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«Nunca pensé que me preguntarían cuál era mi religión»

La orden ejecutiva de Trump para vetar la entrada a inmigrantes de siete países islámicos y retirar la tarjeta de residencia a sus nacionales tiene miles de caras. 850.000 se calcula que son los titulares de una codiciada green card, la tarjeta verde que convierte a los extranjeros en ciudadanos con todos los derechos de un estadounidense, salvo votar. La mayoría son licenciados superiores, con ingresos por encima de la media del país, pero sobre ellos pesa el temor a una orden de expulsión que acabaría con su particular sueño americano.

Entre los posibles afectados hay auténticas estrellas de la NBA, como el joven Thom Maker, formado en una universidad estadounidense y considerado uno de los grandes talentos. Juega para los Milwaukee Bucks, pero la aplicación presidencial del decreto presidencial le obligaría a hacer las maletas. «No ocurrirá», aseguran en Milwaukee.

Menos suerte que Maker han tenido los miles de inmigrantes que han sido retenidos en los aeropuertos. Un ejemplo es un niño de 5 años, de nacionalidad estadounidense, pero con madre iraní, que fue retenido en la terminal de Boston y alejado de su familia durante horas hasta que su padre consiguió su liberación.

«Nunca pensé que en Estados Unidos alguien fuera a preguntarme alguna vez cuál era mi religión o a verme perseguida por mi condición de musulmana», explicaba contrariada desde Los Ángeles Alex Helmi, un iraní de 62 años que ha pasado los últimos 42 en California y que no oculta su contrariedad con la medida.

No menos dramática es la historia de los hermanos sirios cristianos Josephine y Basam, que lo vendieron todo en su país para intentar una nueva vida en Filadelfia. Allí llegaron tras un viaje de más de veinte horas y tras meses de gestiones para conseguir el visado. La orden ejecutiva de Trump les sorprendió en el avión y se enteraron de sus consecuencias al aterrizar. «Le dije al policía que si estaba bromeando. Me miró muy serio y me preguntó si tenía cara de bromear. No pudimos acceder a un abogado ni a ningún tipo de ayuda. Fuimos los primeros sorprendidos porque en el avión no nos enteramos de nada», dijo.

Incluso una diputada iraquí de origen yazidí tiene en el aire su viaje a Estados Unidos para recibir un premio por su defensa de la minoría. «No sé si podré entrar», dijo contrariado.

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