El Supremo de Estados Unidos, con pocas juezas y seis ultraderechistas de nueve (Trump mediante), se inclina por liquidar la ley del aborto en el país. Esto significaría que, inmediatamente, serían los Estados quienes decidieran derechos reproductivos de millones de mujeres. El aborto nunca ha estado protegido por la Constitución, lo que supone que sea un derecho mucho más fácil de tumbar.
Pro-choice contra pro-life . Pro-elección contra pro-vidas. El progreso contra el pasado. La liberación de las mujeres contra el patriarcado una vez más.
Eso sí, el marketing en el nombre lo han ganado. Pro-vidas, dicen. El cinismo elevado a la enésima potencia. No son pro-vida. Ni los estadounidenses ni los españoles a ese extremo de la derecha. Todo aquel que cree que puede meterse en cómo las mujeres gestionan sus vidas o incluso decidir en contra de que sean soberanas de su cuerpo, no son pro-vida. De hecho, son todo lo contrario. Porque nadie ignora las estadísticas, tremendas, de aquellos países con las leyes restrictivas en cuanto al derecho de las mujeres a decidir. Nadie, a estas alturas, es ajeno a que las mujeres mueren en abortos clandestinos, o sufren el resto de sus vidas una discapacidad sobrevenida por intervenciones sin las más mínimas garantías. Además, saben que el hecho de tener una ley que proteja el derecho de las mujeres a abortar de forma gratuita y segura no significa que se aborte más. Así que ni siquiera esa baza pueden jugar.
Así que, estos “pro-muérete-si-no-acatas-mis-deseos”, lo único que fomentan es la muerte, y no solo las de los fetos que dicen querer salvar, sino también las de las mujeres que no tienen recursos para viajar a otro lugar para abortar y lo harán arriesgando sus vidas. Vidas que muchas perderán. No son pro-vida si con ello consiguen más muertes. No son pro-vida si la pena de muerte en su propio país ni les escuece. Y ya sabemos qué lado del espectro político ocupan los fuerzapartos en cualquier país en ese sentido.
Los fuerzapartos que ni siquiera mencionan que esta derogación matará a incontables mujeres sienten en su fuero interno que esas que morirán se lo merecían. Hemos escuchado y leído toda la vida que si te abres de piernas tienes que apechugar con las consecuencias. Una frase que solo vale para mujeres, claro, porque los hombres que forman una parte vital en esta ecuación, no tienen consecuencias con las que cargar, según ellos. Son hombres. Los hombres no se abren de piernas. Los hombres no son furcias ni guarras ni busconas ni provocativas ni zorras. Nosotras tenemos ese monopolio.
Esto nos recuerda a las feministas que tenemos otro frente aliado en esta historia: no hablar de mujeres cuando se hable de aborto. Es más, sancionar y cancelar a quienes lo hagan. Porque hay que llamarnos “cuerpos gestantes”. Otra forma misógina más de vernos como cuerpos sin cabeza, como objetos. Como si el hecho de que estemos debatiendo el aborto a estas alturas no fuera porque es un asunto que nos perjudica solo a nosotras. Como si el aborto pudiera estar en entredicho siquiera si fueran los hombres quienes se embarazan. Los hombres tienen tanto derecho a decidir que deciden sobre sí mismos y sobre nosotras, y para ellos el sistema reserva siempre asientos en primera fila: para decidir sobre millones de mujeres y para disfrutar de las vistas cuando nos manifestamos por el robo.
Las trabas del sistema a las mujeres se multiplican y encima no podemos nombrarnos. ¿En qué universo un derecho que fuera también de los hombres iba a estar prohibido en medio mundo y en juego en el otro medio? ¿Cuántos frentes más se nos abrirán a las mujeres? Imposible de adivinar, hace unos años nos hubiéramos partido el culo si nos hubieran dicho que nombrarnos iba a conllevar violencia y linchamientos por parte de gente que se dice de izquierdas, y míranos ahora.
Pero es que ni son provida unos ni son izquierdas los otros. Lo que sí ocurre, como siempre, es que las mujeres estamos en el centro, increpadas por todos, amenazadas por perder derechos que ha costado muchas vidas ganar. Siempre en lucha constante, agotadas de gritar las mismas cosas, de pelear por algo, ver cómo nos lo vuelven a robar y empezar de nuevo, desde el principio.
Si tu objetivo no es la liberación de las mujeres, eres nuestro problema. Quien cree que puede decidir sobre nuestros úteros, es nuestro enemigo.