La división entre conservadores y reformistas en el seno de la iglesia alemana se ha agravado a raíz de los escándalos de abuso sexual y el veto a la bendición de parejas homosexuales.
Algo está crujiendo en el catolicismo alemán. La eterna pugna entre conservadores y reformistas en el seno de una de las iglesias nacionales más influyentes se ha agravado recientemente a raíz de los escándalos de abusos a menores y la mala gestión procedente de la parte alta de la jerarquía. La situación es tan tensa que, ante la falta de cambios y nula asunción de responsabilidades, el arzobispo de Múnich y expresidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Reinhard Marx, ha puesto su cargo a disposición del Papa. Mientras tanto, decenas de sacerdotes, en abierta rebeldía con Roma, han empezado a bendecir a parejas homosexuales pese al expreso rechazo del Vaticano. El desgaste en la iglesia católica alemana es evidente. Algunos ven la amenaza de un cisma.
A la sorpresa siguió la conmoción. «Cada uno tiene que asumir sus responsabilidades», aseguró Marx ante los medios poco después de difundir la carta que le había dirigido a Francisco. En ella le ofrecía renunciar a su cargo de arzobispo para enviar a las víctimas la señal de que los abusos a menores tenían consecuencias en la iglesia católica. Hasta ahora, ningún jerarca de la institución había dado el paso, algo que tenía muy molesto al cardenal, miembro del grupo C9 que aconseja al papa en materia de reformas.
Había razones para exigir consecuencias. Un informe independiente encargado en 2018 por la iglesia católica alemana documentó al menos 3.677 casos de abusos sexuales a manos de 1.670 religiosos entre 1946 y 2014. La mayoría de las víctimas eran menores de 13 años. Uno de cada seis fue abusado con penetración. Y las asociaciones de víctimas y el propio cardenal Marx aseguraron que esto era solo «la punta del iceberg». Además, otro estudio centrado en la archidiócesis de Colonia, una de las más ricas del mundo, consignó al menos 314 casos de abusos a menores e identificó a 202 presuntos victimarios. Sin embargo, la iglesia se limitó a pedir «perdón» tras sentir «vergüenza» por lo ocurrido. Se discutieron posibles compensaciones económicas, pero no se llegó a nada en firme.
«Coraje» ante la «catástrofe»
Francisco tardó menos de una semana en contestar a Marx, una respuesta inusualmente rápida para los tiempos del Vaticano. Rechazó su renuncia y le pidió que siguiese con su «rebaño». Admiró su «coraje» al dar semejante paso ante la «catástrofe» de la gestión de los abusos sexuales a menores y la «tremenda realidad del pecado». Le pidió continuar con su labor, aunque Francisco debe saber que la figura del arzobispo de Múnich no está exenta de polémica. El cardenal ha sido criticado por no haber investigado las sospechas de abusos de su diócesis cuando era obispo de Tréveris (2002-2007) y por no haber hecho público un informe sobre este tema mientras dirigía la archidiócesis.
Además, Francisco instó a la iglesia en general a afrontar la crisis, admitir abiertamente lo sucedido y cambiar el rumbo. «Los silencios, las omisiones, el dar demasiado peso al prestigio de las instituciones solo conducen al fracaso personal e histórico, y nos llevan a vivir con el peso de tener esqueletos en el armario», afirma el Papa en su escrito.
En los escritos de Marx y Francisco importaba tanto lo que se decía como lo que quedaba implícito. Porque en ambos había apuntes que solo podían referirse al polémico arzobispo de Fráncfort, el también cardenal Rainer Maria Woelki, perteneciente al ala más conservadora de la iglesia. Woelki encargó a un bufete de abogados una investigación independiente sobre los abusos a menores en su archidiócesis y lo paró cuando estaba a punto de publicarse porque, como acabó trascendiendo, se evidenciaba que él mismo había ocultado las denuncias contra un sacerdote amigo.
