicanos obligados a trabajar como esclavos al servicio del régimen fascista. No les quedó más remedio que redimir sus penas picando piedra, cargando los grandes bloques de granito, dinamitando la roca y abriendo los socavones con pico y barrena. Cientos de ellos perecieron de hambre, cansancio y enfermedades por ver cumplidos los caprichos del sanguinario dictador.

La herencia que ha dejado el caudillo Francisco Franco no es otra que muerte, destrucción, desaparecidos, encarcelados, desterrados, viudas, huérfanos, familias destrozadas, desolación y miseria. Todo esto causado por una guerra que él mismo junto con sus secuaces, apoyados por Hitler y Mussolini, provocó para derribar el gobierno legítimo República Española. Y eso sin contar los 40 años de férrea dictadura feudal que sumió al país en la decadencia económica, social y cultural.

Todos los 20 de noviembre sus correligionarios siguen homenajeando al caudillo en el aniversario de su fallecimiento concelebrando tedeums solemnes y cadenas de oración por el eterno descanso de su alma.

El cachorro del führer Hitler, único superviviente del nazi-fascismo, es alabado y bendecido por sus incondicionales. El clero más reaccionario todavía lo enaltece cual mítico paladín de la cruzada nacional. Esta cruel y despiadada apología del terrorismo y los crímenes de lesa humanidad cuenta con la complicidad de innumerables personajes de primer orden pertenecientes a los poderes fácticos del reino de España, y también de la propia institución monárquica heredera del Caudillo que como buenos camaleones se saben mimetizar con astucia.

Carlos de Urabá

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*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.
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