Algunos partidos políticos, obligados por la secularización social, presentan en sus programas la promesa de supresión de la religión como asignatura en una nueva reforma del sistema educativo. Y curiosamente presentan inmediatamente como para llenar ese vacío una nueva asignatura llamada bien el hecho religioso, bien una historia de las religiones sin especificar en que consistiría tal novedad.
Estas novedades, no son producto de una prudente reflexión sino de unos atávicos miedos de algunos políticos a la reacción de la iglesia católica, a la perdida de votos y al lejano conflicto que se originó en la II República cuando se intentó separar la iglesia del Estado y que fue una de las llamas de la tragedia del 36
Como profesor y como presidente de Asturias Laica me permito hacer una serie de consideraciones al respecto. Lo primero que habría que plantearse es en que consiste: El hecho religioso. Nadie niega la importancia de las religiones en las culturas y sociedades tanto del pasado como del mundo actual. Pero habría que precisar más ¿Cual serían los contenidos de esa nueva asignatura?. No vaya a ser que estos políticos que la proponen ignoren que en las enseñanzas actuales de ciencias sociales en primaria así como en Historia y Geografía en Secundaria e Historia del Arte en Bachillerato estos contenidos ya existen y se imparten debidamente por el profesorado. Por poner un ejemplo ¿Ignoran que en 4º de la ESO se trata “La reforma protestante? ¿Lo han olvidado? ¿Cómo podría explicarse la Europa moderna sin hacer referencia a Lutero, su defensa de la Libertad de Conciencia y las guerras de religión que asolaron Europa durante el siglo XVII? Es imposible explicar Historia del Arte sin el conocimiento básico de la iconografía cristiana. Si creamos una nueva asignatura ¿No estaremos duplicando los currículos?
Otras reflexiones ¿Cuántas horas? ¿Obligatoria u optativa? ¿En que cursos? ¿En toda primaria y secundaria? ¿También en Bachillerato? Y por último una cuestión capital ¿Qué profesorado la impartiría? En todo caso ¿No parece lógico tanto si se llama el Hecho Religioso como Historia de las religiones que esté inscrita a los departamentos de sociales, Geografía e Historia y que su docencia sea desempeñada, como lo vienen haciendo hasta hora los profesionales de la misma?
¿O se trata de otra cosa?. ¿O se trata de disfrazar simplemente el nombre de lo existente?. ¿No será el mantenimiento de la enseñanza de la doctrina católica utilizando el juego de llamarla de otra manera?. Incluso hay quien propone que sea impartida por los mismos catequistas que hoy imparten religión. Si de esto se trata el gatopardismo es demasiado burdo y no aguantará la primera crítica.
Señores el engaño no ha lugar. La enseñanza de las doctrinas religiosas a cargo de personal controlado por las jerarquías de las iglesias pero pagado con dinero público o la quitan o la dejan. O la quitan y asumen todas las consecuencias y dificultades que entraña el caminar hacia el Estado Laico con el apoyo de una parte de la ciudadanía cada vez más secularizada o la dejan como está y asumen que Vds. no son capaces de salir de la contradicción de mantener un Estado Confesional Católico en conflicto permanente con su propia Constitución y siendo objeto de la crítica constante y en ascenso de dicha parte de la ciudadanía.
Nadie dijo que fuera una tarea fácil. Es evidente que quien disfruta de privilegios no va a renunciar a ellos sin mostrar resistencia. La construcción del Estado Laico en otros países europeos con democracias mucho más avanzadas que en España recorrieron esos caminos difíciles. España no se enfrenta hoy ni mucho menos a la trágica situación del 36. Incluso hay muchas personas con distintas creencias religiosas, que se adscriben ideológicamente en la pluralidad, que entienden que la religión es un asunto privado y que la separación iglesia Estado es de sentido común. Incluso personas ideológicamente de derechas que en este aspecto están huérfanas de representación política, porque los partidos de la derecha se resisten a aceptar la Libertad de Conciencia, no como algo de derechas o de izquierdas, sino a admitir que además de ser uno de los derechos Humanos, es condición sine qua non de toda democracia.