Hace tiempo, un humorista ateo estudiaba qué religión sería la más indicada en caso de que decidiera dar un paso hacia la fe. El análisis del catolicismo desde un punto de vista estrictamente aséptico era un ejercicio hilarante. Dejando las cuestiones teológicas aparte, el gag acababa concluyendo que la católica era la mejor de todas, la más cómoda, porque era francamente laxa en todo lo que hiciera referencia a obligaciones inmediatas. En última instancia, el sacramento de la confesión era visto como una especie de colchón que amortiguaba cualquier caída.
En el seno de la Iglesia católica hay de todo. También los Catholic for Choice, una potente organización estadounidense nacida hace casi 40 años y con un presupuesto de más de tres millones de dólares. Poca broma. Abogan por el derecho al aborto, por la planificación familiar, por una sexualidad que la mujer decida, por el uso de los preservativos y por una conciencia individual que también puede ser católica a pesar de ser heterodoxa. En Madrid, cuando venga el Papa, deberían haber contratado unos anuncios más llamativos que los que les acaban de censurar. Es una foto donde hay varios prelados más bien amables y obesos, bajo un vaticano sol de justicia. Uno de ellos se protege con una escasa sombrilla renacentista. Dice el anuncio: «Ya sería hora de que los obispos tomasen en serio esto de la protección».