Las vírgenes se mostraban muy proclives a concebir dioses entre el 22 y el 25 de diciembre: Mitra, Attis, Dionisos, Serapis, entre otros, nacieron en tales fechas. Los romanos celebraban el Sol Invictus. Los seguidores del dios Mitra se reunían para celebrar un ágape y beber el vino y comer la carne que da la vida, según su rito.
Que tantos dioses nacieran el 25 de diciembre no es extraño. Durante tres días, 22, 23 y 24, el Sol parece morir, siendo el día más corto del año. Estamos en el solsticio de invierno. Al tercer día, el 25, sube un grado en el firmamento y “renace”.
Mitra, Osiris, Dionisos, Asclepio, Orfeo, Issa, Serapis y otros dioses tras su astronómico nacimiento realizaban portentosos milagros, lo que no les libraba de una cruel muerte (Dionisos crucificado, Osiris desmembrado) de la cual, ¡oh milagro!, lograban resucitar y obtener para sus seguidores el privilegio de la vida eterna.
En la India veneran a un tal Krisnha, hijo de la virgen Devaki, a quien un tirano quiso matar y ordenó el día de su nacimiento la muerte de miles de niños. Kirsnha fue capaz de revivir a los muertos, murió en un árbol y él mismo resucitó al tercer día. Es la segunda persona de la Trinidad India.
El último en añadirse a la lista con similares atributos fue Jesús, aunque sólo a partir del siglo IV los cristianos decidieron plagiar la fiesta pagana del Sol Invictus y trasladar a la noche del 24 de diciembre su nacimiento. Antes, los creadores del mito, los primeros seguidores de esta nueva religión que venía a competir en el fecundo campo de los cultos mistéricos… no celebraban navidad alguna.
No es el único caso de plagio. Casi todas las festividades de los santos se ubican en fechas con claras reminiscencias paganas. La Iglesia, ante la imposibilidad de erradicar esas celebraciones paganas, optaba por reconvertirlas. De haber existido la SGAE los cristianos hubieran tenido juicios y denuncias para parar un tren.
Recuerdo que cuando empecé a leer el Nuevo Testamento me llevé una soberana decepción al comprobar que el belén con los tres reyes, los regalos, los animales, los pastores y los ángeles celestiales no aparecían por ninguna parte. No es de extrañar que mis amigos católicos sean tan refractarios a leerse la Biblia. No es de buen gusto comprobar que tan encantadores hechos como la virginidad perpetua de María, su inmaculada concepción, la Navidad o la institución del Papado no encuentran correlato en el libro “inspirado por el Espíritu Santo”.
Así pues, a todos los que vayáis a celebrar el nacimiento de Attis, Dionysos/Baco, Horus/Osiris, Krisnha de India, Mitra de Persia, Prometeo, Serapis, Zoroastro, Asclepio, Orfeo, Issa o Cristo ¡felicidades y buena fiesta!