Así es la secta apocalíptica mexicana que veta la educación laica para los niños Es un lugar inverosímil con reglas de inspiración divina y hasta su propio horario Casos de homicidio y una denuncia de violación a un líder oscurecen
Una secta apocalíptica no reacciona ante el peligro igual que los demás. Cuando 60 policías armados como Robocop se pusieron delante de la entrada del pueblo de Nueva Jerusalén, los vecinos tocaron música, cantaron y bailaron. “Estamos en calma. Si pasa algo, será la voluntad de Dios”, dijo una mujer con el pelo tapado con un pañuelo y con un vestido monacal que le cubría todo el cuerpo. Una anciana pasó lentamente a su lado cargando en la cabeza una silla de plástico. Sonaban tres violines, dos guitarras antiguas llamadas vihuelas y un violonchelo. Mientras fuera los agentes esperaban una orden equipados con rifles de asalto, dentro unas chicas bailaban en círculo siguiendo el ritmo de un coro monocorde.
El Gobierno de México mandó el lunes pasado un escuadrón policial a esta comunidad religiosa del tórrido Estado de Michoacán (zona centro del país) para persuadir a sus líderes de que sería preferible que no continuasen violando el artículo tercero de la Constitución: “Todo individuo tiene derecho a recibir educación. Dicha educación será laica, ajena a cualquier doctrina religiosa”. Pero este pueblo tiene su propio reglamento, y su artículo 16 dice que la “autoridad máxima” es la “Santísima Virgen María del Rosario”, no la Policía Federal ni el Gobierno.
La propia Virgen del Rosario ordenó en julio a sus adoradores que destruyesen la única escuela pública que había en el pueblo. Una cuadrilla de hombres la demolió con picos y mazos mientras un coro de mujeres cantaba alabanzas a su alrededor. Quemaron los libros de texto y la bandera mexicana. Las clases comenzaron de nuevo el 20 de agosto en todo el país, pero no en Nueva Jerusalén. El colegio seguía igual que si el día anterior hubiese recibido una lluvia de disparos de mortero. Un sector minoritario de padres que quiere una educación normal para sus hijos intentó que empezasen el curso en una casa particular, pero los radicales, que son mayoría y entregan la formación de los suyos a monjas del pueblo, impidieron por la fuerza la entrada de los maestros. Dos semanas después, México sigue preguntándose por qué en esta villa rural escondida entre cerros la Virgen del Rosario manda más que la Ley de la República.
Nueva Jerusalén vive en un tiempo diferente al resto del país. En verano van una hora atrasados porque no cambian la hora. Según dice un paisano, es “el horario que nos dejó Nuestro Señor” y no van a ser ellos quienes toquen el reloj. El presidente de la Escuela Nacional de Antropología de México, Elio Masferrer, cree que incluso van décadas por detrás, más o menos por la época del conflicto entre religiosos y anticlericales, la Cristiada: “Son como cristeros trasnochados, una especie de resucitados de la guerra de 1927 que exigen vivir de acuerdo a la doctrina católica de antes del Concilio Vaticano II”. Masferrer dice que no son “un grupo de loquitos”, sino un fenómeno extremo pero consecuente de una región de tradición conservadora y sin modernizar.
Papá Nabor, Mamá Salomé y la grieta del fin del mundo
La comunidad se fundó en 1973. Una campesina vidente llamada Gabina Romero tuvo una aparición de la Virgen del Rosario, que le explicó que el mundo se iba a acabar y le ordenó que montase un pueblo en su nombre. La señora habló con un párroco local, Nabor Cárdenas, que además estaba irritado con el reciente Concilio Vaticano II porque rompía con preceptos primitivos de la Iglesia, y entre ambos hicieron la tarea. Recogieron gente de Michoacán y de otros Estados pobres y llenos de ignorancia como Guerrero, Chiapas y Oaxaca. –“Nos vinimos por lo puro tarugo”, recuerda Priscila Domínguez, una señora que se arrepiente de haberse mudado a Nueva Jerusalén. “A mi marido le dijeron que se iba a acabar el mundo y que aquí se iba a abrir una grieta y que nos quedaríamos dentro de ella y nos salvaríamos”–. El cura reaccionario se nombró guía espiritual de la comunidad y se puso el apodo de Papá Nabor. Le dio el segundo puesto de mando a la vidente y la llamó Mamá Salomé. Comenzó a ordenar sacerdotes y fue excomulgado.
