Al decir que la Iglesia asume la pederastia “como Jesús sufrió a Judas” el obispo de Ciudad Real confiesa, sin querer, el delito por el que tantos tribunales han juzgado y condenado a los dirigentes eclesiásticos: que conocen, pero “sufren” sin denunciar, sino ocultando, por conveniencia de su organización, a los clérigos pederastas. Más aún, Antonio Algora, intentando minimizar su responsabilidad, fabula afirmando que es el seno educativo o familiar, y no con el clero, donde se producen el 99% de los casos. Nadie puede dar una cifra aproximada de tema tan escabroso, que el clero mismo oculta al máximo; pero es evidente que, dado el número decreciente de clérigos por su bien ganada mala fama, ellos cometen menos delitos de pederastia que todos los demás ciudadanos juntos. Sin embargo, sus delitos son especialmente graves y odiosos por dos razones. La primera, porque presumen de ser mejores que los demás por no casarse, lo que les lleva, con mayor frecuencia que a otros ciudadanos, a otras conductas sexuales: “Quien quiere hacer el ángel hace el bestia”, decía ya Pascal. Y segundo, y aún peor, porque inculcan un terror máximo a sus víctimas, haciéndoles creer que merecerán tormentos eternos por esos mismos actos sexuales que ellos les están provocando a hacer.
El triunfo de la Santísima Trinidad: Dios, patria y el ‘libre’ mercado (o de creencias que respaldan la victoria de Trump) · por José María Agüera Lorente
Trump regresa a la Casa Blanca envuelto en un aura mesiánica y acompañado esta vez de su particular…