Sin embargo, el cardenal accedió este marzo a publicar un segundo informe y admitió que en Colonia se habían encubierto «sistemáticamente» los casos de abusos a menores. Entre 1975 y 2018 reinó en la archidiócesis un «sistema de silencio, secreto y descontrol», algo que «nunca debería haber sido así», reconoció el propio Woelki, quien sin embargo se negó a dimitir, como le exigían víctimas y colectivos de feligreses. «Una renuncia así sería solo un símbolo fugaz», argumentó.
El inmovilismo de Woelki llevó a Francisco a dar el inusual paso de enviar a Colonia una comisión apostólica, decisión que se dio a conocer apenas unos días antes de que Marx pusiese su cargo a disposición. Esta misión, liderada por el cardenal arzobispo de Estocolmo, Anders Arborelius, y el obispo de Rotterdam y presidente de la conferencia episcopal holandesa, Johannes von den Hende, busca lograr una «imagen de conjunto» de las tensiones y problemas dentro de la archidiócesis e investigar en concreto el «comportamiento» de sus principales cargos, con Woelki a la cabeza, «con los casos de abusos sexuales».
Bendiciones prohibidas
Pero la disputa entre las alas reformista y conservadora en la iglesia católica alemana no acaba aquí. Este mayo decenas de sacerdotes empezaron a bendecir parejas de homosexuales y divorciados dentro de una iniciativa con importante respaldo social llamada ‘El amor vence’. Uno de sus promotores, Bernd Mönkebüscher, sacerdote que se identifica como homosexual, aseguró que se trataba de mandar una «señal clara» al Vaticano y a todos aquellos fieles que durante años se han sentido «ciudadanos de segunda». El párroco de Ahlen, Reinhard Kleinewiese, agregó que también servía para dejar claro que algunos «no están de acuerdo con Roma en ciertas cuestiones y prohibiciones».
‘El amor vence’ se puso en marcha poco después de que el Vaticano recordase expresamente este marzo que en la Iglesia católica está prohibido sancionar uniones entre homosexuales porque no se puede «bendecir el pecado». El escrito indignó a los progresistas alemanes y un grupo de sacerdotes decidió dar un paso adelante. «Ante la negativa de la Congregación para la Doctrina de la Fe a bendecir las parejas homosexuales, levantamos nuestra voz y decimos: seguiremos acompañando a las personas que se emparejen de forma vinculante para el futuro y bendeciremos esas relaciones», manifestaron en un comunicado en el que rechazaban la «moral excluyente y anticuada» del Vaticano. El Comité Central de los Católicos Alemanes (ZdK), una poderosa organización de creyentes de base que defiende las bodas homosexuales desde 2015, respaldó la iniciativa.
Marx, que no se ha posicionado ante esta iniciativa, sí que ha propugnado cambios en la iglesia con respecto al matrimonio, la mujer y el celibato. De hecho, una de sus últimas decisiones antes de abandonar la presidencia de la Conferencia Episcopal fue poner en marcha el llamado «camino sinodal», una fórmula de debate interno entre la jerarquía y los creyentes que trata de hacer avanzar las reformas. La decisión, sin embargo, fue recibida de forma crítica por el Vaticano por la inclusión de los laicos en la discusión y por tocar temas sancionados por el derecho canónico que solo puede abordar Roma. Las conclusiones del debate se publicarán el año que viene.
Mientras tanto, el inmovilismo y la deficiente respuesta ante los abusos está causando estragos en el catolicismo alemán. Solo en 2019, el último año con cifras, un total de 272.771 personas apostataron formalmente, más de un 1% de los alrededor de 27 millones de católicos del país. Se trata de un 26% más que el año anterior. En Colonia el ayuntamiento ha tenido que aumentar de 1.000 a 1.500 las citas mensuales que ofrece para apostatar después de que el sistema informático se cayese por exceso de demanda cada vez que se liberaban nuevas fechas.