Tres apocalipsis más tarde –el fin del mundo ha sido anunciado en el pueblo de manera sucesiva para 1980, 1988 y 1999–, fallecidos Nabor y la vidente, el sacerdote soberano es un individuo que se autodenomina Martín de Tours y que nunca da la cara cuando los medios se acercan a su loco micro-mundo, un escenario kitsch y fantasmagórico en el que viven unas 3.000 personas divididas entre tradicionalistas, unos 2.000 que siguen a De Tours, y laicos, alrededor de 1.000 religiosos moderados que lo rechazan. Ambos sectores a su vez apoyan a partidos políticos enfrentados: los aperturistas al PRD, de izquierda, y los radicales al viejo PRI, que para ellos, según dice el bando crítico, es “el partido de la Virgen del Rosario”. Un periodista local del diario La Jornada, Ernesto Martínez Elorriaga, recuerda que en las elecciones de 1995 el candidato estatal del PRI fue por allí y Papá Nabor le pidió a un vidente llamado Agapito que fuese a preguntarle a la Virgen a quién debían votar. El médium regresó con un radiocasete e hizo sonar una grabación (con voz de hombre) en la que la Santa expresaba su deseo de que apoyasen al PRI.
Nueva Jerusalén es un pueblo inverosímil. Hay un edificio alto en la entrada al que le llaman El Torreón. Todos dicen que no saben para que sirve. Por dentro está vacío, solo tiene una escalera que lo recorre de arriba abajo. Las ventanas no tienen marcos ni cristales. De repente se ve asomar la cabeza a un muchacho con unos prismáticos. El Torreón es una mezcla entre un panóptico y una pagoda oriental. Pero tal vez no sea lo más raro que se puede encontrar. Hay un señor que es de Estados Unidos. El hombre, grandote y de pelo blanco, parece enfermo. Le tiembla el cuerpo, le bailan los ojos y no vocaliza. Farfulla palabras en español como “culero” o “maricón” que denotan que también es un reaccionario. Dice que tiene 17 nombres distintos. Lleva tirantes negros y una camisa gris sudada y con una manga hecha jirones desde el codo.
Los vecinos integristas repiten cada tres o cuatro frases que Nueva Jerusalén es un lugar tranquilo. Su artículo 15 dice que la finalidad del pueblo es algo tan encomiable como “lograr la salvación eterna de la humanidad”. Sin embargo hay sombras sobre la historia y el presente del lugar. Agapito Gómez, el vidente que grabó la intención de voto de la Virgen, fue acusado de violar y embarazar a una niña de 11 años y en 1998 lo encarcelaron, aunque salió absuelto a los pocos meses. En el pueblo ha habido al menos tres asesinatos por pugnas de poder. Los críticos dicen que los tradicionalistas tienen armas y enseñan una foto antigua de ellos posando con rifles. “No son mensos [tontos], están preparados para lo que haiga, pero ahora las tienen escondidas”, comentó un laico el lunes pasado. Ese mismo día el miembro del PRD Salvador Barrera, alcalde de Turicato, el municipio donde está Nueva Jerusalén, dijo que hace años la comunidad religiosa tenía una narcopista de aterrizaje, que ahora sus jefes cuentan con armas de fuego y que pueden tener lazos con criminales.
La cúpula de la secta apocalíptica que quiere salvar al mundo ha anunciado que defenderá “con la vida” su rechazo de la enseñanza laica. “No quieren que los niños se hagan sabios y no les obedezcan”, opinó hace una semana en su casa una adolescente del bando moderado que añora conocer más de los bosques y del agua con el libro de ciencias naturales. Los radicales arrasaron su escuela porque se lo pidió su máxima autoridad, la Virgen del Rosario, mientras que las autoridades que deben garantizar el derecho de la chica de aprender cosas del agua y de bosques como los de Michoacán de momento no imponen su poder sobre la divina voluntad de la secta de Martín de Tours.
El colegio sigue destruido. El lunes pasado un asno pastaba entre los muros que quedaron en pie.
Un rezo de vecinas del sector religioso moderado de Nueva Jerusalén. / ALAN ORTEGA
Una mujer del sector integrista con una niña. / ALAN ORTEGA
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