Los partidarios del Gobierno tunecino salen a la calle acosado por el sector secular de la sociedad que pide dimisiones
“No queremos la democracia. Lo que queremos es la sharía”. Así reflexiona un grupo de jóvenes tunecinos, simpatizantes de la formación islamista, Ennahada, que encabeza el actual gobierno. Estos chavales se han echado a las calles de la capital para apoyar al ejecutivo, hundido en una profunda crisis política, después de que el sector secular de la sociedad tunecina, durante tres días consecutivos, reclamara la dimisión del gobierno presidido por los islamistas a quienes relacionan con el asesinato del líder político, laico, de la oposición, Chokri Belaid.
La muerte del activista de izquierdas es el primer asesinato político de la transición tunecina desde la caída de la dictadura de Zine El Abdine Ben Alí y ha provocado una brecha enorme entre el sector secular e islamista cada vez más acentuada. El pulso de unos y otros tiembla sin descanso. Los presagios no son alentadores. Islam o laicismo. Esta es la batalla de Túnez. “¿Por qué no los dos?”, pregunta esta reportera a las nuevas generaciones de Ennahda que abren un corrillo en plena avenida de Habib Burguiba para denunciar los rescoldos que, a su juicio, quedan de la colonización francesa.
“Mira, la democracia es un invento o una creación de los occidentales mientras que la ley islámica es una creación de Dios. Y a él nos sometemos”, comentó Mehdian, un joven de 24 años, que, sin embargo, aspira para el futuro de Túnez a una convivencia de dos ideologías opuestas. “En mi misma familia tengo una hermana que lleva el velo y otra que no. Eso es libertad a elegir. Sin embargo, en Europa, no permitís la elección individual como en el caso de Francia que desautoriza el uso de símbolos religiosos”, continuó el joven, rodeado de una multitud de muchachos que gritaban '¡Alláh khabar!'.
Protesta de los islamistas
Los jóvenes encarnan varias tendencias religiosas dentro de un mismo movimiento islamista y ondean dos banderas: la de Túnez y la del Islam. En lo esencial están todos de acuerdo: “Recuperar nuestra identidad y recuperar tantos años de expolio religioso en manos del dictador, Ben Alí –comentó Reduan— alejándonos de la violencia”. Sin embargo, desde el derrocamiento del clan mafioso del dictador, se han sucedido los ataques por parte de seguidores del salafismo –la corriente rigorista del Islam contraria a la democracia liberal– contra mausoleos, cines o centros culturales. Según su interpretación de la religión, todo lo que no sea el islam representa un desvío para la comunidad musulmana.
La protesta de los islamistas que pretenden hacer en toda regla una demostración de fuerza se desarrolla pacíficamente. Sólo desentona alguna mujer que recrimina a un joven con postulados de los Hermanos Musulmanes que se exprese en francés ante los medios occidentales: “¡habla árabe, árabe!”. La mujer no lleva el velo y el maquillaje luce por los cuatro costados de su cara, pero lanza un alegado a favor de una lengua y una cultura que asegura verse “amenazas por Occidente”.
Nadie se acuerda de Chokri
Curiosamente en la jornada de este sábado, en la que una parte del pueblo saca la cara por los islamistas de Ennahda, nadie se acuerda de Chokri. El líder que criticó la presencia de la religión en la vida política y, presuntamente, por sus manifestaciones contrarias a los grupos conservadores y ultraconservadores fue asesinado con cuatro tiros en la cabeza. “¿Qué piensa usted del asesinato de Chokri?”. “Esto ha sido una ataque conspirativo de los simpatizantes del partido RCD, de Ben Alí, que quieren socavar el proceso de transición tunecino”, gritó indignada una mujer de unos 40 años. ¡Todo el mundo sabe que es intencionado para sembrar caos y mayor inseguridad en el país!, prosiguió. Todos los islamistas presentes convergen en la misma teoría de la conspiración: El RCD, un partido de larguísimos tentáculos, está detrás del asesinato y quiere interrumpir la transición.
Sobre los cambios sociales y económicos prometidos por la Troika (que compone Ennhada, el Congreso por la República y el Foro Democrático por el Trabajo y las Libertades), los manifestantes son indulgentes. “Ya llegarán. Es pronto. Un país no puede crecer en dos días”
Tunecinos portan el ataúd con los restos mortales del opositor Chukri Bel Aid durante su multitudinario funeral en la capital tunecina, el viernes. STR | EFE
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