Nuestro hogar: ese punto pálido azul del que nos habló Sagan, culmina su rotación y comienza lo que llamamos: una nueva oportunidad. La vida continúa y nuestra Tierra golpeada sigue girando, cómplice del cosmos. Cuando despertamos, dejamos el lugar donde fuimos libres, al menos temporalmente, con las limitaciones que esto pueda implicar. Luego nos preparamos y salimos a enfrentar un mundo convulsionado entre incoherencias, miedo, hipocresía, paranoia, manipulación y fanatismo. Debemos ir en contra de todo lo que va dañando nuestras fortalezas y logros, rebelarnos ante el absurdo colectivo maquillado por la tradición obsoleta, vestido por las ansías de poder y dominio de masas sumisas. Es triste que en este inquilino azul del cosmos, aún se tenga que remodelar la cerrada visión de tantas personas –demasiadas para la época–, gente que insiste en adoctrinar a los futuros adultos de esta desdichada y perseverante humanidad. Debemos movernos entre la multitud oscurantista y dar un poco de luz. Las autoridades –y sobre todo las que no dan validez a los hechos y evidencias–, poseen un temor delicioso ante el humor, le temen tanto como a la verdad. Por esto, unir el humor y la verdad resulta más que provocativo para entregarles correcciones y realidades cordialmente, ya sea por medios escritos u orales, o con las contundentes acciones y ejemplos que les demuestren, como siempre, que deben dar pasos atrás cuando quedan revelados sus vacuos juicios y horrores reformados.
El ejercicio satírico canaliza nuestro recorrido en medio de este camino lleno de individuos y grupos que, lejos de aprovechar los años evolutivos del cerebro, lo que pretenden es adoctrinar y enseñar a pensar menos para reducir los cuestionamientos pertinentes. Así es, el ejercicio satírico: canaliza. Puede usarse para poner ciertos puntos relajantes cuando la situación desborda un daño tan fuerte, que si no fuese tan disparatado y cierto, una sonrisa sería suficiente para reaccionar. Es por eso que estas notas llegan sazonadas con rebeldía ilustrada, están compuestas por serios razonamientos y denuncias que, en ocasiones, emanan ese grato olor a sarcasmo fresco condimentado por el daño del absurdo destacado.
En el transcurso de estas notas rebeldes se denuncia: la verdadera fuente de irrespeto, intolerancia y desprecio por la humanidad. Es por tal razón que la seriedad del tema, requiere, más que por esencia, resaltar la ironía respectiva. Todo esto es, en cierta medida, para alimentar la impotencia de los profesionales en victimizarse y victimizar a sus grupos o líderes. Tenemos que estar atentos a las malas noticias para no ser parte de ellas. Debemos detenernos y… ¡pensar! Interesante acción que muchos no practican, pues la gente anda por ahí pensando y diciendo lo que otros les indican; actúan como producto de una rutina de grupo, quienes sin saber, creyendo que saben, les dicen a los demás cómo deben comportarse, sin fundamento ni verdad en esas indicaciones. Mi mensaje va dirigido: a usted, quien lee estas líneas que pretenden entablar una conversación sincera, pero algunas veces observaré alrededor y mi referencia también será: a ustedes, por obvias razones.
En una de sus novelas más emblemáticas, Charles Dickens expresó una realidad que, lamentablemente para nuestro hogar, sigue estando presente: “Es una melancólica verdad que incluso grandes hombres tienen pobres relaciones”. _Bleak House, 1852-1853. Esa verdad, esa melancólica verdad, va más allá de una novela, de una frase que se ha hecho inmortal, moldeándose de forma muy acertada al declive que varios de los denominados “grandes” lucen para nuestra decepción. Esta inconsolable certeza está inmersa en el caos creciente de esa parte de la humanidad que debemos transformar, de esta humanidad que se niega a tener mejores relaciones con los hechos y las realidades latentes. La ignorancia no debería tener tantos caminos por recorrer. Con el grato avance científico y las bondades de internet, encontrar información abundante es muy fácil, nos toma algunos clics de distancia. Lo que puede ser complicado en algunas ocasiones es saber qué parte de esa información se puede tomar, qué parte de esos datos son plausibles y demostrables. Reconocer esto solo es posible con un buen proceso educativo, bajo una mirada que se proyecta con pensamiento crítico y, que en su trayecto, debe estar iluminada por la luz del análisis, forjado por una mente escéptica que va a investigar y a profundizar lo que sea necesario.
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